Cada vez hay más cursos, jornadas y seminarios de astrología, eneagrama, crecimiento personal e incluso espiritismo auspiciados por las universidades.

Ilustración Alberto Cimadevilla
Sergio C. Fanjul/ periodista y astrofísico. Si de alguna manera tuviéramos que definir los tiempos que nos ha tocado vivir, podríamos denominarlos científico- tecnológicos. Nos relacionamos y trabajamos a través de ordenadores y redes sociales, disfrutamos de avances cada vez más prodigiosos de la medicina y conocemos secretos del Cosmos con una seguridad impensable hace no tantos años.
Sin embargo, no está claro que la ciudadanía y otras instituciones hayan asimilado en la misma medida este conocimiento ni el método científico mediante el cual se alcanza. La Universidad de Zaragoza creó en octubre del año pasado una Cátedra de Homeopatía que fue el detonante para la redacción del manifiesto Por una universidad libre de pseudociencia y oscurantismo, promovido por el blog colectivo La ciencia y sus demonios (http://cnho.wordpress. com/). «La Universidad juega un papel muy importante ante el avance que en la sociedad contemporánea están teniendo determinadas corrientes anticientíficas y antirracionales, que pueden suponer un significativo retroceso hacia el oscurantismo y la superstición, algo que se encuentra en el polo opuesto de los objetivos universitarios.
Nos preocupa, como universitarios y como ciudadanos, que bien entrado el siglo XXI cada vez prolifere un mayor número de terapias más próximas a la magia que a la medicina, (…) que presidentes de gobierno consulten astrólogos; que pulseras mágicas declaradas oficialmente fraudulentas sean portadas por ministros de sanidad y constituyan el regalo más vendido de las últimas navidades; que cada vez haya más ciudadanos que crean firmemente que las vacunas son tóxicas y nefastas para la salud; que aumente el número de enfermos que abandonan el tratamiento médico para abrazar alternativas esotéricas; nos preocupa muy seriamente que gran parte de la población vuelva a confiar más en los curanderos que en la medicina científica», reza un fragmento del manifiesto.
El caso de la Universidad de Zaragoza no es único, pero vino a colmar el vaso. Por todo el territorio español se encuentran diseminados cursos, jornadas y seminarios de astrología, eneagrama, crecimiento personal e incluso espiritismo auspiciados por las universidades, según se recoge puntualmente en el blog La lista de la vergüenza (http://listadelaverguenza.blogspot.com/). «Las universidades son centros de conocimiento, no de creencias mágicas. El hecho de que se impartan en la universidad puede legitimarlas ante la sociedad. No es solo un fraude para los que las estudian, sino para los futuros clientes de esas personas que valorarán su título universitario», explica Fernando Frías, vicepresidente del Círculo Escéptico y uno de los autores del blog. «Creo que, en general, hay una falta notable de cultura científica en España», continúa Frías, «afortunadamente hay una serie de divulgadores e investigadores que están empezando a poner remedio a esta situación en museos de la ciencia, en planetarios, en muchos blogs. La ciencia se considera un conocimiento muy especializado, por encima de la educación básica, pero hay que entender que también es parte de la cultura».
Astrología y ‘horoscopía’
Juan Trigo es doctor en Ingeniería Química y presidente de la Sociedad Española de Astrología. Cree que la ciencia y la astrología no se contradicen, sino que se «enriquecen » mutuamente. ¿Debe enseñarse astrología en la universidad? «Rotundamente, sí», responde, «aunque es evidente que solo puede enseñarse la astrología que se enseñaba hasta la Edad Moderna, es decir, una disciplina rigurosa, compleja, enraizada en diversas ramas del conocimiento y para la cual se necesitan muchos años de estudio y atención, y sobre todo asentada sobre el trabajo de científicos durante milenios, y personalidades no tan lejanas de nuestros días, como Paracelso, Nostradamus, Kepler, Galileo, Da Vinci, etc.». «Ha sido la utilización restrictiva y excluyente del método científico por parte de un sector de la clase científica lo que ha hecho apartar del catálogo de la ancestral universitas (universal) gran parte del conocimiento antiguo, como la alquimia, etc.», continúa. «Dicho todo lo cual, déjenme salir en defensa de mis colegas de la Universidad. Tienen razón en abrigar tanta desconfianza hacia la astrología, por la falta de rigor, el oportunismo y el abuso del sensacionalismo y la credulidad de la gente, asustada por sus problemas cotidianos, de muchos que se hacen llamar astrólogos. Se ha vertido muchísima basura con la etiqueta de la astrología.
Tienen razón, «eso» no es astrología, quizá cabría llamársela horoscopía». En el imaginario popular la ciencia ha sido considerada tradicionalmente como un saber abstruso y solo apto para iniciados, al que mejor no acercarse. Pero las cosas están cambiando: según la encuesta bienal sobre la Percepción Social de la Ciencia 2010, publicada en noviembre de 2010 por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt), el interés de la sociedad española por la ciencia ha crecido un 36% en dos años. «Sigue siendo un interés medio, hay temas que interesan más como la medicina y la salud, el deporte o la seguridad ciudadana. Ya sabemos el pequeño lugar que ocupa la ciencia en los medios y el debate público…
Pero lo que es muy positivo es la evolución, un interés creciente que beneficia nuestra actividad», explica Gonzalo Remiro, de Fecyt. «Se nota en cosas como que cada vez hay más gente que lee los prospectos de medicamentos o instrucciones de aparatos, o en el amplio porcentaje de ciudadanos que no quieren que se reduzca el presupuesto en ciencia e innovación». Con el objetivo de divulgar el conocimiento científico se creó en noviembre del pasado año en la Universidad del País Vasco la Cátedra de Cultura Científica. «Pretendemos conseguir que la ciudadanía tenga un nivel de cultura científica acorde con la sociedad tecnocientífica en la que vivimos. El nivel de conocimiento e interés es bajo en comparación con el desarrollo científico de la sociedad», explica el catedrático Juan Ignacio Pérez. «Para tomar decisiones bien informadas hay que tener una noción de la ciencia y de sus descubrimientos, tanto en decisiones cotidianas individuales, como colectivas. Solo una sociedad con conocimiento científico funcionará bien y será exigente con sus políticos. Una sociedad bien formada es más libre y exigente, más crítica.»
PUBLICADO EN ATLANTICA XXII, Nº 13, NOVIEMBRE DE 2010
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