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Atlántica XXII

Las brumas del Bajo Nalón

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Las brumas del Bajo Nalón

Brumas en el puerto de San Esteban. Foto / Chus Gión.

Brumas en el puerto de San Esteban. Foto / Chus Gión.

Xuan Cándano / Periodista.

Ante la gran afluencia de turistas este verano en Asturias y la saturación de muchos destinos, los empresarios del sector piden al Principado que promocione el Bajo Nalón, por sus grandes posibilidades sin explotar.

Los empresarios tienen la lucidez que le falta a las Administraciones, que llevan medio siglo marginando y condenando a la desertización a la zona con más potencial de Asturias. Ellos y la sociedad civil local, cada vez más menguada por falta de habitantes, son los que mantienen el pulso desde hace unos cuantos años a una comarca abandonada, que es una metáfora del fracaso de la Autonomía asturiana.

La ría del Nalón tiene una cautivadora belleza, hasta cuando la inundan las brumas del Cantábrico, que deben de ser las que confunden a los políticos que pasan de largo por un territorio que fascinó a Rubén Darío, a Sorolla, a los pintores de la Colonia de Artistas de Muros y a Rafael Altamira. Pero también tiene tierra, mar y aire: una ubicación excelente en el centro de Asturias, un inmenso puerto infrautilizado, la última estación de la línea férrea del antiguo Vasco-Asturiano y el aeropuerto a dos pasos, además de grandes terrenos sin destino que en su día tuvieron uso industrial, cuando por aquí salía el carbón de los valles del Caudal y del Aller.

El puerto de San Esteban, que llegó a ser el de más tráfico carbonero de España, está abandonado desde que el capital vasco dejó de explotarlo hace ya medio siglo. Desde entonces Asturias lo deja languidecer. Si ahora tiene una incipiente actividad en deportes náuticos es por el dinamismo de los dos clubs náuticos de la ría, el de San Esteban y el de L´Arena.

El Principado no solo no le da, sino que le quita. Excluyó a sus concejos de Soto y Muros de los fondos mineros, aunque aguantaron la contaminación que tiñó de negro las aguas del Nalón durante un siglo, lo que aún se observa en la playa de Los Quebrantos de L´Arena. Y le hurtó inversiones que había arrancado a fuerza de movilizaciones el vecindario, como la pasarela que uniría las dos orillas y los dos pueblos, aprobada por el Gobierno de Sergio Marqués y eliminada de un plumazo por el de Vicente Álvarez Areces, que destinó aquellos 500 millones de pesetas previstos a otro puerto asturiano.

La comarca tiene además una especie de malditismo histórico. La Colonia de Artistas de Muros desapareció a finales del siglo XIX cuando iba a construir una residencia para sus pintores en las marismas de la ría, por la muerte prematura de su promotor, Casto Plasencia. Y a finales del XX el gran proyecto de Puerto Norte del presidente Juan Luis Rodríguez Vigil se quedó en un “Puertomocho” cuando tuvo que dimitir por el escándalo de una inversión petroquímica fantasma.

Cierto es también que, como en el famoso llamamiento de los sitiados del cuartel de Simancas en la Guerra Civil, en el Bajo Nalón dan ganas de decir “disparad contra nosotros, que el enemigo está dentro”, porque los Ayuntamientos ni piden, ni proyectan ni reclaman, se limitan a mantener un sistema clientelar muy eficaz electoralmente y nefasto desde el punto de vista social.

A ver si de una vez levantan las brumas que llegan del Cantábrico, porque Asturias no se puede seguir permitiendo el lujo de tener la desembocadura de su río totémico a la espera de que alguien le haga justicia.

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