
Gaspar Llamazares durante un mitin en la campaña electoral de mayo. Foto / Pablo Lorenzana.
Javier Álvarez Villa.
Decía Gaspar Llamazares en una entrevista publicada por el diario El País el pasado 18 de mayo, en plena campaña electoral, que en Asturias “nos encontramos en la situación actual como resultado del clientelismo, del continuismo y del agotamiento del proyecto del PSOE” y que para apoyar a un futuro Gobierno socialista era necesario “un cambio radical. Que revierta su política de privatizaciones y de especulación urbanística. El PSOE ha privatizado el agua en muchos municipios, y quieren 10.000 nuevas viviendas en Llanes”.
No era la primera vez, ni sería la última, en la que el cabeza de lista de Izquierda Unida aludía al clientelismo para diagnosticar los males de la realidad política asturiana que habría que desterrar como condición para futuros pactos. Así, en una rueda de prensa que ofreció en Oviedo el 15 de enero, rodeado de simpatizantes, manifestaba que el objetivo de su candidatura era el cambio y “acabar con el clientelismo” que existe en Asturias (agencia Europa Press); en una entrevista concedida a la cadena SER el 15 de mayo pedía pasar página del clientelismo para posibles pactos; en el diario El Comercio del 21 de mayo señalaba que “las obras de carácter clientelar de la FSA, como la ampliación de El Musel, han producido un fiasco” y en una rueda de prensa el 20 de mayo, difundida por la Agencia EFE, declaraba que “el caso de los Palacios en Oviedo o la ampliación del puerto de Gijón han pasado directamente a manos de la Fiscalía en una conjunción astral que puede impugnar toda una época de especulación, megalomanía y gestión clientelar».
Al mismo tiempo, en muchos carteles electorales con la efigie de Gaspar Llamazares podía leerse la leyenda “contra el caciquismo, los favores y los maletines”.
Parece evidente que el Sr. Llamazares tenía bien clara la idea de que los sucesivos Gobiernos del PSOE-FSA habían tejido una trama de naturaleza clientelar que había que desenredar como condición indispensable para suscribir cualquier pacto futuro con los socialistas asturianos y que hizo de este planteamiento un compromiso electoral sustancial con los ciudadanos y ciudadanas de Asturias.
No vamos a extendernos demasiado sobre el concepto del clientelismo político en las democracias representativas que es, en lo fundamental, un clientelismo de partido: los partidos gobernantes, con la capacidad de gestionar la gran chequera pública de los presupuestos y de adoptar decisiones discrecionales con trascendencia económica, otorgan beneficios económicos de distinta naturaleza a favor de determinadas personas, físicas o jurídicas, a cambio de lealtades y apoyos de diferente clase: financieros, electorales, sindicales, burocráticos, mediáticos, etc. Tampoco nos parece este el momento de analizar cómo las relaciones clientelares se fraguan, en muchos casos, en perjuicio de terceros con mejor derecho que los beneficiarios del favor político, ya sea un puesto de trabajo en el sector público, una subvención o un contrato de obra pública.
Lo que nos preguntamos ahora es qué cambio radical ha prometido el PSOE a Gaspar Llamazares y a Izquierda Unida de Asturias para revertir esa gestión clientelista de los asuntos públicos y, por tanto, apoyar el nombramiento como presidente del Principado de D. Javier Fernández, a la sazón, secretario general de la FSA desde finales del año 2000, es decir, durante los últimos quince años.
Poco sabemos sobre el contenido del acuerdo alcanzado entre el PSOE e Izquierda Unida de Asturias que, de entrada, es un papel oculto al conjunto de la ciudadanía asturiana, por lo que adolece del peor de los vicios posibles en un documento que se anuncia como guía de un Gobierno democrático: sus firmantes lo mantiene escondido en un cajón.
A la espera de que se haga público con la mayor urgencia posible por elementales razones de higiene democrática, convendría que Gaspar Llamazares y su partido fueran desgranando, una a una, las medidas comprometidas por el presidente Javier Fernández para ir deshaciendo los múltiples nudos de las redes clientelares de la gestión pública: de la empresarial, de la burocrática, de la sindical, de la mediática, de la corporativa, etc.
Sin pretensión de exhaustividad, es necesario conocer qué medidas va a tomar el Gobierno del PSOE-FSA en relación con el acceso al empleo público en la red de “chiringuitos” del Principado, con las subvenciones directas sin concurrencia, con los contratos sin publicidad y con el fraccionamiento contractual, con el funcionamiento de los órganos autonómicos colegiados con competencias sobre urbanismo y medio ambiente, con la financiación pública de sindicatos y asociaciones empresariales, con el reparto de la publicidad institucional, con la independencia y pluralidad informativa de la radio televisión pública, con el sistema de cuotas partidistas en los nombramientos en organismos e instituciones de asesoramiento y control, con los mecanismos de influencia y presión de los poderes financieros y económicos sobre el Gobierno del Principado etc.
¿O, acaso, el Sr. Llamazares se estaba refiriendo a otra cosa cuando hablaba de combatir al clientelismo en Asturias?
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