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Atlántica XXII

Los amores nada silenciosos de Juan Benito

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Los amores nada silenciosos de Juan Benito

Juan Benito Argüelles en su casa de Independencia 18 de Oviedo. Foto / Mario Rojas.

Juan Benito Argüelles en su casa de Independencia 18 de Oviedo. Foto / Mario Rojas.

Xuan Cándano / Director de ATLÁNTICA XXII.

En El cura y los mandarines, su buen amigo Gregorio Morán ironiza sobre “la oposición silenciosa” de muchos intelectuales durante el franquismo, pero la de Juan Benito Argüelles fue realmente resistencia ruidosa ante la dictadura, porque cantaba a diario a grito pelado con sus alumnos de instituto La Marsellesa. Decían las lenguas equivocadas que era La Internacional, aunque ciertamente entonces sonaba tan subversivo el himno francés como el de los proletarios de todo el mundo.

Así era JB, afrancesado, republicano contaminado por la acracia, divertido e irónico como buen carbayón nacido en la estación del Norte, de donde creía Emilio Alarcos que venía su cospomolitismo y su espíritu viajero.

Fue ese sentido del humor lo que incentivó mi amistad con JB, porque lo cultivaba tanto que era el rasgo más característico de su personalidad, con su discreción y su capacidad para escuchar.

En los años ochenta, ante las primeras peticiones para recuperar la toponimia tradicional, JB escribió un artículo en el que indicaba que con el cambio el pueblo de su familia pasaría a llamarse La Polla Llena. Entonces era un feroz enemigo de la normalización del asturiano y fundador de aquellos “Amigos de los Bables” de efímera existencia, pero a mí me hizo mucha gracia aquella boutade y compartimos risas con ella, sin dejar de discutir amigablemente sobre aquellas posiciones lingüísticas suyas, que fue cambiando con el paso del tiempo y con el público reconocimiento a la calidad de la literatura en asturiano que publicaban jóvenes escritores a los que reconocía mucho talento, como Xuan Bello o Milio Rodríguez Cueto.

De aquella me decía que yo era el único bablista con sentido del humor, algo incierto, aunque no lo es tanto que a los asturianistas nos faltó en aquellos años empatía y un cierto realismo para comprender las limitaciones que lastraban nuestros sueños.

También admiraba el porte elegante de JB –tan parecido a José Bódalo, como dice acertadamente Ignacio Gracia Noriega– y su figura bohemia que destacaba en las interminables noches de El Paraguas de Fernando Lorenzo, donde coincidíamos con frecuencia y donde era habitual verlo cantando boleros con el poeta Ángel González y algún guitarrista ocasional.

Eran de la Generación de los 50, la del “Confieso que he bebido”, porque si hicieran unas memorias colectivas podrían poner tan nerudiano título, en homenaje a aquellos días de vino y rosas de los primeros e ingenuos años en la Transición.

Juan Benito Argüelles formó pareja inseparable con Lola Lucio. Foto / Mario Rojas.

Juan Benito Argüelles formó pareja inseparable con Lola Lucio. Foto / Mario Rojas.

La de JB es una historia de amor a la literatura y a su esposa Lola Lucio, con la que formó una pareja inseparable, de esas tan románticas que parecen sacadas de alguna novela de su selecta biblioteca o de alguno de los poemas de Ángel González, que tanto debe a su enorme generosidad.

Lola le aportó energía y constancia, lo que hizo posible que lo que parecían festivas ocurrencias de amigos se convirtieran en sólidos proyectos que aún perviven, como el premio de novela Tigre Juan y la asociación Tribuna Ciudadana.

Si Vicente Aleixandre, el icono de la oposición silenciosa, convirtió en un refugio de resistencia cultural su famosa casa de Velintonia 3 en Madrid,  Juan y Lola hicieron de la suya, en Independencia 18 de Oviedo, una fiesta perpetua de buena literatura, por la que siguen pasando escritores consagrados y noveles a disfrutar del genio y la bonhomía de sus anfitriones, y del placer impagable de una buena tertulia de amigos.

Dicen que con la muerte de JB se va una época, pero no es cierto. Queda Lola, con tantas conversaciones y lecturas pendientes, y la energía intacta que le hizo participar activamente en la última campaña electoral de las municipales como candidata. Y además las personas imprescindibles como su marido, que diría Bertolt Brecht, nunca desaparecen, porque son las que nos hacen mejores a los demás y sin ellas el mundo se pararía. Como seguiremos parando por Independencia 18 sus amigos.

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