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Los “fantasmas” del viejo Hospital

El viejo HUCA del barrio ovetense de El Cristo ofrece ahora, abandonado, un efecto fantasmagórico. Foto / Pablo Lorenzana.
Una constelación de pasillos vacíos y polvorientos, habitaciones gélidas e inhabitadas y quirófanos inanimados dan al viejo y abandonado Hospital Central del barrio de El Cristo de Oviedo un aspecto fantasmagórico. Ya no hay pacientes, pero sí aún trabajadores, equipos de mantenimiento y de seguridad que pueden contar escenas inquietantes. Conviven con los fantasmas del pasado de unos edificios por los que pasó la vida y la muerte de generaciones de asturianos durante más de medio siglo. Y con los del presente.
Aladino F. Pachón / Periodista.
Hubo quien vivió la extraña y desagradable experiencia, en mitad de alguno de los solitarios y oscuros pasillos de una planta de la otrora Residencia Covadonga, de ver cómo su teléfono móvil, que tenía apagado, se ponía en funcionamiento sin que nadie lo activase a altas horas de una madrugada mientras hacía una ronda de inspección.
La pantalla táctil del terminal, que con su luz artificiosa ahora encendida reflejaba una parte de la cabeza del propietario del móvil en forma de sombra chinesca y siniestra contra una pared, mostró de súbito el rostro primero difuso y luego nítido de una joven mujer rubia que entonaba una canción en inglés desconocida e ininteligible para el dueño del aparato, quien, mientras trataba de reconocerla, sintió en su cuello una frialdad inusual, gélida como el “apretón de unas manos” heladas.
La experiencia duró pocos segundos, dice el protagonista del suceso, tantos como los que tardó en bajar corriendo aterrado por las escaleras desde una segunda planta para ponerse a salvo en el exterior del edificio, en la antigua zona de Urgencias. Los guardas de seguridad lo vieron con el rostro pálido y desencajado: “¿Qué te pasó?”, le inquirieron. “Nada, nada” contestó. Sin hablar del asunto estuvo muchos días. Hasta que no pudo más y lo comentó con alguien. Acto seguido se corrió la voz.
A partir de ahí hubo relatos de otros operarios que vieron en las antiguas dependencias hospitalarias, ya desangeladas, luces extrañas y sombras inescrutables. Incluso el clásico encapuchado oscuro flotando sobre el suelo. El asunto empezaba a parecerse a un programa de Cuarto Milenio.
Un decorado idóneo
Y no es de extrañar que haya nutriente fantasmagórico en este obsoleto conjunto hospitalario, con más de medio siglo de vida, donde hubo decenas de millares de defunciones. La Residencia Covadonga (42.700 metros cuadrados) fue levantada hace 54 años, en 1961. El edificio anexo posterior de Rehabilitación (16.900 metros) hace 52 años, en 1963. En terrenos del Covadonga estuvo, además, la morgue. Enfrente está el Centro Materno Infantil (popularmente “Maternidad”, con 21.664 metros), más anciano, pues se abrió en 1960. Son los tres edificios en los que mayormente hubo tras su cierre esos supuestos fenómenos de fantasmogénesis.
Pero el viejo HUCA tiene más edificios. Se dice que hasta diecisiete entre mastodónticos, grandes, medianos, pequeños e insignificantes; la mayoría deteriorados por el paso del tiempo y que ahora, vacíos casi todos, ofrecen una imagen arquitectónica un tanto siniestra que colabora para acrecentar la creatividad en materia de fenómenos paranormales. Es un decorado idóneo para ellos.
Por citar los más importantes, además de los tres ya referidos, están el de Consultas Externas y Oficinas generales (13.000 metros cuadrados, en el que aún hay alguna actividad burocrática y de investigación como el laboratorio del IUOPA), de 1976. Los Centros Polivalente A, B y C (8.426 metros cuadrados) y el Edificio A (7.900 metros) fueron construidos en 1963. En ellos todavía funcionan en jornada matinal el Centro de Transfusión de Sangre y algunos laboratorios. Las Policlínicas (los llamados ‘hongos’, próximos al antiguo Hospital General), con 8.000 metros, son de 1963 con ampliación en 1980. Están cerradas con mobiliario y ordenadores abandonados dentro. El anciano Hospital General (22.457 metros), en un tiempo pasado buque insignia de la sanidad asturiana, es de 1961, si bien sus pilares, por amenaza de derrumbe, tuvieron que ser reforzados en 2001. Está cerrado, pero dentro siguen armados quirófanos completos, escáner y resonancia; únicamente se extrajo la bomba de cobalto para trasladarla a un cementerio nuclear. Finalmente, el edificio del Instituto Nacional de Silicosis, construido en 1970 y ampliado en 1975, ocupa 14.600 metros de superficie y está cerrado y casi vacío.
Esta agrupación de edificaciones está enclavada en una superficie de terreno en la que 90.000 metros cuadrados son propiedad del Gobierno del Principado de Asturias, 20.000 del Ayuntamiento de Oviedo y 40.000 de la Seguridad Social.
Del interior de los edificios más importantes fueron trasladados a la nueva instalación del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) en terrenos de la antigua Cadellada, en el ovetense barrio de Teatinos, al norte de la ciudad de Oviedo -es decir, al otro extremo del lugar que venía ocupando el viejo complejo hospitalario en el barrio de El Cristo-, un total de 22.000 elementos, según manifestó el director general de Atención Sanitaria, Antonio Álvarez. La operación de traslado, a cargo de una empresa de mudanzas especializada, culminó, tras varios meses, a finales del pasado mes de junio de 2014. Fueron desplazados 850 equipos de electro-medicina, 500 equipos informáticos, 4.250 piezas de mobiliario general, 700 elementos de mobiliario clínico, 9.000 cajas y 2.000 metros lineales de documentación. En cuanto a los enfermos, los últimos 56 pacientes que permanecían en El Cristo fueron trasladados al nuevo HUCA el 17 de junio.
Con todo ello, incluido el nuevo destino del personal sanitario y demás, se dio por concluido un proceso de vaciado o desocupación del viejo HUCA que duró varios meses y que, finalmente, sumió las viejas edificaciones en una casi completa soledad, amortiguada únicamente por la presencia -que será breve- del escaso personal de oficinas, sanitario y de laboratorio que aún realiza labores transitorias en determinadas zonas de las instalaciones; por el personal técnico y sanitario que instaló una unidad de tratamiento del ébola en la quinta planta derecha de la Residencia (zona anterior de la UCI); por personal que traslada en las mañanas materiales de desecho rumbo, supuestamente, al vertedero central, y por personal de vigilancia y mantenimiento durante las 24 horas de la jornada, muy escaso en este caso.
Ahora mismo, dando un paseo a plena luz del día por los terrenos de El Cristo, sobre todo al atardecer, todo el conjunto arquitectónico -habitado como está por un silencio sepulcral que circula libre por edificios de apariencia ruinosa, enmohecidos, decadentes, en cuyos ventanales sucios se dejan reflejar rayos solares mortecinos que producen en ocasiones caprichosos efectos que pueden antojarse sombras extrañas tras los cristales- puede parecer un decorado perfecto para rodar una película de terror.
Los verdaderos fantasmas
Después del vaciado de los edificios en el mes de junio pasado, comenzaron los episodios de presunta fantasmogénisis en julio y agosto. Y por si fuera poco el miedo contaminante que producían los quiméricos fenómenos de teléfonos móviles que se encendían solos, las sensaciones de frío gélido en pasillos y habitaciones o las aparentes sombras inusuales por doquier, los ascensores, principalmente en Residencia y Maternidad, abrían y cerraban sus puertas sin que nadie pulsara botón alguno, y subían y bajaban sin que alguien los llamara.
Así las cosas, algunos de los técnicos de mantenimiento de guardia nocturna decidieron realizar sus rutinarias revisiones en el interior oscuro y profundo de los edificios deshabitados en compañía de algún miembro de seguridad. Por si acaso. Eso hasta que uno de los técnicos eléctricos, en una tremenda noche de ascensores que abrían y cerraban sus puertas ora en una planta, ora en otra de Residencia, tuvo la frialdad, armado únicamente con una potente linterna, de valorar largo tiempo el fenómeno y descubrir que se trataba de un desajuste electromecánico en los ascensores como consecuencia del cese de su uso y de su mantenimiento, que antes se realizaba diariamente. Tras la explicación técnica, los que antes veían sombras y fenómenos extraños en el interior de los edificios curiosamente dejaron de verlos. Por razones convincentes.
Sin embargo, fuera de las edificaciones comenzaron a verse a altas horas de la madrugada otras extrañas sombras, encogidas como homicidas, moviéndose con sigilosa rapidez por todas partes y produciendo temor en los operarios que transitan por las intrincadas callejuelas y pasadizos entre edificios, hasta que los guardas de seguridad, con sus linternas apagadas para no ser vistos, descubren que se trata al parecer de grupos de gitanos y bandas de rumanos, con sus furgonetas aparcadas en las proximidades, a la búsqueda de material de hurto, que hay mucho en el viejo HUCA. Estas sombras, ‘fantasmas’ de carne y hueso, dejaron de verse con profusión, aunque siguen al acecho, nada más que se intensificó la vigilancia.
A estos ‘fantasmas’ de carne y hueso hay que añadir otros también reales pero invisibles para el ojo humano. Son los virus y bacterias que ahora habitan libremente las antiguas estancias hospitalarias, cerradas herméticamente pero con un “aire enrarecido” dentro, según técnicos de mantenimiento.
De hecho, uno de los trabajadores tuvo que acudir una madrugada a urgencias en el nuevo HUCA a causa de extraños dolores musculares y presión respiratoria. Hay que reseñar que los treinta frigoríficos instalados en la abandonada zona de urgencias que contenían cultivos biológicos no han sido sellados y pueden abrirse sin problemas…
Estos son los verdaderos ‘fantasmas’ que habitan el viejo HUCA y sus alrededores. Se supone que desaparecerán cuando sean derribados los arcaicos edificios inservibles. Y con ellos también toda otra clase de fantasmogénesis.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 36, ENERO DE 2015

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