
Está prevista una alta participación en las elecciones de hoy, relacionada con la ilusión recuperada por muchos votantes. Foto / Mario Rojas.
Xuan Cándano / Director de ATLÁNTICA XXII.
Ni me acuerdo de la última vez que fui a votar en unas elecciones generales. Hoy iré, aunque solo sea para votar al Congreso. Eso de que las elecciones son la fiesta de la democracia forma parte de la retórica artificial de políticos y medios, pero no iba hasta ahora con gente rara como yo, desencantada con el fraude de la partitocracia, asqueada con la corrupción, indignada con el secuestro de las instituciones por una casta parasitaria e impotente ante la utopía que representa en España la meritocracia.
Sea cual sea el resultado electoral, la catarsis que supuso el 15-M, la mayor aportación a la ciencia política de la historia de España, se va a plasmar hoy en las urnas. Los agoreros que decían que aquellas plazas llenas no cambiarían nada, con la gente joven recuperando la dignidad perdida de la política, se equivocaron. La calidad democrática española, la primera de las motivaciones del 15-M, ya ha mejorado ostensiblemente. Comparto el optimismo radical e inteligente de César Rendueles porque algo ha cambiado en España, lo suficiente para que los poderosos no se sientan tan impunes y los ciudadanos tan esclavos de sus abusos. Lo que no es poco.
Que la frágil democracia española recuperó calidad, soltando el lastre de los miedos de la Transición, se observó durante la campaña electoral. Se acabó el turnismo decimonónico y son cuatro los partidos con opciones de triunfo. Todo parece emergente en la sociedad española, no solo por los nuevos partidos. También han aparecido medios emergentes que cuestionan a los tradicionales y los debates trucados, encorsetados e impuestos por los políticos a los periodistas han pasado a la historia. Como el de Jordi Évole con Albert Rivera y Pablo Iglesias hablando con naturalidad en un bar, que marca un antes y un después en el periodismo político en España.
Una nueva generación toma el relevo en España y ya iba siendo hora, porque se rompe el tapón impuesto desde la Transición. Esa es otra de las certezas que se cumplirá hoy con el escrutinio, sea cual sea el Gobierno que nos traiga.
Y eso es lo realmente importante, más que el resultado electoral. La política tiene tales paradojas que, aunque nunca haya habido tanta incertidumbre sobre los resultados desde 1977, puede que el gran ganador de este 20-D no sea quien ocupe La Moncloa, sino Ada Colau, la última en una lista que se presenta en Barcelona, de cuyo éxito puede depender la suerte del problema catalán, sin duda mucho más transcendente para España que el futuro de su economía.
Por eso hoy sí parece que disfrutamos de una fiesta democrática en la que millones de ciudadanos no somos convidados de piedra. La resaca de los pactos llegará mañana.
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