En la foto del jefe de Estado
que fija el instante
en que él, sentado ante un decreto
de muerte de alguien,
en penoso deber la pluma
de oro blande,
cuando firme la firma
de un trazo la trace,
trazada en su frente la puedes ver
la marca del que sabe.
Agustín García Calvo
Juan Carlos Monedero / Mirando a Mariano Rajoy o a Pedro Sánchez cuesta trabajo entenderlo, pero hubo un tiempo en donde la mayor inteligencia humana se ocupaba de la política. Qué tiempos.
Dijo Platón que la política pertenecía a todos los seres humanos. Así lo habían dispuesto los dioses. Repartidas las virtudes entre todos los animales por el apresurado Epimeteo, hacía falta otorgar una cualidad que compensara el olvido de los hombres y su extrema debilidad carente de fuerza, velocidad, garras o alas. ¿Qué podría estar repartido por igual? Casi evidente: la búsqueda de las metas colectivas que todos debiéramos, obligatoriamente, cumplir. Es decir, la política. El ser humano no puede sobrevivir en solitario (necesitamos cuidados cuando niños, ancianos, cuando enfermamos y también cuando queremos sobrevivir). ¿No era una garantía de supervivencia entregarnos a todos y cada uno la misma capacidad para construir la vida colectiva?
Ha sido lugar común de los bienpensantes decir que Maquiavelo era un canalla. La verdad es que un bendito no era. Pero ¿alguien lo es? No menos verdad es que la hipocresía de la Iglesia, al igual que con Rousseau o Voltaire, lo condenó al infierno al decidir ponerlo en un inmortal índice prohibido, lo que no siempre ha ayudado a entender qué estaba contando el florentino. Maquiavelo escribía recto en renglones torcidos.
Lo que decía no era mentira, pero los consejos que daba a su asesorado príncipe eran solamente la mitad de la verdad. Le ocurre a casi todos los especialistas: hacen buenos análisis (ana-lisis, descomponer hacia atrás los componentes o causas de algo) pero luego se olvidan de hacer síntesis. Cuando haces eso, llegas a creer que existe la política. Pero es mentira. La política solo existe como una parte de lo social. Si te olvidas de eso, te conviertes en un monstruo. Aunque te creas muy listo. Les pasa a los príncipes y a sus asesores.
Ocurre lo mismo con lo económico. Puedes analizar la economía entendiendo que las sociedades buscan resolver el problema de la escasez a través de la división del trabajo. La escasez es la esencia de la economía, pues si desapareciera la escasez no haría falta la economía. Pero, a diferencia de lo que hacen los economistas al uso, esto hay que devolverlo luego al seno de lo social. Es entonces cuando se entiende que no se trata de crear escasez, sino de gestionarla. Si no regresas la economía a la sociedad te pueden sin problema sobrar dos tercios de la humanidad.
Lo mismo ocurre con la política. Su esencia es el conflicto (si no hubiera conflicto, si fuéramos ángeles bienhechores, no haría falta la política). Pero luego de entender esto hay que, igualmente, regresar la política al seno de lo social. Entonces se entiende que hay política porque hay conflicto, encargándose la misma de gestionarlo para, a través del poder, lograr la paz. A fuerza de hacer eso, después de terminar la fase de hominización puede empezar la de humanización. Y todos los seres humanos terminan pareciéndonos nuestros hermanos. Que se lo digan a la Troika.
Maquiavelo recordaba al príncipe que era bueno que los súbditos lo amaran, pero que para mantener el poder lo relevante era que lo temieran. Sabía que el conflicto es el corazón de la política, pero dejaba de lado el hecho de que la política solo tiene sentido cuando busca su función social, esto es, lograr la paz. Jodidos especialistas a los que siempre les sobra la gente.
Entenderíamos entonces que el único conflicto decente es el que busca un nuevo orden social en donde se repartan entre todos las ventajas de la vida en común. Maldita sociedad la que cree que hay más inteligencia cuando se desprecia, precisamente, la sociedad. Maldita esa sociedad de, como cantaba García Calvo, “los que saben”. Porque en el fondo no tienen ni idea. Maldita sociedad que no hace política para la gente. Aunque parezcas más tonto. Maldita sociedad que no le devuelve al pueblo la política usurpada por los políticos.
Ya tendremos tiempo de convencer a Maquiavelo de que entienda que de lo que se trata ahora es de dejar de delegar la política. Ese es el susto de la “casta”; es el susto de la Troika. Y es la esperanza de la gente. Que le hemos dicho al príncipe que ni le amamos ni le tememos. Y que hemos aprendido que no podemos volver a cometer los errores del siglo XX.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 36, ENERO DE 2015
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