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Marcelino Laruelo: “El capitalismo evolucionó de la explotación a la estafa”
Si la ciudadanía se contagiara algo del activismo polifacético e incansable de Marcelino Laruelo (Gijón, 1955) el poder tendría un serio problema, sobre todo en Gijón, donde ejerce de eficaz conciencia crítica en todo tipo de asuntos polémicos, generalmente en solitario. Fue pionero del ecologismo y uno de los salvadores de la playa de San Lorenzo, periódicamente amenazada por la fiebre del hormigón. Es autor de varios libros de investigación histórica imprescindibles para conocer la represión franquista en Asturias (¡El Cervera a la vista!, La libertad es un bien muy preciado y Muertes paralelas), que distribuye él mismo. Ejerce de crítico implacable en su propia publicación en Internet, Asturiasemanal.es. Su última cruzada es contra el maltrato a los residentes en los asilos a través de la Oficina de Defensa del Anciano. Tuvo múltiples ocupaciones y ahora es uno más de los seis millones de parados. Eso no le tapa la lengua. Por Chema Caso.
Supongo que pedirá elecciones anticipadas.
No voto, no ando a toque de silbato de nadie y, últimamente, no voy a manifestaciones de funcionarios ni de hipotecados. Rubalcaba tal vez habría sido más servil ante el Estado Mayor mundial del capital que Rajoy. Bárcenas y los ERE, aparte.
¿Por qué?
Esto ye una pudriella de todos contra todos.
Es pues un descreído que opta por el individualismo.
No. Me muevo por la Liberté, la Egalité y la Fraternité. El amor y el humor. La paz y la justicia para la felicidad de los pueblos. Soy un miembro del exiguo equipo de zapa a bordo, forzosamente, del navío espacial Tierra.
¿Tan mal lo ve?
Los trabajadores y la gente corriente de este país han sufrido tres grandes estafas económicas desde la Transición: los Pactos de la Moncloa, la entrada en el Mercado Común y el paso de la peseta al euro. Solo falta que volvamos a la peseta y nos birlen otro 20% más en la devaluación. Vivimos una III Guerra Mundial económica contra los trabajadores y la gente corriente, cuyo principal teatro de operaciones está en el Mediterráneo: la orilla Sur, de Marruecos a Turquía, está en llamas, y la orilla Norte, de Grecia a Portugal, en quiebra. El capitalismo desarrollado evolucionó de la explotación a la estafa. Empezó con “el fraude inocente” que dijo Galbraith. Lleva más de treinta años perfeccionando la estafa generalizada. Ha roto la baraja estrenada en 1945. Haría falta otro Marx para que nos explicase lo que ocurre. Las grandes, y no tan grandes, empresas, en comandita con los Estados y sus Gobiernos, te meten la mano en la cartera y se llevan lo que quieren y evaden lo no escrito. Alguien, tal vez «in vino, veritas», ya le había dicho al barón de la Brède que «gobernar es el arte de sacarle el dinero a los gobernados para entregárselo a los gobernantes». En eso estamos.
En eso y en el paro.
El paro les importa un carajo mientras no se convierta en un problema de orden público, como dicen ellos. Con más de seis millones de parados, un Gobierno decente, honrado y con un poco, un poco, de conciencia social, aunque fuera de derechas, acabaría con él en seis meses. Todos sabemos muy bien cómo, que está todo inventado. A esos caraduras y cuentistas que se autotitulan «sabios», catedráticos de esto y de lo otro, que se pasan la vida diciendo a los demás lo que hay que hacer, pero que nunca nos dicen lo que hacen ellos, les ponía yo unas semanas al volante de un camión, o haciendo habitaciones en un hotel, o en un centro de atención al cliente, o de cajeros en el súper, verías cómo cambiaban de discurso sobre jornadas, jubilaciones y salarios.
Veo que no me lo pinta mal sino peor.
España es cada vez menos Estado, menos social, menos democrática y menos de derecho. Es el final de trayecto al que nos condujo la Santa Transición. Los que nos opusimos, teníamos razón. No hubo ni decencia ni patriotismo ni nada. Cada uno de ellos, a mirar para sí. Hoy, muchas veces, pienso que tal vez sin la tutela de Kissinger y Willy Brandt todavía hubiera sido peor. Entre Prat de la Riba o Pi y Margall, escogieron al primero; pues ahí tienen el resultado, que lo bailen ahora. Esa variante del gansterismo que llaman corrupción viene de muy atrás, de los «picos, palas y azadones» y del “solo el que roba triunfa y manda”. En 1979 y en 1982 se pudo cortar, pero se acoplaron. El delincuente quiere vivir en una sociedad de delincuentes. Los empresarios, los políticos, los de la toga y los de los tabloides, si uno de esos poderes estuviera sano, frenaría la peste. Pero están todos contagiados. Y los votantes se parecen a los políticos a los que votan. Así es la pudriella.
No gastar
Entonces, ¿no hay nada que hacer?
Lo que les digo a los amigos y afines: que se pongan a resguardo de esta pelea de gánsteres. Hay que apartarse, no colaborar y oponer resistencia. Unirse y hacer peña. No pido heroísmos: que en la gasolinera no te sirven a pesar de que vas a gastarte 30 euros, pues ir a otra en que lo hagan, son puestos de trabajo; reclamar las comisiones al banco, apagar el móvil, desenchufar la nevera. No gastar. Somos un país de guerrilleros y ellos nos han declarado la guerra económica. El azúcar, el café y el aceite pueden volver a ser la moneda que sustituya al euro. Como dijo Chumy Chúmez: «Con que devolvieran la mitad de lo que robaron, estaríamos salvados».
¿La izquierda perdió la batalla?

Marcelino Laruelo considera que los que se oponían a la «Santa Transición» tenían razón. Foto / Fotosíntesis.
En 1981, gente del PSOE me dijo que Mitterrand era la extrema izquierda comparado con González. No lo creía. Pero el socialfelipismo, que metió a España en Europa y en la OTAN “de entrada, no», entregó la industria y la agricultura a los intereses y conveniencias del capitalismo europeo, convolutos de por medio. España es y era mucha España, pero las grúas del dique de la Duro eran de la época de Franco, los herederos querían hacer cash y los caldereros, prejubilarse. Nunca tuvimos tantos ingenieros por metro cuadrado, pero ya no se fabrica una moto en España. Las cerezas vienen de Cáceres y el zumo para la sidra, de Chequia. Abunda la cotolla y la ruina industrial. Las subvenciones al campo acaban en Japón; las de la industria, en Alemania: mitsubishis y mercedes. Así nos luce el pelo.
¿Es peor la crisis actual que la de los ochenta?
Desde la crisis del petróleo en los setenta, ya vi y viví muchas crisis. A muchos, esas crisis no les afectaron un pelo. En ésta, que algunos veíamos venir, la ola no se sabe adónde va a llegar. Nadie se extrañaría mucho si cerrase RTVE o si quebrase el superbanco o si no llegasen las pensiones a finales de mes. Tiene aspectos positivos. Y es que está acabando con mucha tontería y pijotería. Vuelve a valer más un billete de diez euros en el bolsillo que la tarjeta de crédito sin crédito. En España, como en el mundo, o ganan los gánsteres o la gente honrada y decente. Por ello, resistencia y no colaboración. Si vencen los gánsteres, nos llevarán a otra guerra. Del tipo que sea.
Entonces parecía no haber salida. Pero a Asturias, España, Europa parecen cambiadas.
Claro, todo fluye. Veo mucho palmero, pero menos liberté que hace treinta años. Alguien, que se crió en la RDA, afirma que, en la España actual, el ciudadano está más controlado por el Estado que en aquel país por la Stasi. Hay menos egalité en el mundo, en España y en el barrio obrero, donde en el mismo portal hay familias que meten 6.000 euros al mes y otras que sobreviven con 600 (o menos). Y hay menos fraternité, porque consiguieron que cada uno vaya a su bola y solamente sepa conjugar con el “yo, mí, me, conmigo”; además de que «cuando no hay panchón, todos riñen y nadie tiene razón». Estoy a favor de las recomendaciones del 10% de Cristine Lagarde y el FMI, o sea, que nadie debería cobrar menos del 10% del salario de Madame Lagarde.
Pero, ¿no le parece que ha habido avances, que España ya no es un país atrasado y que las ciudades se han hecho más habitables?
Eso es una chorrada. También los romanos hicieron puentes y calzadas y no tenían IVA ni IRPF. A los que les fue muy bien con el urbanismo actual fue a especuladores y malayos. El baldosismo dio mucho dinero y votos. Cuando mueran los pensionistas, los jóvenes en paro de las cuencas podrán ir a pescar truchas para cenar caliente; los de Gijón, al superpuerto a pescar chopes. El “mejor plan de saneamiento de Europa”, entrecomíllalo (Borrell, Silva, Areces), sigue en Gijón sin la depuradora del Este veinte años después. En el túnel del metrotrén pueden crear una cooperativa champiñonera. ¡Por favor!
De lo que sí parece que no somos capaces de desasirnos es de la caspa rampante, de la corrupción, del latrocinio político-financiero y, aún peor, del intelectual.
Si Rajoy, según sus propios papeles, se subió el sueldo un 27% en plena crisis y Cospedal ganó 158.000 euros netos en 2011, lo que interesaría saber en un clic son los datos equivalentes del resto de barandas nacionales, regionales y locales. En la época de Suárez, las declaraciones de la renta de los mandamases se hacían públicas. Lo dejaron de hacer, dijeron, por la «amenaza terrorista», entre comillas, que ya no hay. Los intocables continúan con su opacidad y alevosía. Es repetirse.
El expolio del Archivo Histórico
Los archivos de la Revolución de 1934 y de la Guerra Civil en Asturias que estaban en el Gobierno Militar en Oviedo se trasladaron a Ferrol para evitar que usted los siguiera consultando.
El libro ¡El Cervera a la vista!, sobre la evacuación por mar Francia de milicianos y civiles al caer Asturias en poder de los franquistas en octubre de 1937, un tema casi inédito, fue un éxito. Me lo tuve que currar. Con tesón, coraje y suerte, logré acceder a documentación de los archivos militares. Cogí el coche y me recorrí todos los puertos del oeste de Francia. Sin subvenciones y con viento en contra, como siempre, año de 1998, égida de Aznar, y desde La Guardia a San Sebastián me lo quitaban de las manos porque el crucero Almirante Cervera era un mito. Luego, vino La Libertad es un bien muy preciado, sobre la represión, los consejos de guerra, los fusilamientos, los campos de concentración, los batallones de trabajadores… Solo el catedrático León Garzón comprendió la tesis: que la represión nacionalista había sido la misma en toda España, independientemente de que hubiera habido lucha o no. Han pasado quince años y todavía estoy esperando que me llame un editor. Es la Asturias cableada que dijo el director de esta revista. Y yo estoy fuera del circuito: que con su pan se lo coman. El Ejército, como la Consejería de Malestar Social, o cualquier concejalía de Urbanismo, no quiere que le miren los armarios porque seguro que van a aparecer trapos sucios. Dicho lo cual, casi siempre me trataron mejor el Ejército, la Marina o la Aviación que las nuevas burocracias del régimen.
¿Se ve usted como un viejo y terco militante en asuntos turbios de interés general, como el urbanismo y el medio ambiente, para desquicie de los poderes públicos y privados?
No soy terco y todavía no soy viejo. Tercos y viejos son ellos. La primera obra pública de entidad que anunció Vicente Álvarez Areces a su llegada a la Alcaldía de Gijón fue la construcción de un dique semi-sumergido (o semi-emergido si este menda puede manipular también el lenguaje) y el vertido de 300.000 metros cúbicos de arena. Lo presentaron los ingenieros Miguel Velasco y Ramón Galán. Decían que la playa se estaba quedando sin arena en la zona Oeste, regeneración lo llamaban. Se aprobó en el pleno municipal con los votos favorables del PSOE, IU y CDS, y en contra de AP. Llegaron a salir a subasta las obras. Nos tuvimos que batir el cobre para rebatir sus falsedades y trapacerías. Un cuarto de siglo más tarde, vuelven los mismos con lo mismo. Solo que por el medio se hizo un nuevo puerto en El Musel y arramblaron, contra natura y derecho, con 25 millones de metros cúbicos de arena de la bahía para los rellenos de la obra. Lo que ocurre es que la playa de San Lorenzo, la más concurrida de Asturias, es el único espacio natural de la ciudad en el que no han dejado su impronta y no lo soportan. Tienen un aparato de propaganda tan potente que no necesitan publicidad. Y no sigo porque me enciendo.
El maltrato a los ancianos
Su última batalla es a favor de los derechos de los viejos a través de la Oficina de Defensa del Anciano que creó. En los comunicados de la Oficina se dicen cosas terribles.
Tengo a mi madre con alzhéimer desde hace más de diez años. Defendí su independencia, libertad y dignidad todo lo que pude. Cuando, sin remedio, la hubo que ingresar en una residencia, me asomé a un mundo siniestro. Para empezar, no son residencias, son hospitales encubiertos de ancianos y deberían pertenecer a Sanidad y no a Malestar Social. En la primera residencia, privada, en dos años hubo cinco directores. En la segunda, pública, del ERA, hay trabajadores de cinco empresas diferentes. Instalaciones nuevas, como un Ferrari, que la desgana e incompetencia de los directores hace que funcionen como una motocarro. Las personas con alzhéimer avanzado o enfermedades mentales similares están tan indefensas como un bebé de dos años. Terrible. No quiero entrar en detalles, ¡habría tanto que contar! Solamente reitero la petición de que se instalen cámaras de vigilancia (así se pudo detener al criminal de Olot) y webcams para que los familiares y amigos puedan ver por Internet si pasean o no, si comen o si beben. Que se acabe con la incautación de los ahorros y bienes de estos ancianos, de forma que no paguen más de lo que cobran de pensión, y no los 1.428 euros que cobra el ERA: un organismo opaco, que no edita una memoria y que no consta que haya tenido nunca una auditoría externa. No es aceptable que un delincuente en la cárcel reciba un trato mucho mejor que estos ancianos enfermos. Y además gratis. Así que apaga y vámonos.
Gijón, exilio y colonización
Es usted más playu que el arenal de San Lorenzo.
Nací en el número 5 de la calle Contracay de Gijón, entre la playa de San Lorenzo y el Muelle. Éramos los más probes del barrio pero en aquella casa fría, húmeda y sombría fui un niño feliz sin ser tonto del todo en el seno de una familia corriente que no recuperó, los que sobrevivieron, claro, el nivel de vida de antes de la guerra hasta finales de los sesenta. En la dictadura franquista, fuera de las normas escolar y familiar, aquel niño que fui hizo lo que le dio la gana, se pasó los días playeando y callejeando. Fui absolutamente libre, que es lo que desarrolla la inteligencia de niños. Era un inocente que bebía campanos de vino con mi güela con la merienda, que fumó con pantalones cortos y que miraba revistas porno si caían en poder de la banda en un barrio con un puticlub cada cien metros.
Hice un millón de recados y tragué un millón de misas, rosarios, catecismos y procesiones. Soporté el peor profesorado imaginable, planes de estudios malos y libros peores, con más horas de religión que un licenciado en Teología. Y aquí estamos, sin mayores traumas, ateos irredentos y con esa certeza de Sócrates: “Solo sé que no sé nada”. A los nueve años, compré con mis ahorros un transistor de los que sacaban de contrabando por El Musel y oía todas las noches el parte en español de Radio París. A los doce, me suscribí a National Geographic y, a los catorce, recibía por correo L’Express, y, años después, Le Nouvel Observateur.
Llegó Uninsa y Gijón, que podía haber sido la ciudad más bonita del Cantábrico, se puso a la cabeza de la destrucción urbanística y de la corrupción ídem. Vivimos el exilio intramuros y la colonización exterior. De todo eso y más salió este menda semejante a aquel que decía Quevedo -“Muchos hablan mal de mí, / yo hablo mal de muchos. / Mi hablar es más valiente / por ser ellos tantos / y yo ser uno”- o como el Brassens aquel que cantaba en español Paco Ibañez -“No, a la gente no gusta que / uno tenga su propia fe”. Pero, remedando a León Felipe, digo lo que he visto y me sé todos los cuentos.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 28, SEPTIEMBRE DE 2013

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