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Atlántica XXII

Mentes de alto riesgo

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Mentes de alto riesgo

Hinchas del Deportivo de La Coruña en un partido contra el Sporting de Gijón. Foto / Paco Paredes.

Hinchas del Deportivo de La Coruña en un partido contra el Sporting de Gijón.
Foto / Paco Paredes.

Xuan Fernández / El fútbol es mucho más que un deporte. Si alguien que esté leyendo esto es de los que piensa que el fútbol son simplemente “veintidós tíos dándole patadas a un balón”, le diría, primero, que está totalmente equivocado y, después, que deje de leer este artículo inmediatamente.

Yo amo el fútbol. Es sin duda una de mis pasiones de verdad. Lo considero algo extraordinario, ya sea practicándolo o disfrutando como espectador. Se trata de amor a unos colores, sentimiento, lealtad… y todos los adjetivos similares que se nos ocurran. Eduardo Galeano no pudo definir mejor el sentimiento del fútbol: “En su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol”.

”El fútbol me lo ha dado todo”, suelen decir las grandes estrellas ya retiradas; a ellos este deporte les ha dado fama, dinero, respeto y les ha puesto la vida en bandeja. A mí, poniendo la afirmación absolutamente en otro contexto, el fútbol también me lo ha dado todo.

He jugado desde pequeño en el mismo equipo, y ahí fue donde conocí a los que son ahora mis amigos de siempre. Todos jugábamos en el mismo equipo, y el único del grupo que no jugaba con nosotros era el portero del que se supone era el máximo rival. Aprendimos valores de compañerismo, amistad, disciplina y a la vez nos íbamos haciendo mayores. Nunca olvidaré mi último partido, fue como si se acabara algo de verdad.

No tienes por qué haber jugado al fútbol para que sientas verdadera pasión por él. Es también una perfecta excusa para pasar momentos con amigos, y el mejor motivo de discusión posible. Yo, que soy de las personas que son felices discutiendo por cualquier cosa, si de algo me gusta discutir es de fútbol.

Como todos sabemos, el pasado domingo por la mañana un aficionado ultra del Deportivo de La Coruña fallecía debido a enfrentamientos violentos con los ultras del Atlético de Madrid. El hincha se llamaba Francisco José Romero Taboada, “Jimmy”. Tenía 43 años, estaba casado y tenía una hija de 19 años y un hijo de 9. La primera persona que me viene a la mente cuando pienso en la muerte de “Jimmy” es la madre de sus hijos. Esa madre les tiene que decir a los huérfanos de “Jimmy” que su padre viajó a Madrid para pegarse con una banda ultra rival y en la pelea le fracturaron a golpes la cabeza, le rompieron el bazo y después le arrojaron al río.

La muerte de “Jimmy” me ha hecho pensar mucho y replantearme cosas que nunca había hecho. ¿En qué sociedad vivimos, en la que personas, por cierto no jóvenes o adolescentes en su mayoría, quedan premeditadamente en un punto común para matarse a golpes con palos, puños de hierro, sillas y todo tipo de armas? Los que apalearon y tiraron a “Jimmy” al río, ¿eran verdaderamente conscientes de que estaban dejando sin vida a un hombre? Por más que intento pensarlo mi cerebro no lo acepta.

Por otra parte me ha dado verdadero asco ver a los presidentes del Atlético y el Dépor apoyándose el uno al otro y declarando que estos enfrentamientos “no tienen nada que ver” con sus equipos ni con el fútbol. Sí esas afirmaciones significan que no van a hacer nada para que los ultras desaparezcan de nuestro país entonces sin duda tenemos un fútbol a la altura de nuestros dirigentes.

La muerte de “Jimmy” debería servir para que nos pongamos todos de acuerdo, que esa panda de delincuentes no vuelva a un campo de fútbol en su vida y no se repitan nunca más esas situaciones. Pero soy muy pesimista. La condición humana es muy difícil de cambiar y si existe gente tan violenta como para recorrerse media España y liarse a golpes hasta la muerte no se qué futuro nos espera. Ayer se pusieron pintadas en los lugares próximos a los altercados, una ponía: “DEP Jimmy, ni olvido ni perdón”. Más que partidos de fútbol peligrosos, hay mentes de alto riesgo.

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