MAXI RODRÍGUEZ / TEATRO PRECARIO
En plena reunión del comité federal, un alto cargo del partido arroja, por sorpresa, un palo de selfie encima de la mesa.
ÉL.- Et Voilà!
(Tenso silencio, miradas de desconcierto)
ÉL.- Compañeros, ya que hemos antepuesto nuestro ego a las necesidades de la gente, ya que preferimos seguir chupándonos las pollas y acariciándonos mentalmente…
(Murmullo general)
ÉL.- … ya que vamos encaminados al suicidio político. ¡Hagámoslo bien, coño! ¡Hagámoslo bonito!
(Larga pausa. Caras de perplejidad)
ÉL.- No, por favor, no me miréis así. Llevo aquí el tiempo suficiente para saber que nuestros teléfonos son lo único inteligente. Lo único, sí señor. Aquí, el resto es silencio, confusión. El peligro real lo miramos a través de la cámara del móvil. Y hemos llegado a creer que la pantalla nos protege de ese tren que se acerca y que parece que nos va a atropellar de un momento a otro. A ver si lo entendéis, joder: si en la pantalla está a punto de pasarnos por encima, seguramente está a punto de hacerlo en la realidad. (Pausa) ¿No entendéis nada, verdad? ¡Bueno, da igual! Sigamos así, ¿qué más da? ¡Muramos juntos, aferrados al mejor invento que ha parido la Humanidad!
(Señala al palo, con gesto severo, ante el estupor de sus compañeros)
ÉL.- ¡Dadme un palo, un puto palo, y moveré el mundo! (Pausa. Sonríe con un punto de maldad) Íbamos a asaltar los cielos, a volar alto, muy alto… pero, de pronto, ¡apareció él! Y emulando a Narciso, que murió ahogado de tanto mirarse en el agua, nosotros estamos a punto de fallecer devorados por nosotros mismos, por nuestra gilipollez.
(A pesar del evidente malestar, nadie se atreve a interrumpir su discurso)
ÉL.- Ya, ya sé, compañeros, que no estamos solos, que tenemos a millones de pardillos detrás, que esto ya no hay quien lo pare, que la hipnosis y el sopor son algo general.
(ÉL agita el palo de selfie en plan majorette, alguno se tapa la cara, otros miran a la pared)
ÉL.- ¡Un país que tolera y asume sueldos de 300 y 400 euros al mes, se autorretrata compulsivamente y entra en la miseria con su media sonrisa y su palo de selfie!
(Una compañera aplaude tímidamente mientras el resto la crucifica con la mirada)
ÉL.- Vale, vale. (Pausa) No os culpo de nada. Casi de un día para otro, empezamos a tocar poder. El poder desinhibe, qué le vamos a hacer, altera nuestra percepción de la realidad, nos hace perder el equilibrio, sentirnos superhéroes y, lo que es peor, ¡¡¡fotogénicos!!!
(ÉL se levanta súbitamente y eleva el palo como bastón de mando)
ÉL.- ¡Compañeros, camaradas, todos a sus móviles! ¡Llenemos lo que nos queda de vida de autofotos bonitas, de selfies temerarios, que cada uno coloque su pistola apuntando a su cráneo! ¡Subamos a los acantilados, a las barandas de los puentes, al lado oscuro de cada tejado! ¡Posemos al borde del abismo! ¡Ya que el sistema nos ha vencido ya, desafiemos juntos a la ley de la gravedad!
(Algún individuo se revuelve en su asiento. Toses. Alguien grita: ¡Anda, vale, ya!)
ÉL.- ¡Venga, compañeros, con dos cojones! ¡Hagamos selfies al volante, con osos, junto a los tiburones! ¡Compremos drones que hagan brillar nuestra vanidad! ¡Disimulemos nuestra papada y nuestras ojeras abrazados a animales salvajes! ¡Paseemos nuestro ombliguismo en las vías del tren, con armas de fuego, junto a los cables de alta tensión! Salgamos en las noches de tormenta con nuestro palo de selfie para que atraiga hacia nosotros las descargas eléctricas. ¡Muramos de autofoto, electrocutados y sonrientes, desparramados sobre caminos de hormigón! ¡Hagámoslo bien, por favor!
(Larga pausa)
ÉL.- ¡Venga, compañeros, a fallecer ensimismados! (Pausa) ¡Y que quede constancia! Dejemos un selfie póstumo para los anales de la historia. Y luego, eso sí, donemos nuestros cuerpos a la ciencia para que analicen por qué no ha podido ser, por qué nos ha sido imposible dejar de sucumbir a la estupidez. Cómo ha podido ocurrir que mientras el pueblo caía sepultado bajo una avalancha de mensajes optimistas, mientras los de siempre recortaban nuestros derechos y saqueaban nuestro país, nosotros andábamos sonrientes con nuestro palo fuera, a ver quién lo tenía más largo…
(ÉL comienza a recoger sus cosas, se pone la chaqueta y camina hacia la puerta)
ÉL.- ¡Ah! Y un minuto antes de perder la vida actualicemos nuestro perfil de Facebook, que permanezca en las redes nuestro estado: “Encantados de habernos conocido”. La felicidad dura un instante, ¿no? Pues merecerá la pena inmortalizar nuestra cara de “revolucionarios de salón” en esta sociedad del siglo XXI que tanto ha evolucionado para fotografiarnos sonrientes con el Taj Mahal, la basílica de Covadonga o el puente de Triana al fondo.
(A punto de salir, se vuelve hacia sus compañeros y saca su móvil del bolsillo)
ÉL.- Un segundo. Sonrisa, por favor. (Les saca una foto grupal) Gracias. (Abre la puerta y se va)
Oscuro final. TELÓN.
www.maxirodriguez.es
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 40, SEPTIEMBRE DE 2015
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