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Mujeres en plataformas

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Ana Taboada, candidata de Somos Oviedo, en la celebración de los resultados electorales. Foto / Pablo Lorenzana.

Ana Taboada, candidata de Somos Oviedo, en la celebración de los resultados electorales. Foto / Pablo Lorenzana.

Xuan Cándano / Director de ATLÁNTICA XXII.

Intuyo que el mayor error de Podemos desde su espectacular irrupción en la política española no fueron los casos de Monedero o Errejón, dos asuntos menores amplificados por la ofensiva mediática puesta en marcha por los grandes poderes para abortar lo que consideran una grave amenaza. El problema para los de Pablo Iglesias es el modelo de organización que parieron en la asamblea fundacional de Vistalegre: un partido clásico, de corte leninista, con una estructura jerárquica, un secretario general y una ejecutiva.

Es decir, una contradicción: no se puede innovar la política española con los moldes de la casta. Los partidos políticos no son otra cosa, hace mucho tiempo, que grandes empresas de colocación que practican el tráfico de influencias en sus operaciones cotidianas, destinadas únicamente a perpetuarse en el poder a través de inmensas redes clientelares.

Las elecciones del pasado domingo confirman esa impresión. Podemos obtuvo buenos resultados en las autonómicas, sobre todo en Aragón y en Asturias, donde cuenta con organizaciones dinámicas y líderes de gran proyección nacional, como Pablo Echenique y Emilio León. Y discretos en las municipales, donde no faltaron graves enfrentamientos internos y hasta candidaturas dobles, lo que demuestra que Pablo Iglesias tenía razón retirando la marca Podemos.

Pero su gran éxito, que es el determinante, como lo fue la victoria de los republicanos en las zonas urbanas el 14 de abril de 1931, fue alcanzar previsiblemente las alcaldías de Madrid y Barcelona. Y eso fue posible porque sus candidaturas eran tremendamente innovadoras, un auténtico guiño a la postmodernidad política. Superando a los partidos y a las siglas, aunque englobaron a muchos, entre ellos Podemos, Ada Colau y Manuela Carmena parieron atractivas plataformas populares y dieron con la fórmula que conecta con una ciudadanía que exige nuevos mecanismos para políticas nuevas. No se trata de eliminar ni de demonizar a los partidos, que seguirán siendo cauces de participación democrática, pero Ada y Manuela entendieron que hay que empezar a buscarles competidores. Y al huir de partidos y consignas, preservando su independencia, también lo hicieron del sectarismo, la descalificación del adversario y el lenguaje camorrista. Hasta de los mítines clásicos y otros anacronismos de la casta.

El éxito de Barcelona en Comú y Ahora Madrid también tiene que ver con que sus cabezas visibles fuesen mujeres. Y Colau y Carmena no han sido las únicas. Ahí está Ana Taboada, de Somos Oviedo, militante del PCA enfrentado a IU hasta el pasado mes de noviembre, que será probablemente la próxima alcaldesa de la capital asturiana, una revolución democrática en la que pasaba por ser prototipo de ciudad burguesa y conservadora.

Las mujeres suman y aportan mucho a los cambios democráticos que se abren paso en la sociedad española. Tienen más flexibilidad, mejor talante y mayor empatía con la gente que los hombres. Grandes cualidades para la cultura de acuerdos y pactos de obligado cumplimiento que se avecina.

Los partidos tradicionales, en especial PP y PSOE, tendrán que esforzarse por entender el mensaje que llega de las urnas abiertas el pasado domingo, si quieren frenar su hemorragia. Pero Podemos también tendrá en las alcaldías de Madrid y Barcelona un espejo en el que mirarse.

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