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¿Nuevo sindicalismo o vuelta a los orígenes?

Los trabajadores de Tenneco celebran la noticia de la rectificación de la multinacional, que pretendía cerrar la fábrica. Foto / Alex Zapico.
José Cezón / Periodista. Corren tiempos de incertidumbre para los sindicatos, que están asistiendo a una paulatina pérdida de representación y credibilidad. A las tradicionales críticas por sus estructuras burocratizadas, la acumulación de cargos liberados o su opacidad, se han sumado los últimos casos de corrupción destapados, con especial incidencia en los presuntos fraudes millonarios en Andalucía, que han puesto en alerta a la mismísima Comisión Europea. Mientras se acumulan los reproches por no afrontar con firmeza esos escándalos internos y depurar responsabilidades, los sindicatos hablan de campañas de descrédito orquestadas por la patronal, la derecha o algunos medios de comunicación. Pero lo cierto es que en la calle se palpa un incesante clima de hostilidad y de desconfianza hacia su labor, a la vez que aumenta el distanciamiento con buena parte de la clase trabajadora, que ya les empieza a ver como parte del problema.
El conflicto laboral desatado en la planta gijonesa de la multinacional Tenneco podría ejemplificar ese creciente desapego y convertirse en el germen de lo que algunos ya califican como un nuevo modelo de sindicalismo, entre ellos un equipo de sociólogos de la Universidad de Oviedo que estudió el caso de esta factoría de amortiguadores. Otras voces, sin embargo, no aprecian más que una vuelta a lo que fueron los orígenes y la esencia de la lucha obrera.
Tras anunciar en septiembre pasado la dirección de Tenneco, con sede en Illinois (EEUU), que iba a desmantelar la fábrica asturiana y dejar en la calle a 216 trabajadores -en un alarmante intento de deslocalización de una factoría rentable hacia el Este de Europa-, se produjo una reacción inaudita del comité de empresa. Este órgano representativo -formado por miembros de UGT, CCOO, USO y CSI- decidió asumir todo el protagonismo en la defensa de los puestos de trabajo y dejar al margen a las cúpulas sindicales, dando a la asamblea todo el poder de decisión. “Tras la experiencia de Suzuki, no veíamos lógico que ningún trabajador firmara el despido de otro”, explica Isaac Pérez, secretario de ese comité, “así que decidimos que íbamos a negociar nosotros, que no permitiríamos que entrara nadie de fuera y que no firmaríamos ni despidos, ni prejubilaciones para el resto de la plantilla”.
Esta audaz decisión rompió también los esquemas a los emisarios de la empresa, que trataron de presionarles. “Ellos insistían en que teníamos que tener un interlocutor o a un asesor y nosotros les dijimos que no íbamos a llevar a nadie más”, explica Pérez. Después de un mes de negociaciones infructuosas, la multinacional decidió a finales de diciembre, y de forma unilateral, enviar cartas de despido con indemnizaciones inaceptables. A partir de ahí, se rompieron las relaciones y el conflicto se trasladó a los tribunales y a la calle. La plantilla ocupó la factoría y estableció turnos de vigilancia permanentes para evitar que la empresa pudiera sacar la maquinaria.
David vence a Goliat
La primera gran victoria se produjo el día 14 de febrero, cuando el Tribunal Superior de Justicia de Asturias declaró nulo el expediente de regulación de empleo (ERE) de extinción e incluso acusó a la empresa de “mala fe” y de “falta de voluntad de negociar”. El TSJA estableció, asimismo, medidas cautelares para impedir sacar la maquinaria y la producción y dictó una providencia para fijar un plazo para la reincorporación de los trabajadores despedidos. La multinacional anunció entonces un recurso ante el Tribunal Supremo.
El otro gran acierto de los trabajadores fue llevar el conflicto ante el vicepresidente de la Comisión Europea y responsable de Industria, el romano de la Forza Italia berlusconiana Antonio Tajani, quien se volcó en la defensa de la factoría asturiana ante la contundencia de los argumentos. El martes 15 de abril, el propio Tajani anunció, a través de su cuenta en Twitter, que el presidente mundial de Tenneco, Gregg Sherill, le había presentado en Roma una propuesta para salvar la planta gijonesa, a cambio de una sustancial reducción de la factoría y una hipotética venta en un plazo de dos años. A falta de lo que depare la nueva negociación, era la primera vez que la empresa planteaba una alternativa al cierre.
Algunos analistas achacan esa marcha atrás de la multinacional a razones geopolíticas, derivadas del conflicto desatado en la península de Crimea y la posterior amenaza de EEUU y la UE de imponer a Rusia sanciones económicas y bloquear las relaciones comerciales. Dicen que la maquinaria de la empresa asturiana tenía como destino Polonia y la ciudad de Togliatti, la capital rusa de la automoción. Desde Tenneco aseguran también que la empresa fracasó en su intento de copiar el innovador modelo productivo de Gijón. Hasta trataron en vano llevar a China a un ingeniero programador asturiano. El jefe de gabinete del vicepresidente de la Comisión Europea, el asturiano Diego Canga, ha restado, sin embargo, trascendencia a esos factores exógenos y atribuye el éxito parcial a la inteligencia del comité de empresa por haber sabido trasladar la batalla a las instituciones europeas, así como al inusual consenso político.

El asamblearismo, la movilización y la negociación se conjugan en la estrategia sindical de los empleados de Tenneco. Foto / Alex Zapico.
Frente Obrero
Entretanto, la solidez y eficacia de esa causa obrera común en Tenneco ha sido seguida con atención y admiración por los trabajadores de otras muchas empresas asturianas en una situación similar. Y ante la oleada de cierres jamás vista en Asturias, a principios de año se constituyó, en la propia sede de Tenneco, una plataforma de empresas en crisis -un moderno Frente Obrero-, que arrancó con doce centros de trabajo y a la que se han ido adhiriendo otras más. No solo engloba a las empresas desmanteladas o amenazadas por el cierre, sino también a las que emprendieron drásticos recortes salariales o en las que se vislumbran despidos masivos.
Este frente común, que se formó al día siguiente del anuncio del cierre de la emblemática planta de Coca-Cola de Colloto, mantiene una filosofía similar a la impulsada en Tenneco. Funciona de forma asamblearia y a las reuniones periódicas asisten, al menos, dos representantes de las empresas afectadas, sin atender a su afiliación sindical. “Desde el primer momento, no hubo la menor duda de que era positivo, porque valía para la lucha de cada uno y para la colectiva”, explica uno de sus miembros, Marco Antuña, secretario de la Corriente Sindical de Izquierdas en Cajastur-Liberbank.
La nueva plataforma se convirtió de inmediato en un foro de intercambio de experiencias y de asesoramiento, desde cómo enfrentarse a un ERE hasta recomendaciones para sentarse a una mesa de negociación o lograr una resolución judicial favorable. “El único ERE que se tumbó en todo el sistema bancario español, el de Liberbank, se hizo desde Asturias, así que nosotros podíamos compartir esa experiencia”, subraya Antuña.
Esta plataforma asumió, además, un principio de solidaridad y el compromiso de participar en las movilizaciones particulares de cada empresa. Y el pasado 20 de marzo convocó una manifestación en Gijón, que logró reunir a unas 10.000 personas y que fue secundada por asociaciones de vecinos, cofradías de pescadores y asambleas de estudiantes. Como particularidad, en la cabeza de la marcha figuraba tan solo una pancarta colectiva y otras de las empresas afectadas, con las banderas sindicales relegadas a un segundo plano. La proximidad en el tiempo y coincidencia en el espacio con la manifestación por el empleo en Asturias -convocada por UGT, CCOO y USO- propició las comparaciones. Menos de un tercio de asistentes que a la del Frente Obrero, que repetirá movilización el día 17 de mayo en Oviedo.
La máquina de firmar ERE
La reacción de los grandes sindicatos ante este modelo asambleario ha sido dispar. Mientras que USO ha mostrado su respaldo con matices, los líderes asturianos de UGT y CCOO lo han cuestionado abiertamente. “Están muy descontentos, porque son conflictos que escapan de su control y que ponen en riesgo sus estructuras infladas de dirigentes y liberados a sueldo”, asegura Antuña, para quien los dos grandes sindicatos se han convertido en “un poder fáctico y una máquina de firmar ERE, que en Asturias vive de garantizar una cierta paz social”. Su compañero Isaac Pérez coincide en apreciar esa preocupación: “Debería servirles para que reflexionen y piensen que algo están haciendo mal”. Tanto Antuña como Pérez dicen tener constancia de que compañeros de esos dos sindicatos han recibido presiones del aparato por participar en esas movilizaciones.
ATLÁNTICA XXII trató sin éxito de recabar la opinión de algún representante de las dos centrales mayoritarias. CCOO declinó amablemente realizar valoración alguna, mientras que la UGT ni siquiera respondió a la invitación. Pero no hay más que tirar de hemeroteca para confirmar el malestar existente. El secretario regional de la UGT, Justo Rodríguez Braga, alertó en varios discursos del avance del “populismo” y “de los sindicatos asamblearios”, e incluso llegó a comparar la situación “con el auge de la extrema derecha en tiempos de crisis”. Y el secretario general de CCOO, Antonio Pino, cuestionó en una entrevista al diario El Comercio que se recurriera solo “a la política de resistencia y a confiarlo todo a la justicia, que antes decían que estaba vendida al capitalismo”. Pino ve la mano de la CSI detrás de las movilizaciones de Tenneco y de la plataforma obrera.
Para Marco Antuña, las declaraciones de Braga y Pino son “de una torpeza inaudita” y desmiente que su sindicato esté liderando el movimiento. “Es cierto que hay gente que somos de la CSI, pero sería ridículo pensar que podemos influenciar en un centro de trabajo. Hoy en día, nadie manipula a nadie y solo tratamos de aportar lo que se pueda a este frente de lucha como a cualquier otro conflicto individual o colectivo”, afirma.
Antuña aboga por mantener la pugna obrera en todas las instancias posibles. “Si no luchas por tu puesto de trabajo y el de los demás sería la derrota total. No pelear significa perder desde el primer minuto y que te quede la sensación de que quizás lo merecieras”, sentencia. Y aporta su interpretación del porqué ha surgido ahora este frente. “En la historia, varios elementos aislados tienen que darse a la vez para que cristalicen y no hay período de tanta agresión, injusticia y retroceso, que no haya generado anticuerpos para combatirlo”. No tiene tan claro si la experiencia puede ser exportable al resto del país. “Aquí hay una gran tradición de lucha del movimiento obrero, desde la minería a la resistencia extrema del naval, pero no es sencillo y hay mucho miedo”, afirma.
Antuña discrepa con que estemos ante un nuevo modelo de sindicalismo. “Es rescatar lo que siempre fue: una herramienta al servicio del trabajador, porque lo que estábamos viendo hasta ahora era una perversión del sindicalismo”, subraya. Por su parte, el portavoz de Tajani, Diego Canga, aseguraba en una entrevista al diario La Nueva España que los trabajadores de Tenneco habían protagonizado un modelo de lucha “del que muchos sindicalistas deberían tomar nota y aprender”. A su juicio, la principal lección que debe extraerse de este conflicto es “saber adaptar tu discurso sindical a lo que tienes enfrente, ser inteligentes y conseguir que alguien de la fuerza de Tajani se ponga de tu lado”. El tiempo juzgará si el ‘Caso Tenneco’ ha sido un episodio aislado o si, por el contrario, pondrá los cimientos de una nueva forma de ejercer la representación sindical.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 32, MAYO DE 2014

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