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Atlántica XXII

Paco García Pérez: “La literatura se ha ido al garete”

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Paco García Pérez: “La literatura se ha ido al garete”

Paco García Pérez es profesor, escritor y columnista. Foto / Marcos León.

Paco García Pérez es profesor, escritor y columnista. Foto / Marcos León.

GALERÍA DE HETERODOXOS/AS.

“Francisco García Pérez (Oviedo, 2 de junio de 1953). Doctor en Filología, escritor y periodista, catedrático de Lengua Castellana y Literatura. Fundó y dirigió la revista universitaria de literatura Juan Canas. Fue secretario general técnico y director general de Difusión Cultural en el Consejo Regional de Asturias en los albores de la Autonomía. Además de colaborar en distintos medios asturianos y nacionales, estuvo al frente del suplemento «Cultura» de La Nueva España desde 1992 hasta el verano de 2009. Paco García, como le llaman sus amigos, vive en Gijón”.


 

Es lo que tiene la Wikipedia, que das a una tecla y te resume una vida como si todo fuera una simple suma de títulos y habilidades… Por eso, para conocer un poco más del hombre y de sus ideas, quedo con Francisco García Pérez –ya Paco– en la terraza del México Lindo en Gijón porque en el lugar fijado previamente para el encuentro no se podía fumar. Y es que Paco es fumador, así que no pude evitar comenzar la entrevista preguntándole si esta campaña antitabaco que tanto se preocupa por nuestra salud es un sorprendente rapto de generosidad por parte del sistema o tiene alguna otra lectura.

Miguel Rojo / Escritor.

“Al Poder –es decir, a eso que llamas el sistema– solo le interesa perpetuarse, seguir en el machito. Nuestra salud se le da una higa como no sea para que le cuadren las cuentas: las sanitarias y las de las pensiones en este caso. Mi padre me advirtió al pillarme de niño fumando un “3 Carabelas” o un “Antillana”, no recuerdo: “Bien no te va a hacer”. Vargas Llosa me dedicó su Rigoberto con un angustiado y amical: “Para Paco, rogándole, implorándole, que deje de fumar”. No voy a contradecirlos: ni a ellos ni a la buena de mi médica de cabecera. Amén. Pero los desahucios, el paro, el maltrato, la ira y la mala leche también perjudican gravemente la salud propia y la de los que están alrededor. Y el otrora fulminante pescado azul es hoy teta de novicia para el cuerpo. A saber qué se trae entre manos lo que llamas el sistema, salvo hacer caja, lo único que de él conocemos”.

Ahora que se ha explayado a gusto y le da tiempo a encender otro cigarro, entremos en materia: se acaba de jubilar como profesor, eso que se dice “una vida entera” dedicada a la enseñanza, así que conoce los males y bondades del sistema educativo español. Diagnóstico y tratamiento, que pediría el doctor House.

Es un enfermo terminal. No hay voluntad de sanarlo ni creo que su metástasis pueda ya detenerse. La medicación prescrita (práctica supresión de los estudios de Humanidades, recortes a la investigación científica, burocratización esclavista del profesorado…) tiene efectos secundarios criminales. Apenas cuida nadie al paciente a diario, solo algunos padres y madres estupendos y preocupados. Hablan de un nuevo tratamiento, llamado Finlandia, pero los que gobiernan aquí viajan allá solo para babear e imitar la mayor pijada arquitectónica del último majagranzas post-postmoderno. Quizá un tratamiento de choque con un Pacto de Estado lo reanimaría; pero con estos mimbres políticos analfabetos que tenemos, paladines de la privatización,  lo llevamos crudo. Como diría el doctor House mientras se desnudaba: “Señora, tal como está su hijo, más vale que hagamos uno nuevo”. Acaso con la Enciclopedia Álvarez actualizada y de texto único para toda la ESO. Al menos informaría.

Por cierto, y hablando de series televisivas, ¿cuál llevaría a sus clases de Literatura?

Fui un pionero en ese menester, porque considero que en las mejores series de televisión está desde hace ya tiempo la mejor narrativa. Llevé Prison Break en 2005, con grande escándalo de la autoridad competente: educacional, por supuesto. Llevaría hoy, a Bachillerato, Los Soprano, Breaking Bad, Mad Men y la primera temporada de Homeland, Fargo o True Detective. También algunas miniseries de la BBC como deberes para casa: The Shadow Line o Happy Valley, por ejemplo. O una fascinante locura como A Young Doctor’s Notebook. Nunca The Wire, que me parece un tostón. De producción española, Crematorio y La Huella del Crimen. Víctor Ros y El Comisario cuando la chavalería se portase bien, y Verano Azul cuando gamberreasen como suelen: imponente castigo que me granjearía un inmediato expediente disciplinario.

Hace poco salía una noticia en la que se decía que ninguna Universidad española se encontraba entre las 100 mejores del mundo; sin embargo, entre los cinco mejores equipos de fútbol tenemos dos… ¿Una buena radiografía de la situación cultural de un país?

¿La Universidad española? Querrás decir la castiza y cañí endogamia española. Se habla de la “cultura del fútbol”, de la “cultura del bonsái” y hasta de la “cultura del tetrabrik”. Al ser todo “cultura”, nada es cultura: lógica elemental. Soy forofo del Oviedo y del Sporting (así como suena), pero distingo a Montaigne o a Turner o a Bach de un zapatazo de un lateral izquierdo. Sin embargo, un niño español quiere ser futbolista de éxito, no investigar sobre la malaria o sobre si los neutrinos tienen masa. La ciencia y la cultura y demás baratijas a pocos importan, salvo, claro, cuando te da un infarto o te atropella un autobús. Entonces, sí: el mejor médico, el mejor quirófano y seres amables a tu alrededor, educados en artes y letras, para que te animen con palabras sabias, cortesía y tiernos mimos. Solo en casos extremos tales te das cuenta de lo que importa: de lo poco que Messi podría ayudarte con bata y bisturí.

El insoportable Bukowski

Y hablando de Universidades y de la asturiana en particular, no hace mucho hubo unas declaraciones de Miguel Alarcos en las que tildaba a la lengua asturiana de invento de filólogos paletos en busca de subvención…  ¿Por qué el asturiano parece tener la habilidad de sacar de sus casillas a ciertos estamentos universitarios?

Esas disputas tan pintorescas como interesadas son las que sacan a los estamentos universitarios asturianos y al público en general de sus casillas. Llevo sufriéndolas desde siempre, desde que oía a mis abuelos y a mis padres hablar en asturiano. ¿Es una lengua el asturiano? ¿Un dialecto? Dejé de preocuparme por ellas a finales de los años setenta del siglo XX cuando, desde la Consejería de Cultura, eché a andar la Academia correspondiente para que allá se las compusiesen quienes de ello saben. Pero mientras discutimos con vigor sobre la última ocurrencia o el último disparate del primero que aparezca, cruzamos Pajares culo atrás en tren, no tenemos autopista para salir por mar, dejamos la hijuela en el peaje del Huerna y nuestros aeropuertos son los de Bilbao o Santander. La voluntad suicida de los asturianos, nuestro legendario “tate quietu”, se podría vender como bien turístico: “Visite Asturias, donde solo importa lo accesorio”. El sistema, mientras tanto, feliz de vernos entretenidos.

Hablemos ahora del poder y de la literatura: ¿se da una cierta retroalimentación mutua y necesaria entre ambas? Y estoy pensando, por ejemplo, en el Imperio Español y su Siglo de Oro o en la actual preeminencia de la narrativa norteamericana y el liderazgo mundial de EEUU.

¿Literatura? Ah, te refieres a esos superventas de muertos peripatéticos, conjuras extraterrestres vaticanas (pleonasmo) y costureras enamoradas. El Poder dicta y los escribientes copian para que las cuentas, insisto, cuadren. Siempre lo hizo: quizá en el XVII fuera por vanidad y hoy porque los yates, la coca, las querindongas y querindongos, las mansiones y los jets se ponen en un pico. Pero en el XVII surgieron el Quijote y Shakespeare y Quevedo y Lope. ¿Qué surge ahora? ¿Esa cosa llamada Murakami? La literatura se ha ido al garete, querido. No sé de qué preeminencia yanqui hablas. ¿De Philip Roth, De Lillo o Pynchon, que dieron un par de novelas y se acabó el carbón? ¿Del insoportable Bukowski? ¿Del, quién sabe por qué, adorado Carver? ¡Faulkner, Faulkner! O el Ruiseñor de Tobias Wolff, en todo caso, restos del naufragio del barco llamado Literatura.

Paco García durante la entrevista en Gijón. Foto / Marcos León.

Paco García durante la entrevista en Gijón. Foto / Marcos León.

Sobornos literarios

Es evidente que no coincidimos sobre esta última apreciación, así que dejamos un breve espacio para la discrepancia………. Y prosigamos:

Lleva años metido en el mundillo literario y sabe de premios, pero seguro que también de tongos y vergüenzas… Ya sé que estas cosas no se cuentan –aunque debieran o debiesen-, pero teniendo en cuenta que en ATLÁNTICA XXII se puede largar…

Viajé invitado al Premio Planeta unos catorce años. En muy pocas ocasiones salí de Asturias desconociendo al ganador. Como cualquier periodista con una agenda de contactos mediana, quiero decir. Es algo que sabe todo el mundo, aunque mola hacerse el papanatas. Bailan muchos millones de euros en el aire como para jugárselos a los “valores literarios”. Por lo que a mí respecta, una vez, aquí en Asturias, abandoné la mesa del jurado al enterarme –soy muy despistado, no frecuento tertulias– de que ya los galardones estaban pactaditos: fue durante una pitanza en Casa Conrado y antes de les fabes con amasueles, una lástima. Otra vez, en Andalucía, declaramos desierto un premio y casi hubimos de salir por pies Francisco Ayala, Bértolo, Ignacio Echevarría y un servidor, los votantes, perseguidos por el Poder, en forma de las entidades bancarias que habían puesto la pasta como inversión propagandística para la foto con los premiados y ahora se quedaban en blanco . Pero a Dios pongo por testigo de que jamás acepté un soborno. Ni siquiera me lo ofrecieron, otra lástima también.

Hizo la tesis sobre la obra de Juan Benet, un autor que en su tiempo fue referencia y que ahora parece un tanto olvidado. ¿A qué se debe esto? ¿Cuál fue su mayor aportación?

Olvidadísimo aquí. Estudiadísimo en el extranjero. Benet fue un puente que construyó él mismo (era ingeniero de Caminos, Canales y Puertos) para que cruzasen Faulkner, Joseph Conrad, los clásicos menores de Grecia y Roma, Bernhard, Euclides da Cunha o Gracq, y sacasen a la prosa española del realismo socialista o del folletón ramplón en que chapoteaba. Es un escritor de calidad de página, para leer no más de quince minutos cada día, muy difícil, imposible para quienes solo se preocupan de saber quién es el malo en una novela. Su mayor aportación fue enseñarnos, a quienes tuvimos el privilegio de tratarlo, cuál era la altura a la que debíamos aspirar: nos enseñó con quién medirnos, pues de todo sabía y de todo sabía mucho y bien. Y otra no menor contribución suya fue que hoy mismo, veintitrés años después de su muerte, se le siga odiando con saña por muchos y tú preguntándome por él.

Sé que es lector asiduo de El Quijote, amén de coleccionista de curiosas ediciones, así que aprovecho para preguntarle qué tiene esta obra para seguir siendo un best-seller siglo tras siglo.

Yo creo firmemente que, acaso por las noches mientras dormimos, es una novela que va autocambiándose, que es diferente a la del día anterior. Magia pura. Porque yo la leí de guaje, con ilustraciones que a mi vez reilustraba, y era una cosa. De jovenzano, de adulto y ahora, la leo y la encuentro distinta a la vez anterior, muy distinta, otra cosa. Párrafos y párrafos que sabía enteros de memoria los encuentro cambiados. Es muy fácil decir que es uno el que evoluciona o retrasa, pero no lo creo así. Es ella la que muda. Una obra muy peligrosa El Quijote: te estropea para siempre la mirada lectora. Cuando te empapas de ese lío de narradores mentirosos que narran lo que traduce otro que narra; de un cuerdo que juega a hacerse el loco para no perder el último tren, para vivir; de la enorme piedad por la debilidad humana que rezuma cada página; del amor imposible y la cólera posible; de un idioma español tan brillante que ciega… cuando todo eso ocurre, y cada vez de forma nueva, mi nivel de exigencia como lector se eleva muy mucho. “Los Beatles me han estropeado el oído para escuchar otra música pop”, decía Quino. Lo mismo digo de El Quijote (que leo ahora mismo en otra edición: con la boca abierta). Con El Quijote y Michel de Montaigne basta para hacer el camino.

Y ya para acabar, Paco, una de curiosidad biensana: ¿A quién hubiera votado en las elecciones Don Quijote? ¿Y Sancho?

Sancho es muy conservador, votaría a la derecha. Alonso Quijano dudaría hasta el último momento y obraría por impulso ante la urna, pero nunca a la derecha. Don Quijote es ácrata total: ¿cómo iba a votar un tipo que amnistía por su cuenta a galeotes del rey?

Aborregar a la gente

Pregunto al lingüista su opinión sobre “el plural genérico masculino” tan de moda, aquello de “los/las profesores/as” o “los miembros y las miembras”:

Las lenguas tienen que adaptarse a los tiempos, pero esto de “los/las” o la mayor estupidez de la “@” para referirse a ambos géneros… Volvamos al ‘Genio del lenguaje’, que funciona: el término “médica”, que antes nadie usaba, ahora es absolutamente normal… Pero que por imposición tengas que decir “miembras”, si la realidad no te lo pide, es una gilipollez, hay que dejar que el lenguaje funcione sin que alguien levante el dedo de mandarín y te diga cómo tienes que hablar.

Buscando amigos:

¿Qué hacen tan mal los profesores de Lengua para que en este país hablemos tan rematadamente mal? (aquí, claro, me contuve para no decir “jodidamente mal”).

Sonríe bajo el bigote canoso. Una calada al tercer o cuarto cigarrillo y entra directo al envite:

No es culpa de los profesores, y no voy a caer en la “conspiranoia”, pero esto fue algo muy bien pensado antes de la gran estafa que llaman la crisis; los Poderosos (con “P” mayúscula) observaron que en este balneario que es Occidente la gente estaba formándose, y eso no interesa porque de lo que se trata es crear una gran borregada de gente y para ello lo mejor es atacar al lenguaje; si no puedes explicar lo que te pasa a ti mismo menos vas a poder explicar lo que le pasa a la sociedad… No leas, no pienses y no te expliques bien para que sea el “Poder” el que hable por ti.

Y le digo, Paco, es usted un “rojo”. Y él me dice, ¡coño!, al escucharme estaba pensando lo mismo. Y se ríe como un chiquillo malo.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 42, ENERO DE 2016

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