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Pánico en la última empresa naval de Gijón

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Pánico en la última empresa naval de Gijón

Los trabajadores de Armón en Gijón pararon dos días tras la muerte de un buzo en un accidente laboral. Foto / MAXXII.

Los trabajadores de Armón en Gijón pararon dos días tras la muerte de un buzo en un accidente laboral. Foto / MAXXII.

Pánico. Ésta es la palabra que define la situación en la que se trabaja en el astillero Armón de Gijón, el único de la ciudad. Según denuncian los trabajadores, aquí se juega con el miedo, hasta con el miedo a matarse. Miedo a denunciar y perder el trabajo, a dejar a la familia sin sustento, a no poder afrontar la hipoteca a final de mes. No hay representación sindical y la vulneración de los derechos laborales, tanto salariales como de seguridad, está a la orden del día. Los trabajadores también denuncian tratos vejatorios.

Elena Plaza / Periodista.

Los propios trabajadores señalan que, en otros tiempos, en los de Juliana Constructora Gijonesa, era “referente nacional y europeo de calidad, de seguridad, de procedimientos pioneros de ensamblaje y montaje de buques, con maquinaria de última tecnología. Ahora es referencia de cómo no se deben hacer las cosas”. Son las consecuencias de la privatización de un astillero público que ahora gestiona la empresa asturiana Armón, que tiene otros astilleros en Navia y Galicia, y de la contrata vasca Nervión Montajes y Mantenimientos (Monesa), que lo explota a través de su delegación gallega.

Los trabajadores del astillero gijonés tienen tanto miedo a las represalias que todos los que están en activo y hablaron para este reportaje lo hicieron de forma anónima. Pero el miedo no es solo a los despidos. Afirman que se dan accidentes prácticamente todos los días. “Lo que pasa que se tapan. Depende del tipo de lesión te obligan a coger vacaciones o los días que se te deban. Te presionan para que no vayas a la Mutua, sino a la Seguridad Social fingiendo un accidente doméstico. Se tiene sacado a gente en coches particulares en lugar de llamar a la ambulancia. Los accidentes se llevan muy en secreto para que no nos enteremos o, si lo hacemos, que sea tarde”.

Trabajan en tensión, pendientes no solo de su propio trabajo, sino controlando el entorno “porque en cualquier momento te puede caer encima una chapa o cualquier historia similar”, asegura Javier Peón, soldador despedido en el mes de enero.

Algunos de los accidentes más corrientes son las virutas metálicas en los ojos, riesgo profesional de los soldadores, que son atendidos, aseguran, en un almacén por Marcos Juncal, en teoría el responsable de Prevención de Riesgos Laborales de Monesa, o por uno de los encargados con “un alambre torcido o un cable de cobre”. Dicen que incluso se ha procedido a la anestesia de algún ojo. Como corriente también es “que te dé la eléctrica”, resultado de no trabajar con protección perimetral entre soldadores: “Te da el reflejo del trabajo de otro compañero y pasas una noche terrible. Te salen una especie de granitos en el ojo y el interior del párpado. Para ellos eso solo es conjuntivitis, pero a la larga puedes perder la vista”, explica Peón.

El botiquín permanece cerrado, y en tiempos pretéritos contaba con ATS. A partir de 250 trabajadores la empresa debe tenerlo abierto, y en el astillero trabajan entre 400 y 500, teniendo en cuenta las diferentes subcontratas, aunque en plantilla de Armón no hay más de una decena.

Accidentes y vejaciones

El listado de irregularidades que detallan los empleados es inacabable: falta de señalización, de equipamientos de seguridad, de chivatos de CO2, “que tendrían que tener todos los soldadores y en cambio mandan a un chaval de vez en cuando”, de mangueras de extracción de gases, de medidores continuados de acumulación de gases en espacios confinados, andamios a medio montar, sin barandillas, sin escaleras de acceso, entrega de mascarillas de papel en lugar de las específicas para su trabajo…

En el último año hubo incidencias serias. En febrero de 2013 hubo una caída por una supuesta falta de señalización, aunque la empresa alegó que el trabajador iba caminando de espaldas y cayó por un agujero. Y en julio un buzo perdió la vida. Trabajaba para una subcontrata sin lancha de apoyo para controlar la respiración ni tampoco en tierra para vigilar las mangueras. Falleció por asfixia. Más recientemente un trabajador quedó atrapado y “se salvó por los pelos”, según sus compañeros, y un soldador que realizaba trabajos nocturnos en un espacio confinado sin acompañamiento tuvo quemaduras de 2º y 3º grado. Un accidente del que el inspector de trabajo no tenía conocimiento.

Armón es el último astillero que queda en Gijón. Foto / MAXXII.

Armón es el último astillero que queda en Gijón. Foto / MAXXII.

“En un espacio confinado, en este caso un doble fondo, no te puedes mover. Y es obligatorio trabajar con otro compañero para evitar que puedan pasar este tipo de cosas, para que te eche una mano. Igual que con el buzo”, explica Javier Peón. Para los empleados “lo importante del accidente de la muerte del buzo, que trató de taparse entre los propios trabajadores, es que hubo un paro para denunciar la situación. La empresa echó a dos empleados, al que se subió a la banqueta para hablar, y al que estaba al lado, que había sido delegado sindical en Juliana. A lo que sí tienen miedo es que haya una muerte en la que ellos tengan responsabilidad penal”. La huelga duró dos días. “Al final vas a urgencias por no pasar por la Mutua. Cuando mantienes tanta presión constante te acobardas”.

Las condiciones salariales tampoco son precisamente alentadoras. Las jornadas son de once horas diarias y un oficial de Primera cobra mil euros mensuales. No hay calendario vacacional. Y la calidad del trabajo también es cuestionada, porque todo está supeditado a la producción. Faltan profesionales cualificados, al menos homologados, como ocurre en soldadura.

Según Peón, “es la primera vez que este astillero hace cuatro buques a la vez, antes como mucho se hacían dos. Es un caos, chapas tiradas por todas partes… lo que se traduce en riesgos. Éstas son unas instalaciones muy grandes, con diques secos, y eso favorece la movilidad. Pero a pesar de eso también se vulnera la seguridad: cada buque tiene que tener una entrada y una salida propia al muelle, y lo que hacen es ponerlos en paralelo entre ellos y el muelle: tienes que recorrerlos todos para acceder al último”.

En cuanto al trato, los más antiguos aseguran no haber visto nunca algo así. Los que hablaron con esta revista se sienten tratados como animales y aseguran padecer  amenazas constantes y calificativos despectivos del tipo “putos asturianos, no sabéis trabajar”. “Una falta al respeto constante buscando la confrontación. Y lo más jodido es que tragamos con ello. El problema es que la gente cree que tiene que ser así. Aguantamos cosas que en otras circunstancias no haríamos. Y los eventuales tragamos más, sobre todo ahora con la crisis, con los sueldos bajos, con las horas de más… Aguantando como cabrones insultos casi personales. Porque piensas en la familia y en dónde vas con la que está cayendo. Se valen de eso con el chantaje constante: si no estás a gusto, en la puerta hay más esperando”. Uno de ellos relata que “los viernes entrábamos por grupos de 10 y el miércoles solo quedábamos 4. Se repetía todas las semanas. Había gente que iba por un día y para la calle. Era otra manera de amedrentarnos”.

Señalan que una de las primeras medidas que tomó Armón al hacerse con Juliana fue retirar las máquinas de café, una medida de empresa. Solo se viene a trabajar. Ni momento para el pincho al trabajar en jornada partida. “No se podía comer ni una pieza de fruta, tenías que hacerlo a escondidas”.

CSI denuncia

A pesar de no haber representación sindical dentro del astillero, la Corriente Sindical de Izquierdas (CSI) presentó ante Inspección de Trabajo seis denuncias. Las dos primeras en abril del año pasado, las dos últimas en noviembre. Una de estas denuncias ha sido presentada también ante la Dirección General de Trabajo del Principado de Asturias, y en dos de ellas se exponen los comportamientos de Alfonso España, jefe de obra de Monesa, y Marcos Juncal, del que dicen que tiene tan mal carácter que hasta el propio inspector se niega a ser atendido por él.

“Quieren sacar dos barcos presionando para trabajar fines de semana y no se paga como se debería. Cuando se entregó en junio el primer atunero pedían que se fuera el sábado entero, que antes solo era la mañana, y ocho horas en domingo. Fueron por tajos preguntando. Alfonso España iba con el jefe de equipo y al que se negaba le decía ‘atente a las consecuencias’ y tomaba el nombre”. Esto provocó una de las denuncias y raíz de ella cesaron las amenazas.

Existe un requerimiento por parte de Inspección tras girar visita a las instalaciones, en el que realizó una serie de providencias para modificar algunas condiciones en materia de seguridad, según un informe del mes de septiembre. Supuestamente hay un plazo de subsanación, pero los trabajadores denuncian que el problema de estas visitas es que no son por sorpresa, sino que se anuncian previamente y “la empresa te lleva por dónde quiere y modifica lo que le parece. Lo que habría que hacer es ponerle una oficina al inspector de trabajo en el astillero para que conozca la realidad”.

Javier Peón lo tiene claro: “Las inspecciones no hacen nada. Aunque digan que hay que reparar algo, Nervión tiene por política dar largas para no cambiar nada hasta que acabe la obra”.

Los trabajadores del naval de Gijón estaban entre los más combativos de España, pero la crisis solo ha dejado un astillero y de aquellas movilizaciones épicas solo queda el recuerdo. Foto / MAXXII.

Los trabajadores del naval de Gijón estaban entre los más combativos de España, pero la crisis solo ha dejado un astillero y de aquellas movilizaciones épicas solo queda el recuerdo. Foto / MAXXII.

De la barricada a la sumisión

Los trabajadores del naval de Gijón estaban entre los más combativos de España, pero la crisis solo ha dejado un astillero y de aquellas movilizaciones épicas, con barricadas y neumáticos ardiendo, solo queda el recuerdo. Juliana fue adquirido por Armón, una empresa naviega que fundaron carpinteros de ribera y ahora está en manos de José Ramón Fernández, que fue militante de UGT. La cultura empresarial del Occidente asturiano y el paternalismo que ejerce con los trabajadores choca con la del movimiento obrero y el activismo sindical, que han pasado a la historia en el sector naval gijonés.

En la compra de Juliana por parte de Armón hubo mucho interés por parte del Gobierno asturiano. “Se vendió como que un empresario asturiano ejemplar se hacía con el mejor astillero de Europa. Que se lo llevó regalado por 8 millones de euros, los otros 8 los pagó el Principado”, asegura Cándido González Carnero, de CSI. Se estimaba que Armón crearía unos 500 puestos de trabajo directos y unos 2.500 indirectos, “pero no crea riqueza en Asturias porque la contrata principal es vasca a través de su delegación gallega, no asturiana, con la mayoría de trabajadores gallegos, cada vez menos asturianos, al igual que los proveedores”.

“Los gallegos están acostumbrados a su forma de trabajar, mientras que los asturianos nos quejamos más ante estas condiciones. De hecho están echando a todos los asturianos y la mayoría ya son gallegos”, relata Javier Peón.

“Cuando se vendió a Armón existía un compromiso de contrato con los antiguos trabajadores de Juliana y Naval Gijón que no se está cumpliendo. Como mucho a algunos les hicieron pruebas. De estos antiguos trabajadores, los que son mayores de 52 años están pagando su cotización para no perderla”, explica González Carnero. “Este compromiso se incumple en parte porque algunos de estos trabajadores tienen antecedentes de lucha sindical”.

Para la realización de este reportaje ni Armón ni Monesa quisieron participar, mientras que Inspección de Trabajo no está autorizada a hablar. En la Dirección General de Trabajo del Principado afirman que es Inspección quien tiene las competencias, emite el acta y es el Principado el que pone la sanción, y que están a la espera de estas actas. “El mecanismo de vigilancia es abstruso”, señala el director general Antonio González.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 31, MARZO DE 2014

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