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Atlántica XXII

Pedro Sánchez, rehén o cómplice de UGT

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Pedro Sánchez, rehén o cómplice de UGT

Pedro Sánchez con Julio Rodríguez Braga en la inauguración esta semana de la Escuela de Verano de UGT-Asturias en Gijón. Foto / MLXXII.

Pedro Sánchez con Julio Rodríguez Braga en la inauguración esta semana de la Escuela de Verano de UGT-Asturias en Gijón. Foto / MLXXII.

Xuan Cándano / Periodista. Pedro Sánchez llegó a la secretaria general del PSOE prometiendo ser implacable contra la corrupción. Apenas han pasado unas semanas y ya parece obvio que se refería a la corrupción ajena, especialmente a la del PP, y no a la propia. Ni palabra del tremendo escándalo de Andalucía, que salpica tanto a los últimos Gobiernos autonómicos socialistas como al sindicato hermano UGT; y en asuntos especialmente dolorosos, no para los votantes de izquierdas, sino para cualquier persona con cierta sensibilidad social: robar el dinero de los parados y de los obreros despedidos debe ser la mayor perversión que imaginar puede un socialista.

Pero a Pedro Sánchez lo aupó a su cargo la presidenta andaluza Susana Díaz y los trapos sucios que aparecen debajo de Despeñaperros ni siquiera se lavan en casa.

Esta semana Pedro Sánchez inauguró en Gijón la Escuela de Verano de la UGT de Asturias, echándole un capote a una organización en crisis, también salpicada por turbios asuntos que solo aparecieron en ATLÁNTICA XXII, con una financiación opaca que incluye una maraña de empresas afines y un secretario general, Justo Rodríguez Braga, que continúa en su cargo pese a ser condenado judicialmente por lo más grave que puede producirse en la actividad sindical: vulnerar los derechos fundamentales del presidente del comité de empresa de UGT-Asturias. Fosilizado en su cargo, como otros muchos dirigentes de una organización que pide a gritos una renovación a fondo, Rodríguez Braga, cuyo sueldo se desconoce, dirige un sindicato donde campan el clientelismo y la endogamia y que es uno de los más fieles aliados del Gobierno socialista asturiano.

Ya sea por ignorancia o por esos inconfesables vínculos que genera la política, y que los ciudadanos ya no soportan, Pedro Sánchez puso de ejemplo en Gijón la llamada concertación social asturiana. Nadie le debió informar de que esos acuerdos entre los sucesivos Gobiernos autonómicos asturianos, UGT, CCOO y FADE (la sucursal asturiana de la CEOE) son fundamentalmente un gran comedero para patronal y sindicatos, que garantizan la “paz social” en Asturias, a costa de desactivar y desprestigiar a las organizaciones obreras ante los trabajadores y la opinión pública. Y además nunca se cumple lo pactado, que se queda en una foto de familia y una declaración de intenciones. Los empresarios denuncian que del último acuerdo no se licitó ni un 10% de lo firmado.

En la “guerra de las primarias” del PSOE, que dejó grandes heridas abiertas difíciles de cerrar, los partidarios de Eduardo Madina acusaban en voz baja a Pedro Sánchez de haberse garantizado el apoyo de UGT a costa del silencio sobre los casos de corrupción del sindicato.

No está claro si el secretario general socialista es rehén de UGT. Pero al menos es cómplice.

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