
El secretario general de UGT, Pepe Álvarez, y el secretario general del SOMA, José Luis Alperi, en el homenaje a Manuel Llaneza celebrado en Mieres el pasado domingo. Foto / Fernando Geijo.
Mario José Diego Rodríguez / Sindicalista jubilado.
Hay algunas noticias en la prensa que me recuerdan aquellos tiempos –que por lo visto siguen de actualidad– en los que la expresión “quien no está conmigo está contra mí” era el acto de fe de muchos dirigentes sindicales o políticos. Aquellos que no soportaban que sus decisiones fuesen cuestionadas, aquellos para quienes la unanimidad era su manjar favorito.
Es el efecto que me ha hecho la noticia de la que José María Álvarez, más conocido como Pepe Álvarez, secretario general de la UGT, ha sido protagonista en Asturias. Antes de continuar me gustaría dejar claro que no soy ni miembro de Podemos, ni tan siquiera uno de sus votantes. Soy simplemente un sindicalista, jubilado, preocupado por el futuro de esa herramienta que nuestros antepasados nos han dejado y que algunos burócratas sindicales están transformando en algo ajeno a lo que originalmente era y que se llama sindicato.
Al secretario general de la UGT, en el homenaje hecho este 25 de febrero a Manuel Llaneza, fundador del SOMA, no se le ocurrió nada más fino que acusar a Podemos de “hostigar” y querer “desgastar” al sindicato utilizando a ese fin la causa abierta por las presuntas irregularidades en el uso de los fondos públicos, destinados a la formación, por parte de la organización en Asturias.
El secretario general de la UGT no debería estar tan preocupado por el desgaste ocasionado últimamente, pues éste comenzó hace mucho tiempo, más o menos durante la época llamada Concertación Social, entre los años 1980-1985, cuando se firmó entre el Gobierno de la época, UGT, CCOO y la patronal el denominado Acuerdo Nacional sobre Formación Profesional.
Puede el secretario general poner el grito en el cielo acusando a la UCO de establecer informes torticeros. Puede pensar que Podemos es adepto del oportunismo haciéndose eco de esos informes sin que la causa haya pasado por los tribunales. Lo que es cierto, y no cabe la menor duda –por mucho que Álvarez enronquezca clamando lo contrario–, es que el único y verdadero responsable de ese desgaste es el deseo imperioso de la cúpula sindical de convertir el sindicato en una institución de Estado reconocida y respetada por el poder.
El desgaste no se produce cuando Podemos se hace “el vocero de la Guardia Civil”, como pretende Pepe Álvarez. El desgaste se produce cuando, por ejemplo, su predecesor Cándido Méndez, después de una negociación con la patronal, declara a dúo con Ignacio Toxo su satisfacción por haber obtenido una subida salarial de 1% pudiendo ir hasta 1,5 % mientras que los salarios estaban perdiendo el 8,5 % de poder adquisitivo.
¿Y si hablásemos de qué parte de responsabilidad tienen en el desgaste de las negociaciones sobre las pensiones o sobre las del Salario Mínimo Interprofesional llevadas a cabo por los actuales secretarios generales?
Quizás el secretario general de UGT piensa, como sus predecesores, que, siendo el sindicato una institución de Estado reconocida, ya no necesita rendir cuentas a los afiliados y militantes sinceros que están convencidos de la necesaria existencia de una organización de clase, en la que la clase trabajadora pueda tener confianza y que haga suya para defenderse y conquistar nuevos derechos.
Quizás Álvarez, al igual que sus predecesores, piensa que la institución de Estado que él representa debe menos explicaciones aún a todos aquellos que no son sus afiliados, y esto a pesar de que las subvenciones recibidas por la organización sindical para la formación sean parte del dinero público que el Estado colecta entre sus contribuyentes. Sea lo que sea, lo que sí está claro es que el dichoso desgaste del que el secretario general de la UGT nos habla no comenzó ayer ni anteayer.
Está claro igualmente, si queremos que el sindicalismo vuelva a ser la herramienta que ha sido en el pasado, que tendremos que apoderarnos de nuevo de las riendas de nuestros sindicatos, barriendo de su dirección, una vez por todas, a todos esos burócratas, funcionarios del sindicalismo, que se aferran a sus puestos apoyándose en un sistema clientelar con el apoyo del poder y en el que los intereses de la clase trabajadora pasan al segundo plano.
You must be logged in to post a comment Login