Salgo a veces a pasear acompañado de mi esposa Olga. Como lo que observo y el comportamiento de los que gobiernan no lo veo muy acertado, dice que soy muy negativo. O sea, que las obras hay que verlas positivamente. Tiene razón: solo siendo positivo se puede ser feliz. Así que, desde ahora, ¡se acabó esa costumbre mía de mirar lo que me rodea como si se tratara de un desastre! ¡La vida es bella y lo que hay en este país, también! Además nada es tan perjudicial que mate si la dosis es adecuada. Solo está disconforme el necio, el ciego, el lerdo, el que discrepa porque es un raro… y yo, ¡claro!
Así es que, en este radiante día de sol, un nuevo ser saldrá a pasear con un largo palo para guiarse y el antifaz para dormir que le regaló su hija María. De esta guisa no tropezará en la misma piedra dos veces. ¡Marchemos felices, pletóricos de dicha! Al carajo la inmundicia porque ésta tampoco impide andar. ¡Si son buenos hasta los que gobiernan!!
Voy carretera abajo, no hay botes de cerveza, ni de refresco, ni cajetillas de tabaco. El río baja limpio. No hay cuerdas de pacas de color rosa, azul, blanco ni rojo. De las ramas de los alisos, que desde la somera orilla casi lamen sus aguas, no cuelgan viejos andrajos. No veo plásticos, ni botellas, ni trozos de mangueras. No hay enormes bolsas de material de construcción. ¡Ah! ni tampoco sacos. Quiero decir, los envases de los más variopintos productos. Tampoco veo los palés de madera que la corriente se llevó hasta el lugar del atraque donde es posible que podían haber embarrancado. Ni siquiera las señales de tráfico están para prohibir la velocidad del curso de las aguas. ¡Qué armonía en el río! Trenzas primorosamente anudadas al tronco de los árboles, que algún cuidadoso ha retirado. Las bolsas blancas y azules que daban al río, junto con el color de sus aguas, el cromatismo de un cuadro abstracto, ni se ven. No huele el estiércol que la corriente se ha llevado ¡Qué bucólico aspecto se vislumbra!
Y qué decir de un placentero paseo hasta el pueblo vecino. No debes ir por el camino. No hay caminos, cerrados con la maleza. Además no es aconsejable porque el antifaz entorpece mucho el recorrido. Diría, más bien, la visión.
No encontrarás tapas de inodoro, viejas cocinas, hornos metálicos, baterías, envases de plástico, cunas metálicas, sillas, mesas, somieres, tubos por todas partes (de plástico, claro). Tampoco verás desagües; desagües a uno por cada casa. No verás la depuradora, porque no existe. Estercoleros por doquier. Es todo tan perfecto que solo el olor a defecatorio rancio te molestará en verano.
Los prados, cuajados de margaritas, prímulas, melocotoneros en flor junto con blancos nisales y los brotes de los árboles como anuncio de la primavera verán tus ojos (si levantas el antifaz te inundará la dicha).
Las blancas bañeras de bebederos en los verdes prados. Prados en los que las gordas vacas pastan lozanas. No famélicas en lodazales donde el barro les llega a los corvejones. Los dueños cobran jugosas subvenciones por lo que producen, bien sea carne o leche, y no porque tienen cuernos u orejas de las que cuelgan amarillentos crotales. ¡Qué bonito y bucólico paisaje de imaginarias y verdes praderas por las que corretean cervatillos!
¡Es todo tan bello que hasta los caciques alcaldes no existen! Son respetables ciudadanos a los que su recta conducta y amplio criterio les hace escoger a los más honrados. Los mismos que para su Gobierno regional escogen con su sufragio a ínclitos personajes. No a vulgares o corruptos ladrones que mancillen su país. Quieren para sí, y para los demás, un mundo perfecto donde el sinvergüenza no tiene cabida. Gentes bien nacidas que gastan el dinero de los proyectos acertadamente sin escamotear un solo céntimo.
Qué país, todo cristalino, diáfano, sin marañas, con jugadores que solo encestan balones. No corruptos e indignos consortes unidos en matrimonio con gente de su calaña.
¡Ah! pero me temo que mi paseo sea sueño y los sueños, sueños son. Mas soñar es gratuito y en este sueño, al menos, no me rodean los frustrados que también robarían si tuvieran ocasión.
Haxa salú.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 32, MAYO DE 2014
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