¿Podemos así, señor Iglesias?

Pablo Iglesias e Irene Montero, a su espalda, en Vistalegre II. Foto / Isabel Permuy.

Luis García Oliveira.

Excúseme que en unas circunstancias tan revueltas como las que, a nivel político, Ud. y su pareja han propiciado, me tome la libertad de dirigirle públicamente estas letras. Adelantarle que su propósito no es el de sumarse al ya inhumano escarnio político y personal al que, mediáticamente, ambos están siendo sometidos, sino el de exponer las principales razones que les deberían hacer reflexionar y, consecuentemente, dimitir de sus respectivas representaciones.

Realmente, representando lo que ambos representan, cuesta creer que hayan caído en un error de tan grueso trazo, ya que aunque la famosa operación inmobiliaria que suscribieron pueda ser plenamente legítima y formalmente intachable, éticamente “hace aguas” más que abundantes por diversos flancos.

Para sustentar esta afirmación no hace falta retrotraerse en el tiempo y recuperar sus declaraciones sobre la integridad moral del señor de Guindos, cuando éste se gastó en un ático lo mismo que ustedes ahora en su deslumbrante vivienda. Tampoco hace falta rememorar sus teóricas preferencias vecindarias en Vallecas -aunque alcanzase la presidencia del gobierno- ni sus aceradas críticas sobre los políticos que “se aíslan en exclusivas residencias y no saben lo que es coger un transporte público”.

No, señor Iglesias, para sostener que por vergüenza torera ni usted ni su pareja están éticamente legitimados para seguir representando a la inmensa mayoría de quienes les hemos votado, solo hace falta abrir los ojos ante sus monumentales y reiteradas incongruencias, nada más. Y es que, ni aunque les hubiese tocado en la lotería el importe íntegro de su nueva residencia, sería presentable de su parte semejante dispendio.

Oyendo sus peregrinos argumentos al respecto, da la sensación de que no son ni mínimamente conscientes del amplísimo “shock” que su ostentosa adquisición ha causado entre la inmensa mayoría de quienes, reiteradamente, les hemos confiado y delegado la representación ante diversas instancias públicas.

¿De verdad se ven ustedes arengando con sus tradicionales proclamas a las bases sociales de Podemos a partir de ahora? Si verdaderamente creen que pueden seguir encarnando ese papel, háganselo mirar, porque será inequívoca señal de que sintonizan ya en otra onda, no en la que tradicionalmente transmite y se comunica la izquierda social de este país, esa a la que ustedes dicen representar.

No le den más vueltas ni sigan prodigándose en argumentos vacuos, si realmente ambos creen en la transversalidad, y no en la verticalidad personalista de la organización política a la que representan, hagan lo que deberían de hacer para no continuar perjudicándola.
Trasladar a la militancia la decisión a tomar, cuando la responsabilidad de la cuestión es de carácter únicamente personal, no parece que sea la opción más elegante ni tampoco la más aséptica.

Y no se trata de acosar a nadie con nada de lo referido –de eso ya van servidos por otros cauces- ni de aprovechar solapadamente la ocasión para deslizar algún tipo de animadversión. De lo que sí se trata es de dejar en claro que la factura política de los desaciertos deben pagarla quienes incurren en ellos, y de que no es ético ni de recibo diferir en el tiempo su pago a la organización, lo que sin duda conllevaría una caudalosa sangría de votos en las ya próximas citas electorales.

No, señor Iglesias; con un Podemos así, ni se podrá aspirar a nada políticamente sustancial ni tampoco a renovar la confianza ciudadana en una organización a la que, si nada lo remedia, se la está abocando hacia una clara sumisión a liderazgos personales.