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Atlántica XXII

Podemos Asturias, entre la bata y el traje

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Podemos Asturias, entre la bata y el traje

Daniel Ripa y Héctor Piernavieja durante uno de los actos de primarias de Podemos. Foto / Pablo Lorenzana.

Perdida la inocencia, Podemos se parece mucho más a los partidos convencionales que a aquella rebelión juvenil organizada que salió de las plazas del 15-M. También en Asturias, donde ya tiene corrientes que discuten su estrategia. En su debate interno se impuso el sector oficial —partidario de seguir confrontando abiertamente con el PSOE— sobre el que no demoniza los pactos. La organización mantiene la distancia y la autonomía frente a la dirección nacional de Pablo Iglesias.

Pablo Batalla Cueto / Periodista.

«No tenemos sede porque la sede de Podemos es cualquier esquina. Se trata de llevar la política a los barrios; de debatir, si se quiere, en bata y zapatillas. El 15-M reunía a sujetos heridos con ganas de ser escuchados. Ahora la gente va más allá. Ahora piensan: ¿y por qué no voy a poder decidir yo cómo se gestiona lo público en lugar de mirar cómo lo hacen otros?». Hace tres años que se pronunciaron estas palabras: quien así hablaba en diciembre de 2014 — en una de las primeras reuniones del círculo de Podemos Oviedo— era Emilio León, futuro candidato autonómico. Podemos venía de encaramarse con ímpetu inusitado al Olimpo político español en las ya míticas, para sus dirigentes, elecciones europeas de aquel año. El futuro se encaraba con un optimismo preñado del espíritu utópico del 15-M y la famosa metáfora con la que Karl Marx resumió el propósito de la Comuna de París en una carta a su amigo Ludwig Kugelmann, aquello de «asaltar los cielos» a lo que aludiría Pablo Iglesias en Vistalegre I, era moneda de uso corriente en los discursos autocomplacientes con que el nuevo partido se presentaba en sociedad.

Ha corrido el agua bajo el puente desde entonces: todo el mundo en Podemos coincide en señalar que han condensado en tres años lo que para otras formaciones sucede en diez o doce; y aquella aspiración a hacer política en pantuflas suena hoy cuando menos cándida en una organización que se ha hecho mayor haciéndose normal. Los viejos palabreros periodísticos y politológicos que sus dirigentes venían a enterrar siguen más o menos vigentes y sirven para dar cuenta de la vida de un partido en el que hay las mismas cosas que en los demás: corrientes y sectores, oficialistas y críticos, desencuentros y componendas, pactos a la luz del día y pactos en reservados. Y las acusaciones que Podemos soporta en los grandes medios, sobre todo de tacticismo y postureo, no parecen nada desacertadas en muchas ocasiones.

En el entorno de Podemos hay quien celebra lo que considera un tránsito a la madurez y quien lamenta, en cambio, la pérdida de la inocencia; y no faltan quienes formulan críticas más acerbas. Es el caso de Boni Ortiz, veterano trotskista gijonés adscrito al sector anticapitalista del partido, que no tiene inconveniente en declararse «muy mal a gusto» en el seno de una formación que, aunque sigue siendo su opción, ha ido decepcionándole en la medida en que ha ido viendo cómo, en su opinión, los debates ideológicos han perdido espacio en favor de juegos de poder y personalismos.

Ortiz considera perjudiciales algunas de las cosas que el partido vende como novedades democratizadoras, y en particular el uso de Internet para abordar primarias y procesos internos, que genera a su juicio una especie de «partido líquido o de magma inconcreto» que acaba cristalizando en dinámicas verticales y autoritarias. Ortiz piensa que «un partido tiene que estar organizado físicamente por más que se ayude del ciberespacio para votar o para lo que sea. Hay que crear dinámicas de trabajo que vinculen a la gente y que la organicen, no limitarse a lanzar de vez en cuando un plebiscito en el que nunca está muy claro quién vota y quién no vota».

Sea como sea, nadie puede negar que Podemos es un partido vivo. Lo prueba cada nuevo proceso interno que se abre en la formación: en todos se dirimen debates a veces muy enconados. Tal ha sido el caso de la III Asamblea Ciudadana de Asturias de diciembre, que ha redundado en un triunfo contundente de la actual dirección, encabezada por Daniel Ripa, sobre otras dos candidaturas: Agora Asturies (agrupada en torno al diputado autonómico Héctor Piernavieja y que contaba con el apoyo más o menos explícito de la dirección nacional del partido) y la que, llamada Dende Abaxo y vinculada al sector anticapitalista, encabezaba Vanesa Llaneza, concejala de Empleo en el Ayuntamiento de Langreo. Los grandes debates librados en este caso han sido al menos tres: la relación con el PSOE, la necesidad o no de aparcar un tanto el discurso anticorrupción y el destino que debe darse a la parte de su sueldo a la que renuncian los cargos electos del partido.

Los grandes debates

La relación de Podemos con los socialistas viene siendo problemática y tormentosa desde el mismo surgimiento del partido; y en Asturias, donde el PSOE gobierna casi ininterrumpidamente desde la Transición, lo es especialmente. El último desencuentro se produjo al tumbar los de Emilio León los presupuestos del Gobierno de Javier Fernández. Con ser seña de identidad del partido a nivel nacional, las cargas contra el PSOE han sido siempre especialmente duras en Asturias, donde el término casta encontró traducción local en la expresión pacto del duernu, asumida por Podemos pese a haber sido acuñada por Francisco Álvarez-Cascos y que —a diferencia del discurso de la casta, abandonado ya en Madrid— sigue siendo empleada con frecuencia por los dirigentes podemistas para señalar la presunta connivencia de PSOE y PP a la hora de repartirse las instituciones autonómicas.

La dirección actual defiende la vigencia y la necesidad de ese discurso y lamenta las presiones que dice recibir desde Madrid conminándola a moderarlo; moderación que considera que el sector de Piernavieja defendía. «En abstracto, la idea de que hay que llegar a acuerdos está muy bien, pero concretar no es tan sencillo», dice el secretario general reelecto Daniel Ripa, que asegura no negarse a firmar tales pactos pero defiende que ello se haga exigiendo garantías a los socialistas. «El PSOE incumple sistemáticamente los acuerdos que firma con Izquierda Unida», señala, y preguntado por si el triunfo sanchista en la FSA, encabezada ahora por Adrián Barbón, facilita los acuerdos, Ripa se muestra escéptico: «Pedimos a Barbón que exigiera el ingreso de Riopedre en prisión después de ser condenado y no dice nada, y le pedimos que limitara el sueldo a diputados y diputadas y lo primero que hizo fue subírselo a 4.500 euros. Que este PSOE sea nuevo o viejo, tendrá que demostrarlo, y habrá que verlo. Habrá que ver si Barbón introduce cambios o sigue siendo rehén de las redes clientelares que atraviesan al partido socialista de lado a lado», dice.

Héctor Piernavieja considera injusto que se diga que su sector quiere pactos con el PSOE. «Nunca planteamos», aduce, «cambiar la relación con el PSOE: lo que decimos es que tenemos que conseguir más cosas desde las instituciones y que eso implica llegar a acuerdos no solo con el PSOE, sino con el conjunto de fuerzas que hay en la Cámara». Tal planteamiento enlaza con otra reivindicación que también se lanzaba desde este sector: la de reducir un tanto el peso que la ofensiva anticorrupción —bien visible en la denuncia de casos como El Musel o Marea— tiene en la actividad parlamentaria de los nueve diputados podemistas asturianos. A juicio de esta corriente, de la lucha anticorrupción deben ocuparse fundamentalmente los tribunales y la actividad legislativa de Podemos debe caminar por derroteros más constructivos. «La función de los órganos legislativos no es tanto perseguir la corrupción como transformar esas realidades», manIfiesta Piernavieja. Tal aserto contrasta con los que, preguntado sobre esta cuestión, formula Ripa. A juicio del secretario general, no solo la lucha contra la corrupción debe seguir siendo «el ADN» del partido y continuar constituyendo el grueso su actividad parlamentaria, sino que la formación debe volcar esfuerzos en impulsar denuncias a través del Observatoriu Anticorrupción d’Asturies, fundado a instancias del partido.

El consejero Fernando Lastra y el portavoz de Podemos, Emilio León, en la Junta General. Las relaciones entre los dos partidos son pésimas. Foto / Mario Rojas.

Otra de las discusiones que atravesaron la III Asamblea fue la de qué destino dar al dinero reunido a través de la renuncia que los cargos electos de Podemos hacen a parte del salario que les corresponde. Cobran un tope de 1.800 euros mensuales; y un protocolo recién aprobado por Podemos a nivel estatal decreta que el excedente reunido debe ir a parar mayoritariamente a las arcas del partido, dejándose solo un 15% para proyectos sociales, a fin de conjurar la dependencia de créditos bancarios que caracteriza a otros partidos. Desde el sector de Piernavieja se defendía la conveniencia de aplicar dicho protocolo a Asturias, planteamiento que encontró oposición en el sector agrupado en torno a la dirección. «La gente está orgullosa de Podemos por cosas como ésta, que nos diferencia claramente de otros partidos», dice Ripa. Desde Agora Asturies, con todo, se critica que la canalización de esos excedentes a proyectos sociales se haga a través de la fundación Asturias 2030, «una herramienta de derecho privado» que consideran poco transparente.

Madrid y las mujeres

Además de estos debates concretos, hay uno más general y que ha venido marcando desde el principio el quehacer cotidiano de Podemos Asturias: cuál debe ser el grado de independencia del Podemos asturiano con respecto a la dirección madrileña. Y en esta III Asamblea, la cuestión ha vuelto a emerger como motivo de conflicto. La dirección actual ha venido defendiendo una autonomía decisoria que la hizo no alinearse ni con pablistas, ni con errejonistas en Vistalegre II. Lo que vale para la capital —claman desde la dirección asturiana— no necesariamente vale para Asturias, donde hay particularidades que dificultan un traslado mecánico a la Autonomía de, por ejemplo, la buena relación entre Podemos e Izquierda Unida que es tónica general en el Congreso de los Diputados. Garzón no es a Podemos España lo que Llamazares es a Podemos Asturias, aunque Ripa reconoce que la relación entre Podemos e IU en Asturias es más fluida desde que Ramón Argüelles accedió al puesto de coordinador de la coalición de izquierdas. En general, el secretario general rechaza vehementemente lo que considera un intento de convertir a Podemos Asturias en un «partido franquicia en el que se haga política a golpe de tuit y no de caleyar Asturias y de conocerla en profundidad».

La posición contraria en este debate no la representa tanto el sector de Piernavieja como una figura destacada del partido que prefirió no apoyar a ninguna de las tres candidaturas en liza después de ver frustrada su propuesta de una candidatura integradora única: Cándido González Carnero. El veterano sindicalista, muy cercano a Juan Carlos Monedero, entiende que «Podemos es un partido estatal y Asturias no es diferente ni a Extremadura, ni a Andalucía, ni a ningún otro sitio. Tenemos los mismos problemas, sufrimos las mismas reformas laborales, los mismos recortes de las pensiones y el mismo modelo que nos lleva a la miseria; y tenemos que tener posiciones comunes y coordinadas, porque si no Podemos no será un partido fuerte». Carnero, con todo, rechaza imposiciones centralistas en lo que respecta a los pactos con PSOE e IU, que considera que deben ser decididos localmente y con base en la realidad de cada lugar.

Las disquisiciones podemistas no se acaban aquí; y hay toda una serie de denuncias y lamentos transversales que se dejan oír en todos los sectores. Uno de ellos es la distancia que parece existir entre el discurso feminista del partido y su praxis cotidiana. Sofía Castañón, cabeza de lista por Asturias en las últimas generales y adscrita a la candidatura Agora Asturies, es una de las más activas en este sentido. La diputada considera que en Podemos Asturias —aunque también a nivel estatal— «hay muchas mujeres muy válidas que no están consiguiendo la visibilidad y el peso que merecen en los espacios decisorios del partido y necesitamos encontrar mecanismos organizativos que se lo den, como por ejemplo la propuesta de Agora Asturies de colocar la secretaría de Feminismo a la misma altura de la secretaría general». Por otro lado, como Piernavieja, Castañón lamenta la premura de los plazos que ha caracterizado a su juicio a esta III Asamblea, y que ha impedido, según su criterio, que los grandes debates fueran abordados en toda su complejidad y no solo superficialmente.

Los ojos están ahora puestos en 2019, año en que han de celebrarse las próximas elecciones autonómicas. Ripa asegura estar confiado en la posibilidad de ganarlas y que el próximo presidente del Principado sea podemista. No parece probable a tenor de las encuestas, aunque nunca se sabe. Lo que sí parece claro es que el próximo premier astur no gobernará en bata y zapatillas.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 54, ENERO DE 2018

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