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Atlántica XXII

PSOE: Atragantón de realismo en la política española

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PSOE: Atragantón de realismo en la política española

Susana Díaz y Javier Fernández en un mitin en Avilés en 2015. Foto de Pablo Lorenzana

Susana Díaz y Javier Fernández en un mitin en Avilés en 2015. Foto / Pablo Lorenzana.

Lucía S. Naveros Periodista.

“Pedro Sánchez se derrumba y reconoce que es un actor”. La broma ha circulado durante meses por las redes, porque más o menos todo el mundo era consciente de que el líder socialista había llegado a tomar el mando del partido tras pasar una especie de “casting” interno. Tocado por el dedo de la poderosa Federación Socialista Andaluza (la misma que estos días le ha cortado en público la cabeza), el guapo Pedro Sánchez, el yerno ideal, fue sometido al proceso de primarias y ganó, frente a rivales que sí tenían detrás una trayectoria política que mostrar, como Eduardo Madina o José Antonio Pérez Tapias. Nadie esperaba que se tomara en serio todo aquello del liderazgo, del respaldo de la militancia y (mucho menos) que el PSOE es un partido que aspira a cambiar el orden de prioridades en la gestión económica. Era, simplemente, la respuesta de un partido viejo y acomodado al desafío que suponía Podemos. El rey del “selfie” (una foto con cada socialista español) quedaba al mando del PSOE de prestado, mientras Susana Díaz (que no es actriz, sino una de las directoras y guionistas de la película) esperaba que las cosas maduraran para dar un salto sin riesgos desde Despeñaperros.

Las cosas no salieron así. Pedro Sánchez se metió en el papel y de pronto se portó como un político con agenda propia, no como un “mandao”. Alentó las esperanzas de militantes y simpatizantes de que era posible un gobierno alternativo a Mariano Rajoy, y luchó hasta el final (hasta el bochorno de la urna fantasma que apareció y desapareció en la comisión federal, con sombras de “pucherazo”) por mantener las riendas de un partido cuyos gobernantes reales se sientan en los territorios y tienen la visión de la política que da haber madurado en despachos y hemiciclos.

Tras el degollamiento interno que ha sufrido Pedro Sánchez (cuya tenacidad hace pensar que aún esté dispuesto a dar la batalla en las primarias) le ha tocado al presidente asturiano, Javier Fernández, administrar a los socialistas españoles (y a los votantes de izquierdas, en general) el aceite de ricino de la “realpolitica”. Realismo que significa que el PP debe gobernar, que esa es la única alternativa, que meterse en aventuras con los jovenzuelos de Podemos no puede dar más que disgustos, y que los socialistas sensatos deben mantenerse al margen, con la estrategia del “viejo rey tronco”, en la esperanza de que sus enemigos (que no son otros que los de Pablo Iglesias) se vayan desangrando por las heridas de sus innumerables meteduras de pata. Después, pasado el delirio del desembarco de los “indignados” en la política española, queda la esperanza de resurgir como única alternativa entre lo malo y lo menos malo.

¿Y ahora?

El asesinato público de Pedro Sánchez, sin embargo, se ha hecho mal y a un elevadísimo coste. La líder andaluza, famosa por su tacticismo político (que Javier Fernández pudo comprobar en carne propia en el Congreso extraordinario de 2014, cuando Díaz obligó a un recién estrenado Pedro Sánchez a echarle del tablero, por el único placer de verle sudar la gota gorda y rebajarse a aceptar un cargo honorífico en una comisión inexistente, pese a que por aquel entonces la andaluza y el asturiano eran los dos únicos presidentes autonómicos que tenía el PSOE), se ha revelado, en palabras de Josep Borrell, no como una gran estratega, si no como un “sargento chusquero”. Uno no mata a César con once puñales y deja que el cadáver ande por ahí dando ruedas de prensa. Tampoco manda a una amiga a decir que es la única autoridad del partido, para que pase después el bochorno de quedarse en el vestíbulo con la chaqueta en el brazo durante dos horas. Episodios grotescos que, junto a la postura de periódicos como El País, quedarán como muestra del grado de deterioro al que ha llegado la política española. Aunque finalmente el muerto asumió que estaba muerto, el PSOE queda en una extrema posición de debilidad para negociar con el PP condiciones para su abstención. Si los socialistas han sido capaces de sacarse los ojos delante de todo el país para hacer presidente a Mariano, difícil será que cuele que van a vender caro su voto. Atragantón de realismo en la política española.

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