
¿Y si el desencuentro entre UPyD y Ciutadans fuese la definitiva constatación de que Catalonia is different?
Diego Díaz.

Javier Nart, cabeza de lista de «Ciudadanos» al Parlamento europeo, la semana pasada en Oviedo. Foto / Pablo Lorenzana.
Me comentaba la semana pasada el historiador barcelonés Xavier Domènech que la ironía de Ciutadans es que se trata de un partido que hace en Cataluña del “mejor unidos” su bandera, pero que luego es incapaz de unirse en España a su aliado natural, UPyD. El porqué son incapaces de llegar a un acuerdo de mínimos Ciudadanos, que se presenta a las europeas con el lema “La fuerza de la unión”, y UPyD, que lo hace con “La unión hace la fuerza”, parece a primera vista absurdo y chocante, pero si lo pensamos un poco más quizá no lo sea tanto, quizá las relaciones entre uno y otro sean en el fondo una metáfora de las complejas relaciones políticas entre Cataluña y España y de sus diferentes culturas políticas.
Recordemos que en Barcelona, el primer foco de la revolución industrial de España, ciudad portuaria, de desarrollo urbano más temprano e históricamente más conectada con Europa que Madrid, tradicionalmente las cosas siempre han sucedido un poco antes. Por ello el partido catalán, nacido en 2006, fue precisamente el que inspiró un año más tarde a Rosa Díez, Fernando Savater, Mikel Buesa y otros políticos e intelectuales vascos a fundar UPyD. Si bien ambos partían de unos orígenes en un principio parecidos, colectivos de ex militantes o simpatizantes socialistas desencantados con el PSC y el PSE respectivamente, a causa de lo que consideraban una excesiva condescendencia de la progresía con sus correspondientes nacionalismos locales, Ciutadans pronto desistiría de extenderse fuera de Cataluña, convirtiéndose en un partido de ámbito estrictamente catalán, mientras que los vascos, quizás siempre con la vista más puesta en Madrid que en Euskadi, pronto darían el salto a la política española.
Desde entonces UPyD se ha extendido por casi todas las Comunidades Autonómas, excepto Cataluña, donde ha cosechado un sonoro fracaso electoral, incapaz de competir con los de Albert Rivera con un nacionalismo español demasiado centralista y parecido al del PP para su potencial público catalán, y que poco tiene que ver con ese sentimiento nacional español, pero muy a la catalana y con un aire más moderno que encarna Ciutadans.
Sus problemas en Cataluña recuerdan tanto al tradicional fracaso de los partidos de ámbito estatal para dotarse en este territorio de una sólida base social, como a los problemas de los proyectos políticos made in Barcelona para encontrar seguidores fuera de Cataluña, pues no parece que Javier Nart, pese a su deslumbrante cabellera plateada, su tirón televisivo y su discurso más progre y moderno que el de UPyD, vaya a romper con la maldición en estas europeas.
Quizá históricamente la CNT y mucho más recientemente la PAH hayan sido dos de las pocas organizaciones que naciendo en Cataluña han encontrado eco en el resto de España, y a ello no ha sido ajeno el federalismo de una y otra. Cataluña está imbuida de una cultura política federal que lo impregna todo, y a la que no es ajena Ciutadans. Su sociedad civil está más viva y corre más deprisa que la del resto de España, y por ello es poco dada a admitir tutelas de Madrid. ¿Se imaginan a Albert Rivera, como Ignacio Prendes, pidiendo permiso a Rosa Díez para firmar un acuerdo parlamentario?
Si UPyD quiere tener voz en Cataluña tendrá que establecer relaciones federales con Ciutadans, como el PSOE hizo con el PSC, o antes el PCE con el PSUC. Y viceversa si Ciutadans quiere tener un interlocutor fuera de Cataluña. Ambos están condenados a entenderse y en el fondo admitir que Catalonia is different.
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