MAXI RODRÍGUEZ / TEATRO PRECARIO
(En la penumbra del dormitorio, ÉL dobla y redobla frenéticamente un puñado de títulos universitarios. ELLA le mira atónita)
ELLA.-¿Qué coño estás haciendo?
ÉL.-Figuritas de origami.
(Pausa. ELLA esboza una mueca de desprecio. Duda si volver a la cama, pero enciende el flexo de la mesita y mira al techo entristecida)
ELLA.-Es increíble.
ÉL.-¿Verdad? (Irónico) No confío en mis posibilidades y sin embargo… ¡Et voilà! (Exhibe ufano su licenciatura convertida en pajarita de papel) A ver si os dan por esto algo de pasta en Wallapop.
ELLA.-Juan…
ÉL.-Acuéstate.
ELLA.-No podemos dejar que…
ÉL.-Acuéstate, joder.
(ÉL se incorpora con varias pajaritas entre sus manos. Pausa)
ELLA.-No hagas tonterías. No creas que estás desperdiciando tu vida.
ÉL.-Se las dejaré allí, en la mesa del estudio, junto a sus libros de texto. Luego, tú ya le explicas, ¿vale?
ELLA.-Juan…
ÉL.-Le cuentas que su papá dejó de buscar trabajo de “lo suyo” y terminó en precario, mal pagado y sin prestigio.
ELLA.-Todo irá bien.
ÉL.-Dile, de paso, que tampoco se mate estudiando, que los ingenieros sufrimos demasiado cuando terminamos de empleados de cadena de comida rápida.
(ELLA camina hacia él, desafiante)
ELLA.-No puedes actuar así, no se acaba el mundo, joder. Ana te está ayudando mucho. Deberías hacerle más caso.
ÉL.-¿Más?
ELLA.-Ella tiene razón, se te está yendo de las manos, Juan. Está dejando de ser un…
ÉL.-(Recita burlón, de carrerilla) Un problema de insatisfacción laboral para convertirse en un trastorno psicológico. (Retador) Así es, ¿no? (Punzante) Muy majas tus amigas de la corriente cognitivo-conductual. (Posa las pajaritas en su cabeza, histriónico) ¡Pío, pío, que estoy muy loco, cuidado conmigo, pío, pío…!
ELLA.-Juan, por favor… No podemos dejar que esta mierda nos arrastre.
ÉL.-Demasiado tarde.
(ÉL parece decidido a salir del cuarto, ELLA trata de impedirlo en actitud cariñosa, maternal)
ELLA.-Lo siento, Juan. Lo siento mucho, de verdad. Sé que me he portado mal contigo, que nos hemos amargado mutuamente y esta casa es un puto infierno. (Pausa) Pero aún estamos a tiempo. La vida manda, Juan.
ÉL.-(Ausente) La vida…
ELLA.-Al menos tenemos trabajo. (Enérgica) También yo siento que soy un desperdicio y que todo lo que he hecho fue para nada. Sí, estoy frustrada, aburrida. No tengo desafíos y me siento intelectualmente desaprovechada. (Pausa) ¿Y qué?
ÉL.-(Burlón) Coño, pues vente conmigo a la psicóloga.
ELLA.-¡Déjate de coñas, joder! Es lo que hay, Juan. Licenciados currando de peones, maestros repartiendo paquetes, carreras prometedoras estancadas por la maternidad o la enfermedad… ¡Es el puto mercado laboral, tío!
ÉL.-No puedo más, te lo juro.
ELLA.-Lo que no podemos es bajar los brazos, Juan, dejar de luchar.
ÉL.-¿A mí me hablas de luchar? ¿A mí, que he sido jardinero, conserje, recadero, recepcionista en un taller, bedel de…?
ELLA.-¿Y qué?
ÉL.-Que ya no puedo más, joder.
ELLA.-Tú eres tú, Juan. Eres único e irrepetible.
ÉL.-No empieces a hablarme como tu amiga la psicóloga, ¿vale? ¡Estoy hasta la polla!
ELLA.-¿Y qué quieres hacer? ¿Largarte otra vez? ¿Otro portazo? ¿Otro tiempo para…?
(ÉL se derrumba, llueven de su cabeza pajaritas de papel)
ÉL.-No sé. (Larga pausa. Esboza una sonrisa triste, muy triste) Y eso que siempre supimos lo que queríamos ser de mayores.
ELLA.-Y lo somos, Juan. Somos lo que elegimos. No te fustigues más.
ÉL.-Sobrecualificados, manda güevos.
ELLA.-El trabajo no es lo más importante, en serio. El crío crecerá rodeado de teleoperadores, currantes pobres, parados, explotadores… Pero no podemos fallarle.
(Larga pausa. ÉL se yergue apesadumbrado y habla lentamente en tono dramático)
ÉL.-Ya lo hemos hecho, María. ¿No te das cuenta? Ya le hemos fallado. Esta casa parece un ring de boxeo donde descargamos entre nosotros las hostias que nos dan en esa mierda de empleo. Ya no dedicamos tiempo a leer, ni vamos juntos al cine, ni hacemos planes de…
ELLA.-(Cabizbaja) Lo sé, Juan, lo sé.
ÉL.-¿Qué coño crees que piensa él de nosotros? Nos hemos pasado la vida estudiando y él pasa por delante del burguer mirando hacia otro lado para no ver nuestras caras de asco detrás del mostrador.
ELLA.-¡No es verdad! Estás mal, tío, Ana tiene razón. Es serio te lo digo.
ÉL.-¿Ves? Ya estamos como siempre. (Levanta la voz, colérico) ¡Lo que estoy es hasta los cojones de aguantar tu puta manía de…!
(Se abre la puerta del dormitorio. Un ADOLESCENTE somnoliento les mira en pijama desde el quicio)
ADOLESCENTE.-¿Ya estamos con las broncas? ¿Qué hora es?
(La pareja se mira en silencio. Agachan tímidamente la cabeza. El ADOLESCENTE desanda sus pasos desabrido. ELLA vuelve a la cama y ÉL, alelado, empieza a deshacer sus pajaritas de papel)
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PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 52, SEPTIEMBRE DE 2017
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