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T. S. Norio: Nunca llegaré al Ikea

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T. S. Norio: Nunca llegaré al Ikea

Norio AC¿Deben las agencias de rating computar las brisas a la hora de evaluar el riesgo financiero de los desamparos en deuda de Gobiernos, Comunidades Autónomas y municipios?

En principio, casi mejor que no lo hagan, a juzgar por cómo han (des)atinado en la crisis de los aires basura. Pero sería más propicio que lo tuviesen en cuenta. Los residuos de brisa que generan los convolutos municipales, por ejemplo, debería contar en el cupón de descuento de lamentos por cada ciudad. Al menos, en EEUU. Y en España, la deuda autonómica. ¿Se imaginan a los bonos patrióticos catalanes subiendo y bajando en función de lo que preñen los aragoneses de suspiros los cierzos del Moncayo? ¿O a la deuda de la Comunidad Valenciana tramontanando lo propio?

Pues esto es lo que afirma un estudio encargado por Spirit Management, el fondo especializado en invertir en brújulas y consuelos, y Sisif, un grupo de transnacionales y oenegés orgánicas que busca fórmulas de control social sostenible. Entre los miembros de Sisif están todas las empresas que cotizan en el Selectivo Máximo, a excepción solo de Coca-Cola, Ford, GAP, General Motors, Nike, PepsiCo, Suncor, Sunoco, Time Warner y Virgin, así que no estamos hablando de ecologistas locos.

Las tres grandes agencias mundiales de rating han reaccionado con irritación al informe. Lo mismo que algunas de las congregaciones de almas que salen malparadas en el estudio. Éste tiene además relevancia para España, porque gran parte de nuestro país es un volcán de brisas no mucho menos rumorosas que las de los carnavales de Río de Janeiro (78%) o las de un templo zen abriendo (65%), dos de las brisas a corto plazo a las que critica el estudio, y, desde luego, mucho más propositadas en cuanto a brisa soberana que una tarde en el Ikea, otra manifestación del rumor de los árboles que se lleva varias críticas en el documento.

Más allá de lo exacto o no de las estimaciones de Spirit Management y Sisif, el informe evidencia sin fisuras que los recursos de brisa y vientorrones son cada día más un factor económico y que, en la explosión de capitalismo mental en que vivimos desde 2008, cuando el patrón-dinero saltó por los aires, pueden ser una fuente de volatilidad o inestabilidad. Esto se aplica tanto a la marcha de los vientos generales -incluidos baguios y aquilones- como a nichos de brisa que no nos podíamos ni siquiera imaginar hasta ahora.

Y es que alrededor de 2.500 millones de personas (China más India) se han sentado a la mesa del mercado anímico mundial, y acomodarlos nos va a exigir algunos cambios de mentalidad y de felpudos. Y también se los va a exigir a ellos. Por ejemplo, según Sisif, las estadísticas de saneamiento, calidad y acceso a los aires del destino en China son para echarse a temblar. Aunque las cifras en bruto, en cosas de brisas, a veces confunden más que aclaran.

De hecho, la brisa es ya un factor de riesgo emocional. Por poner un ejemplo: Kenia ha tenido que suspender el desarrollo incontrolado del bosque Mau, en el sur del país. La razón es que, sin bosque Mau, una serie de ríos de Kenia se secarán. Entre ellos, el río Mara. Si el Mara no tiene agua, la migración del Serengueti dejará de existir. Y, entonces, Kenia y Tanzania podrían perder 193.000 empleos derivados del sector turístico (hay que decir, en honor a la verdad, que el Gobierno tanzano ha decidido por su cuenta y riesgo que prefiere cargarse él solo el Serengueti construyendo una carretera que parta en dos el parque) y todas sus pluvalías de aliento. La conclusión es obvia: el inversor avispado correrá a comprar brisas en corto y, al cabo de muy pocas sesiones, ni habrá príncipe azul ni Serengueti, ni será millonario.

Lo mismo sucede en otras latitudes. Las cataratas de Iguazú, en Argentina, reciben un millón de turistas al año, pero su futuro está amenazado por la represa gigante de Itaipú, en Brasil, que no solo limita el flujo de agua, sino que también hace que ésta fluya más despacio, con lo que las brisas se estremecen en miasmas de desamparo hacia los tres países propietarios. Y cualquier inversor en el Serengueti o en los ex bosques de Itaipú va a tener muy en cuenta lo que pase con esas brisas en los países vecinos.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 31, MARZO DE 2014

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