
Mossos d’Esquadra se interponen entre manifestantes y la Jefatura Superior de Policía en Barcelona. Foto / Carolina Santos.
Carlos Barral / Poeta y promotor cultural.
Estos días anduve releyendo «El perseguidor» de Cortázar, cuento en el que las urnas y lo alucinatorio cobran un protagonismo recurrente, sin haberlo llevado a la mesita como derivada del procés. Pero me pregunto: ¿por qué se habrán abrazado Cortázar y el procés?
Claveles rojos frente a las armas. Mejilla de señora ensangrentada. Urnas arrebatadas como solo los antidisturbios saben arrebatar. No hay icono que venza tal imagen viajando hasta los confines haciendo incluso enmudecer a los más facundos.
Relato emocional de ciencia ficción a todo color vapulea a discurso legalista nacionalista español en blanco y negro.
Las huidas adelante sin frenos y a lo loco, o perversamente pergeñadas, suelen acabar en siniestro total.
La legalidad muchas veces es insuficiente, e incluso indigna, pero eso no legitima que toda legalidad salte por los aires a conveniencia.
Ahora que cada cual (Gobierno de España y Gobierno catalán) parlotean en su propio idioma, ¿haría falta un intérprete? ¿No tenemos contratado ad eternum, y sin referéndum, al más preparado?
Las banderas, las patrias, las religiones, los muñecos de madera, la sacralización de las emociones… ¡cuánta cosa mala nos han regalado a lo largo de la historia! Y lo que nos queda.
Sedición contra la falta de seducción arregla a muchos sus mierdas. De un plumazo.
Ante gente pacífica golpeada siempre se me pone la piel de pitu caleya. Las emociones, claro, son una diáspora sensitiva incontrolable.
Tanta torpeza de análisis de la partida debería inhabilitar al perdedor. ¡Rajoy, dimisión!
Una vergüenza el tratamiento de gran parte de los medios no solo por el tamaño exiguo sino por el tratamiento en sí.
Alucinantes las declaraciones oficiales desde ambos flancos. La Vice negando la evidencia vista por todos. Los tal nominándose ministros con una prisa reveladora como si no hubiera mañana.
Alucinante que no seamos capaces de comprender que, ahora, la foto de la noticia es soberana porque no pertenece a nadie al estar en la mano de todo el mundo.
¿La Monarquía? ¿El líder de la oposición? ¿La sociedad civil no indepe? ¿Bruselas? ¿El encaje de futuro? ¿Euskadi? ¿La respuesta a la declaración unilateral?
Cruzo los dedos pensando en urnas que vuelan, locas, apátridas, por encima de las fronteras.
Qué ingenuo.
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