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Vacaciones en La Granda

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Vacaciones en La Granda

Gesto de Juan Velarde ante Rodrigo Rato en La Granda cuando éste era ministro y vicepresidente del Gobierno. Foto / Armando Álvarez.

Gesto de Juan Velarde ante Rodrigo Rato en La Granda cuando éste era ministro y vicepresidente del Gobierno. Foto / Armando Álvarez.

Xuan Cándano / Periodista. En bajamar todo aparece, pero han tenido que pasar 35 años para que saliera a la luz el secreto a voces del fraude, bien pagado con dinero público y por grandes corporaciones, de los cursos de verano de La Granda.

Y si afloró en los medios tradicionales fue porque el PSOE de Gijón cargó contra la alcaldesa de Foro Asturias, Carmen Moriyón, que se había comprometido a aportar 40.000 euros a los cursos de este año. El PSOE aportó también facturas por valor de 166.000 euros por la celebración de cuatro cursos el año pasado, emitidas por un hotel de lujo de Avilés, el Palacio de Ferrera. 71.000 de ellos iban destinados a la atención de los participantes en los cursos y al trabajo en el caserón donde se celebran de 15 personas, incluyendo camareras, maitre, jefe de cocina y de compras y una gobernanta.

Bien está reconocer a los socialistas su acierto con esta denuncia pública, pero también hay que recordar su oportunismo, porque solo lo hacen para atacar a la alcaldesa casquista; y su amnesia, porque durante muchísimos años, hasta este mismo instante, fue el PSOE al frente de las instituciones quien financió y ensalzó con entusiasmo los cursos de La Granda. El entonces presidente asturiano Vicente Álvarez Areces participó y colmó de elogios a los organizadores en el 30 aniversario, que también contó con la presencia del entonces delegado del Gobierno en Asturias, Antonio Trevín, que ahora pide cuentas en el Congreso por el escándalo de los gastos veraniegos de La Granda.

Los medios también contribuyeron mucho durante todos estos años a la farsa con su silencio. La Granda llenaba páginas y minutos de informativos reproduciendo las opiniones del invitado de turno, aunque los periodistas podíamos ver desde una tribuna privilegiada que aquello, más que un curso de verano, era una tertulia de viejos amigos, algunos realmente fosilizados en sus cómodas butacas, siempre finalizadas en agradables y bien servidas comidas. ATLÁNTICA XXII dedicó su portada y su artículo central en su número 3, en julio de 2009, a estas veladas de intelectuales y universitarios conservadores y no recuerdo otras alusiones críticas a La Granda hasta que ahora las forzó la estrategia de un partido. La portada se titulaba “La gran farsa de La Granda” y su autor, el historiador David Ruiz, aún sigue oyendo descalificaciones de sectario y resentido por contar la historia de un exitoso fraude que pusieron en marcha Teodoro López Cuesta y Juan Velarde, a raíz de la destitución de este último como rector de la Universidad de verano de La Rábida.

Sin alumnos, sin créditos, sin más compañía habitual que parientes y amigos, La Granda, un caserón que montó Ensidesa para Franco y que el dictador apenas usó, es durante todos estos años el escenario de los ilustres veraneos de los fundadores de los cursos de verano que llevan su nombre. Teo López Cuesta, un tipo simpático y muy bien dotado para las relaciones públicas, que podía presumir de ser el primer rector democrático de la Universidad de Oviedo, falleció recientemente. Juan Velarde no quiso a su muerte prescindir de sus veraneos en La Granda y para ello montó una comunidad de bienes con su esposa para poder seguir recibiendo las jugosas subvenciones de instituciones y empresas. Tras la denuncia del PSOE tuvo el mal gusto de “echar el muerto” de las facturas a López Cuesta y a la Fundación de Estudios Hispánicos, que era quien organizaba los cursos antes de la “privatización” de Velarde.

Juan Velarde recibe efusivamente en La Granda al entonces presidente asturiano Vicente Álvarez Areces durante los actos del 30 aniversario de los cursos. Al fondo, en la puerta, Teodoro López Cuesta. Foto / Miki López.

Juan Velarde recibe efusivamente en La Granda al entonces presidente asturiano Vicente Álvarez Areces durante los actos del 30 aniversario de los cursos. Al fondo, en la puerta, Teodoro López Cuesta. Foto / Miki López.

Aunque los recortes hicieron peligrar los cursos, que finalizaron el fin de semana pasado, este verano el presupuesto ascendió a 130.000 (la organización dice que gastó 90.000) que pusieron Arcelor-Mittal, Iberdrola, Ideas del Metal, Illas-Reny Picot, la Fundación del Banco Santander y el Ayuntamiento de Gijón.

Debe de ser que el fantasma de Franco aún pulula por La Granda, porque esos cursos nunca perdieron el rancio aroma del pasado. Nadie niega su capacidad intelectual y los saberes económicos de Juan Velarde, tan evidentes como su oportunismo. Procedente del falangismo, autor de libros de texto de la Formación del Espíritu Nacional del franquismo y luego reconvertido a la democracia gracias al milagro de la Santa Transición española, Juan Velarde Fuertes es el gurú del neoliberalismo español y el economista de referencia del PP, que lo nombró miembro del Tribunal de Cuentas, ese que miró para otro lado con el Caso Gürtel y la financiación ilegal del partido. Como ideólogo y magnífico representante de ese dogma neoliberal tan poco universitario, por acrítico, Velarde hizo de La Granda una gran caja de resonancia de ese pensamiento único que la realidad y la crisis han ido desmontado con el tiempo. Curioso desapego con el Estado el de estos neoliberales, que luego lo exprimen para sus proyectos y aventuras, aunque sean tan poco edificantes como esta que tiene por sede Asturias.

Por los cursos de Velarde no pasan heterodoxos, herejes ni revolucionarios, sino ministros, cargos públicos, banqueros y economistas con los que comparte sus convicciones, aunque justo es reconocer que también ha habido cursos y ponentes de probado nivel e independencia, algo inevitable en 35 años.

Y semejante limitación es natural: quien paga manda. La Granda es un ejemplo de manual de esos vicios y esa corrupción moral que consiste en que grandes empresas e instituciones financien actividades que luego copan sus representantes.

Cuando se privatizó la vieja Ensidesa y la siderurgia asturiana acabó en manos de Arcelor-Mittal, la empresa estuvo a punto de cerrar La Granda y dedicarla a sus propias actividades. López Cuesta y Velarde se movieron y lo evitaron. Ahora un nuevo equipo propone cambiar los cursos, su organización y su financiación, aportando luz y transparencia. Deberían empezar por mostrar las cuentas y las facturas de todos estos años.

Modernizar La Granda, convertirla en una auténtica Universidad de verano y no en el escenario de unas vacaciones ilustradas bien pagadas, no va a ser una tarea fácil. El fantasma de Franco no parece dispuesto a largarse.

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