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Vaso mediado en tono gris

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Vaso mediado en tono gris

Xuan DO [1280x768]Xuan Cándano / Director de ATLÁNTICA XXII.

El vaso no está medio lleno o medio vacío, siempre está a medias, porque la vida no está pintada de blanco ni de negro, sino del tono gris del sensible material que de todo se impregna, como un lienzo en blanco abandonado en un bosque para que la naturaleza haga de él una obra de arte.

Por eso en las recientes elecciones generales, en las que todos perdieron y todos ganaron a la vez, se puede celebrar la grandeza de la democracia y sus miserias, como se puede creer y arremeter sobre la condición humana dependiendo de cada individuo, o incluso del mismo en unas circunstancias o en otras, en un episodio glorioso de su vida o en el más lamentable.

La democracia se oxigenó con la última cita a las urnas, aunque haya salido de ellas tal galimatías que parece un milagro formar un Gobierno y una utopía que sea estable. Pero bienvenida sea la inestabilidad si las instituciones, hasta ahora secuestradas por el artificial bipartidismo, se empiezan a parecer a la sociedad. El “no nos representan” del 15-M, el motor del cambio en España, se ha quedado viejo desde el 20-D, por lo menos de momento, porque habrá que ver si los emergentes son solo una solución lampedusiana en la que todo cambie para que todo siga igual.

Pero, mientras aclaramos la duda, que tomen nota Europa y el mundo del ejemplo español, mucho más relevante que la inevitable Transición pactada por las alturas y asumida por un pueblo pasivo y miedoso. Al Sur de los Pirineos seguimos hablando a voces por los bares y nadie escucha a nadie, pero la ciudadanía está siendo capaz de regenerar un sistema político corrupto y podrido tras llenar las plazas con un clamor de cambio que ahora desbordó las urnas. En España la alternativa no es la extrema derecha, sino nuevos partidos liderados por jóvenes, aunque lo viejo se resista a morir y lo nuevo no acabe de aparecer.

Lo que pasa es que si vemos el vaso electoral medio vacío, lo que no deja de ser otra fundada observación, resulta deprimente volver a comprobar que en España la corrupción no se paga cuando nos toca juzgar a sus culpables, por acción o por omisión. Ya sabemos que pasar de la mayoría absoluta a la derrota solo fue posible con el propio Rajoy tras los atentados de Atocha, pero no resulta precisamente aleccionadora la victoria de un partido salpicado por la corrupción de tal manera que su presidente y el del Gobierno cobraba sobresueldos en dinero negro y pagaba las obras de la sede por el mismo procedimiento. Podemos hizo campaña llevando de un lado a otro la película B, sobre el Caso Bárcenas, pero se ve que el personal no quiere ver guiones tan realistas de cine negro con protagonistas mafiosos sentándose en los Consejos de Ministros.

En Segovia se ve que en la jornada anterior a las elecciones no reflexionaron mucho, porque el PP las ganó y salió elegido diputado el segundo de la lista, el comisionista Pedro Gómez de la Serna, cuyos millonarios negocios en los ratos libres de la tarea política fueron desvelados por la prensa durante la campaña. Tampoco parece que a los segovianos les importen gran cosa las propuestas de los candidatos, porque Gómez de la Serna desapareció en cuanto se conoció su caso, eludió la campaña y no cogía el teléfono a sus jefes del PP. Y el pueblo, condescendiente, premió esa discreción en las urnas convirtiéndolo en diputado y aforado.

Habrá quien diga que lo de Gómez de la Serna se explica por las listas cerradas en el Congreso, pero ahí está el Senado para avalar que esa servidumbre de los electores es bicameral y desborda fronteras. Es cierto que más de un millón trescientos mil ciudadanos solo votaron al Congreso, y que hablamos de más del doble si sumamos los que optaron por el voto en blanco o el nulo en el Senado, pero en este caso hay listas abiertas y también son incontables los políticos que consiguen una jubilación de lujo en esa Cámara inútil, que solo sirve para darles una colocación cuando están amortizados.

Los resultados en el Senado en Asturias no resultan menos curiosos que los de Segovia. El senador más votado fue Ovidio Sánchez, expresidente del PP en la Autonomía, que hizo de la Junta General un botín para él y los suyos, entre otros Joaquín Aréstegui, imputado en el Caso Aquagest. Cuando esta revista lo desveló, con la cuantía de sus sobresueldos detallada, se esfumó su sueño de acceder al Parlamento europeo, donde los sueldos son estratosféricos. El PP lo escondió en la campaña y le prohibió hacer declaraciones, pero su nombre salió días antes de las elecciones vinculado a los negocios de Gómez de la Serna, de quien es amigo. Le había alquilado un local para hacer negocios, no sabemos si similares, porque no los aclaró. Debe de estar emocionado con sus paisanos, que pusieron en masa la crucecita al lado de su nombre, sin duda agradecidos por los favores recibidos.

El último de los cuatro senadores elegidos por Asturias fue Vicente Álvarez Areces, el de los casos Marea, El Musel y Niemeyer. De éste no hay que contar nada que no se sepa, porque fue el presidente de los asturianos durante doce años.

Medio lleno o medio vacío, a veces dan ganas de beberse el vaso entero de golpe, aunque contenga cicuta.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 42, ENERO DE 2016

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