Los ideólogos de la extrema derecha actual lo saben perfectamente. A pesar de la globalización, aún no hay ningún régimen político que genere entre la población un atractivo tan fuerte como la idea de Nación. Y han decidido jugar esa baza a fondo. Por eso, el voto a favor de los partidos de extrema derecha, que se ha dado en numerosos países europeos en los últimos años, tiene como causa principal el rechazo de la inmigración musulmana, vista por muchos ciudadanos como una amenaza a la identidad nacional y los valores de la Nación.
De todas maneras, conviene tener en cuenta que el término “nacionalista”, cargado de valores positivos cuando se trata de combatientes en lucha por la independencia de su país, pierde buena parte de su sentido en los Estados independientes y puede adquirir incluso aspectos netamente peyorativos según como se use. De hecho, muchos de los que se reivindican nacionalistas en el campo de la extrema derecha se presentan como los “verdaderos” defensores de la Nación, opuestos radicalmente a los representantes de la mayoría del pueblo, que son acusados de “mercadear” los valores nacionales, de debilitar la identidad nacional e, incluso, de abandonar la nación en manos de los extranjeros.
En el contexto actual de mundialización económica, responsable directa de la deslocalización de las empresas industriales y, por consecuencia, del paro desbocado, la figura del “extranjero” -tanto si lo es realmente o no- sirve de “culpable de todos los males”. Una figura que los movimientos de extrema derecha europeos han convertido en su principal caballo de batalla.
En sus razonamientos simplistas y especialmente demagógicos, el Front National francés -que no ha cambiado sus planteamientos a pesar de los intentos de enmascaramiento de Marine Le Pen- y otras formaciones similares (en nuestro país, “Plataforma x Cataluña” y “España 2000”) argumentan hasta la saciedad que la inmigración es la fuente de todos los males: paro, delincuencia, inseguridad, déficits públicos agravados por el coste de las prestaciones sociales dadas a los extranjeros y sus familias. Siendo esta última una afirmación especialmente escandalosa, cuando se conoce que las cuentas de la Seguridad Social aún serían más deficitarias sin los trabajadores extranjeros (como demuestran diversas auditorías parlamentarias sobre la política de inmigración).
Pero si la inmigración, en general, es el centro del discurso de todas estas formaciones ultraderechistas, se tiene especial cuidado en presentarla siempre como algo amenazador porque es musulmana. Y este discurso ha encontrado una gran acogida y credibilidad a causa del terrorismo islámico de Madrid (marzo de 2004) y Londres (julio de 2005). Conviene añadir además el tema de los rehenes capturados por las diferentes facciones que forman el denominado Al-Qaeda del Magreb islámico (presente en Níger, Mali…). Un contexto explotado sin pudor por estos nuevos “cruzados” ultras para dejar entender que en todo musulmán, autóctono o no, se esconde un islamista potencial.
Si en un país como Francia, donde la inmigración es un fenómeno antiguo y conocido, donde todo el mundo sabe que la integración no se hace nunca sin hostilidad y requiere tiempo (a veces más de dos generaciones), el discurso sobre la imposibilidad de integración de los inmigrantes musulmanes ha encontrado un eco asegurado, aumentado por la amalgama musulmán/islamista, es fácil imaginar que, en los países donde la inmigración es un fenómeno reciente, este discurso pueda encontrar aún con más facilidad una acogida favorable. Este es el caso de los Países Escandinavos o de los países que, anteriormente, fueron generadores de emigración y que, ahora, se han convertido en países de inmigración, como Italia o España.
Conviene preguntarse, pues, si la tragedia provocada por la locura asesina de Anders Breivik, ese chico noruego que, en el verano de 2011, asesinó a 77 personas en Utoya y Oslo, no está relacionada más que directamente con los discursos de los militantes de la extrema derecha nacionalista que denuncian constantemente, a través de Internet, la amenaza que representa el mundo musulmán sobre el Occidente cristiano y sobre la Noruega de ojos azules.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 26, MAYO DE 2013.
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