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Atlántica XXII

El rey desnudo de las cuencas

Caso Villa

El rey desnudo de las cuencas

Xuan Cándano

Xuan Cándano / Director de ATLÁNTICA XXII.

El problema no fue Marx, un genio diagnosticando los males de la humanidad, sino los marxistas. Y si grave es la impostura de José Ángel Fernández Villa, peor aún la de los villistas. Ahora desaparecieron por arte de magia, como apareció el dineral del que fuera su Gran Timonel, porque la adoración por Villa de aquella legión de villistas que inundaba las instituciones, las empresas públicas y todos los centros de poder era similar a la que provocaban entre los suyos Mao y otros caudillos del socialismo real.

El rey de las cuencas iba desnudo enseñando sus miserias a quien quisiera observarlas, pero los suyos lo veían vestido con el mono del pozo manchado de carbón y del sudor proletario que apenas tuvo ocasión de lucir.

Cuando José Ramón Gómez Fouz publicó hace catorce años Clandestinos, en el que se detallaba con rigor documental el pasado como delator de la Brigada Político-Social del franquismo de Josiángel, el libro fue arrojado a la hoguera de la inquisición democrática. Las pocas voces que se alzaban sobre el régimen, más negro que el carbón, que instauraron en Asturias Villa y los suyos, como la del ugetista y socialista impoluto Antón Saavedra, eran condenadas al silencio.

Las ocurrencias de “El Tigre”, aunque fueran auténticas barbaridades que supusieron grandes despilfarros, eran jaleadas y órdenes para los suyos, que luego las ejecutaban desde los puestos de mando. Cuando se gestó el Campus de Mieres, por ejemplo, solo recuerdo dos voces oponiéndose, la del sociólogo alemán Holm Detlev- Kölher y la de quien esto firma. Ambos pagamos por ello.

La caída a los infiernos del Gran Timonel de las Cuencas, al que arrancaron su nombre con una radial de una placa en El Carbayu los mismos que lo idolatraban, es también la del mito del obrerismo y de la refundación en Suresnes hace cuarenta años del PSOE, donde los socialistos empezaron a quedarse con un partido en el que sobraban los socialistas.

En esa travesía del cielo del paraíso proletario al infierno de la corrupción y el latrocinio, en Asturias llevaron el timón Villa y el SOMA.

Cuando el guerrillero Ché Mata volvió del exilio dispuesto a hacerse cargo del SOMA quedó tan horrorizado con el monstruo que estaba creando Villa que regresó a Francia para siempre. El PSOE era entonces un pequeño partido que salía de la clandestinidad y de cuarenta años de vacaciones durante el franquismo, en los que la oposición la monopolizaron los comunistas.

El último chivatazo de Villa al temido comisario jefe de la policía política franquista, Claudio Ramos, fue en 1976, un año después de la muerte del dictador. Desde entonces El Tigre de Tuilla, que venía de coquetear con el anarquismo y era largocaballerista, se puso a tejer la férrea red de poder clientelar en la que se convirtió el PSOE con el sindicato hermano, dos cuerpos en uno, sobre todo en las Cuencas, desde donde el SOMA llegó a controlar todo lo que se movía en Asturias.

Al padre Belarmino Tomás, uno de los fundadores del SOMA y el líder de la Revolución del 34, Villa lo enterró físicamente, acompañando al cementerio de Pando el regreso de sus restos desde México. Faustino F. Álvarez, que ya vislumbraba aquella farsa obrerista, tituló su memorable artículo de aquella jornada “No pongáis vuestras sucias manos sobre Belarmino”. A Villa, siempre muy pendiente de periodistas y medios, donde quitaba y ponía directores, como en el Gobierno y en la Caja de Ahorros, aquellas palabras le amargaron la celebración. ¡Cómo echo en falta la pluma certera y literaria de Fausto, que era un villólogo ilustrado!

En el asalto de los mineros a los cielos del poder desde las entrañas de la tierra -pero sin dinamita, sino con un ejército de liberados a golpe de chequera- Villa purgó a los pocos socialistas incorruptibles que habían aguantado el tipo en las Cuencas durante el franquismo, como a Emilio Barbón y a Avelino Pérez.

Despejados los obstáculos, el dinero, las prebendas y las horas sindicales hicieron el resto, hasta convertir al PSOE controlado por el SOMA en el bastión de un régimen que aún pervive en Asturias, con el imprescindible apoyo del PP.

A Villa y los villistas siempre les molestó la democracia y el PSOE de la restauración borbónica en Asturias se convirtió en un partido hermético, opaco, autoritario y con una disciplina militar implacable que condenaba a la marginación a todo disidente. Al Jefe no se le discutía nada, sus exabruptos eran chistes para sus huestes, sus gestos histriónicos provocaban admiración. Esa cultura antidemocrática del PSOE, refundado por Villa en Asturias, pervive y no en vano el presidente Javier Fernández fue uno de sus discípulos. Y en el resto del Estado el proceso no fue muy distinto, por eso lo de Pedro Sánchez parece la quimera de recuperar a un muerto, más que sanar a un enfermo.

Han tenido que aparecer 1,4 millones de euros en un maletín para que vieran al rey de las cuencas desnudo los villistas, aunque el monarca minero ya se había retirado, como Juan Carlos I. Se fueron los reyes, pero sus monarquías siguen intactas y tienen sucesores para perpetuarlas.

Al menos hasta mayo.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 35, NOVIEMBRE DE 2014

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