José Ángel Fernández Villa, ayudado por su esposa y su procuradora, llega a la Audiencia de Oviedo durante una de las sesiones de su juicio. Foto de Imanol Rimada.
Xuan Cándano / periodista
@XuanCandano
La sentencia judicial que condena a José Ángel Fernández Villa a tres años de cárcel, la devolución de 434.000 euros al SOMA-UGT y el pago de una multa de 24.000, ha sido acogida en Asturias con indiferencia. La misma con la que la opinión pública ha condenado al ostracismo hace tiempo a quien fuera el generalísimo del PSOE y de los mineros asturianos durante tres décadas.
La gente ya había condenado a Villa al olvido. Empezando por la legión de afines que le deben todo –a costa de liberaciones sindicales, cargos políticos o empleos en la Administración y en empresas privadas– y necesitan enterrar su propio pasado, que siempre estará bajo sospecha, como los títulos a los amigos en la Universidad Rey Juan Carlos. Ni uno solo de los políticos, sindicalistas, banqueros, empresarios o periodistas que se rendían a sus encantos e inclinaban la cabeza a su paso, en señal de reconocimiento a los favores concedidos, alzó la voz desde que Villa cayó en desgracia en defensa de su jefe y protector, con excepción de José Antonio Postigo y Pedro Castillejo, los otros dos dirigentes somáticos que comparten con él banquillo judicial. Y para la gente joven Villa es un dinosaurio tan antiguo como Franco, a quien el que fuera todopoderoso líder político y sindical sirvió como confidente policial. Probablemente eso se observe en especial en las cuencas mineras, donde el enorme paro juvenil tiene mucho que ver, para quienes lo padecen, con la corrupción del villismo, que condenó al paro o al destierro a los hijos de quienes disfrutaron de las prejubilaciones pactadas por el SOMA.
A la espera del juicio del Caso Hulla, donde se aclarará si Villa y Postigo se acogieron a la amnistía fiscal con dinero de “mordidas” del geriátrico de Felechosa, no parece que el que fuera el hombre con más poder en Asturias vaya a ingresar en la cárcel ni a ver peligrar su patrimonio, porque ahora mismo acumula en el banco el doble de la pasta que le piden y en el registro de la propiedad un buen emporio inmobiliario. De dónde salió todo ello sigue siendo un misterio.
Ahora que tanta preocupación provocan las llamadas “falsas noticias” (me niego a utilizar ese horrible anglicismo de moda) hay que cuestionar las que se tenían por tales mientras Villa era el amado líder de les cuenques y de Asturias entera, porque tenemos serias sospechas de que aquellos rumores no eran precisamente infundados. Que acumulaba dinero en un arcón en su propio domicilio, que alguien se lo ingresaba en un banco suizo cuando el mueble se llenaba, que era uno de los dueños de “El Árbol” y se lucró cuando la venta de la empresa… Eran rumores que entonces tomábamos por exageraciones de chigre y envidias de lavadero al vecino que progresa, pero ahora parecen piezas de un puzzle que debería resolver la Justicia, aunque es obvio que ya se llega tarde para aclarar asuntos tan escandalosos como la operación inmobiliaria del Montepío en Murcia y Almería, donde volaban los maletines que enriquecieron a unos cuantos empresarios y sindicalistas, que esperan seguir disfrutando de su impunidad. Da miedo pensar que aquellas noticias falsas sobre Villa sean tan ciertas como el saqueo a la caja del histórico SOMA.
Dice Felipe González que la Transición carece de un relato épico en España. Resulta muy discutible, porque sus protagonistas llevan muchos años dedicándose a alabar una supuesta lección de democracia y tolerancia de gobernantes y gobernados tras la muerte de Franco, que dista mucho de corresponder a la realidad de aquellos años de miedos y cesiones.
Lo que necesita la Transición es una revisión crítica, que ya se está produciendo para irritación de sus adoradores. La de Asturias queda vista para sentencia con la de la jueza María Luisa Barrio en el Caso Villa. La característica singular de la Transición asturiana es la domesticación de la izquierda revolucionaria y dinamitera, con los mineros en vanguardia y un poder sindical por encima del político. Esa fue la tarea que Villa acometió con gran éxito, aunque el proceso por el que Asturias pasó de la insurrección a la corrupción, con escala en la subvención, se hubiera dado también sin “El Tigre de Tuilla”, porque la agonía del movimiento obrero es uno de los grandes acontecimientos universales de las últimas décadas.
La versión oficial de la Transición presenta a sus grandes protagonistas en Asturias, el SOMA y el PSOE, siempre de la mano y el primero delante, como organizaciones pragmáticas, sensatas y pactistas que integraron a la izquierda y la clase trabajadora en el nuevo sistema democrático, donde los grandes poderes siguen siendo los mismos que en la dictadura. Y de Villa, el gran muñidor, se alababa su astucia, su habilidad negociadora y su inteligencia política y sindical, especialmente destacable al ser un obrero sin formación.
El mito ya se cayó hace tiempo, cuando Villa pasó de héroe a villano al conocerse que se acogió a la amnistía fiscal de Montoro. Entonces empezaron a adquirir credibilidad las falsas noticias sobre el que fuera líder supremo y las versiones de los escasos herejes que osaban cuestionarlo. Ahora la jueza Barrio desmonta definitivamente aquel inmenso fraude de un chivato de la Brigada Político Social del franquismo que llegó a ser el dueño de Asturias a base de codazos e intrigas para auparse al poder sin contrapesos en el histórico socialismo asturiano.
La sentencia recoge el saqueo a las arcas del SOMA, pero también la complicidad necesaria de todos los que le rodeaban y debían a su dedo liberaciones, empleos, cargos públicos y prebendas. “Nadie ponía en duda ni discutía sus decisiones o deseos”. “Nadie cuestionaba los gastos”. “Me dijeron que pagara los gastos sin rechistar”. El rey de les cuenques estaba desnudo, porque nunca apareció vestido con la belleza invisible de la virtud, pero para los suyos –desde el minero liberado de acudir al pozo, al político en ascenso, sin excluir al votante que solo repara en siglas– era un ser supremo e inmaculado ante el que no cabía rechistar.
Así practicaban la democracia interna y les polítiques solidaries que tanto progreso trajeron a Asturias el caudillo Villa y sus organizaciones, donde todo era oscuridad, como en la mina. Ahora que la lámpara ilumina solamente un poco de aquel pozo de inmundicia y corrupción, hay mucha gente a la que no le interesa remover los barros de los que vienen los lodos del presente. No vayan a salpicar.
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