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Atlántica XXII

Gregorio Morán: “Hay que matar al mensajero y yo lo era”

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Gregorio Morán: “Hay que matar al mensajero y yo lo era”

El periodista y escritor Gregorio Morán. Foto / Pablo Lorenzana.

Gregorio Morán tardará en olvidar este verano, en el que cumplió 70 años. Vincula el infarto que padeció hace unas semanas a la censura de su artículo semanal en La Vanguardia, el último que escribió antes del paréntesis vacacional de agosto. Y ahora, cuando se disponía a escribir el primero del mes de septiembre, un burofax del periódico le anuncia su despido en su domicilio de Barcelona. Morán, colaborador de ATLÁNTICA XXII y muy vinculado a su proyecto desde su nacimiento, llevaba escribiendo en el diario catalán desde 1988 y tenía un contrato, ahora rescindido unilateralmente, desde 2008. A principios de otoño saldrá en Akal la reedición de su libro Grandeza y miseria del Partido Comunista, de 1995.

Xuan Cándano / Periodista.

¿Cómo se acoge un despido a los 70 años?

Un despido se acoge mal con 25, pero a los 70 se multiplica su efecto, más si dedicas más de 30 años de tu vida a una sección como las ‘Sabatinas Intempestivas’.

¿Por qué le despiden?

Eso habría que preguntárselo a ellos. Intuyo que mi posición sobre el independentismo catalán es perjudicial para los intereses de la empresa. El problema es saber que intereses son esos y si eran los mismos que hace diez años.

¿Por qué vincula el despido al Procés?

Lo vinculo también a este mes de septiembre. Porque mi posición es inequívoca, no como los editoriales de La Vanguardia, que un día están con la Generalitat y otro no. La situación política, no solo el Procés, el fraccionamiento de la sociedad catalana, no tiene precedentes y es más virulento que cuando dirigí La Gaceta del Norte en el País Vasco. No existe violencia física, pero sí una social inequívoca. Cuando te significas te conviertes en un problema y hay que matar al mensajero. Y yo era el mensajero.

¿Qué reacciones le llegan?

Las está habiendo. Me llega la solidaridad de gente del medio. De La Vanguardia no tengo noticia. Me imagino que habrá una parte del periódico que estará contenta. El comité de redacción, compuesto por seis periodistas, ya pidió al director mi censura hace algún tiempo. Ahora que el periodismo está a la baja, sobre todo el periodismo en papel, no sería rara una reacción así, autónoma. Nadie del periódico me dijo nada cuando me censuraron en julio.

¿Cuándo dejó de ser Cataluña ese oasis al que usted se refería en sus artículos y que le impulsó a vivir en Barcelona?

Cuando se empezó a descubrir que estábamos gobernados por un grupo de delincuentes, de menor o mayor cuantía, unos chorizos. El descubrimiento sobre todo de las comisiones del 3% para Convergència y Unió. Se empezó a tapar a los tribunales y a poner un muro de defensa con la radicalidad frente al Estado. Convergència tuvo que disolverse y empiezan las ayudas a colectivos marginales, Òmnium Cultural, incluso la CUP. Los necesitan de contención frente a los propios tribunales. Y así puedes comer el coco a mucha gente.

¿Ya no se puede escribir con libertad en la prensa?

Desde la muerte de Franco, que debería marcar un antes y un después, hubo años de bonanza. No estaba consolidado el sistema. Ahora sí. Los medios están implicados en la colaboración con los Gobiernos y los Estados, y con las subvenciones. Si nos preguntamos quienes son los miembros de los Consejos de Administración de las empresas mediáticas veremos muchos de esos mismos nombres en otros Consejos de Administración más poderosos. Por lo tanto, la libertad de expresión o de prensa se limita de manera importante.

¿Qué piensa hacer?

A partir de los 70 años uno vive al día. Y si es despedido lo mira todo con más detenimiento. Como contemplar Cataluña, que se parece cada vez más a un erial. El independentismo no es mayoritario, pero es dominante y controla los fondos públicos. Si no hay competitividad entre los medios, ¿cómo la va a haber frente al Estado? Ninguna.

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