
Javier Pérez Andújar y Gregorio Morán durante la presentación ayer en la librería Taifa de Barcelona. Foto / Steven Forti.
Steven Forti (Barcelona). Tenía que ser una “no presentación” o, como bien subrayó Javier Pérez Andújar, que se encargó de introducir el encuentro, la presentación de un libro inexistente con un punto amargo. En cambio, se ha transformado en un encuentro en familia, muy participado, de más de una hora y media, y, sobre todo, con una buena noticia desde el principio.
De hecho, El cura y los mandarines. Historia no oficial del Bosque de los Letrados. Cultura y política en España 1962-1996, del periodista y escritor Gregorio Morán, colaborador de ATLÁNTICA XXII, censurado por el grupo editorial Planeta a finales de septiembre, ha encontrado justo antes de ayer un nuevo editor. Será la editorial Akal la que para Navidades sacará el voluminoso texto -más de 700 páginas- en el cual Morán ha trabajado diez años y que trata de la trayectoria de la inteligencia española desde el franquismo hasta el final del felipismo.
La noche de ayer, con la sala de la librería Taifa del barrio barcelonés de Gracia abarrotada de gente, Morán relató con detalle la historia de esta censura en los tiempos del ébola. El manuscrito, entregado a la editorial en noviembre de 2013, estaba listo para la publicación, prevista para el pasado 8 de octubre, pero, cuando el autor había corregido las pruebas y tenía ya la portada, la editorial le pidió levantar “las malditas 11 páginas”, como las definió en una carta a Morán el presidente del grupo Planeta José Manuel Lara. Las once páginas se refieren al capítulo “¡Todos Académicos!”, dedicado a la Real Academia Española de la Lengua, la RAE, y muy especialmente al periodo en que fue dirigida por Lázaro Carreter y Víctor García de la Concha. Sacar los trapos sucios de la RAE no le ha gustado nada a una editorial que publica también el diccionario de la RAE que, solo con la primera edición, vende más de 400.000 ejemplares.
“La censura es una obviedad: es tan implacable la política como la económica. Y es tan brutal que, si uno juega contra ella, está acabado”, apuntó Morán, Y añadió: “Mientras el poder tenga el papel y nosotros las redes sociales, no nos comemos una rosca”. Luego, para explicar lo que le dijo Lara, citó irónicamente a Don Vito Corleone: “No es nada personal, son solo negocios”. Y a este propósito recordó cómo el único artículo que le han censurado en 25 años en La Vanguardia fue en 1999 uno sobre Pujol y su familia. El autor de El maestro en el erial recordó la reacción que tuvo la misma mañana de la censura el ex Molt Honorable, que en una conversación con un amigo dijo: “La Vanguardia ha tenido el detalle de retirar un artículo que afectaba a mi familia”.
Morán adelantó también otros asuntos y personajes que se encuentran en El cura y los mandarines. En primer lugar, la figura de Jesús Aguirre, Duque de Alba, el cura del título, que considera el “paradigma de una generación”: la que en los años sesenta quería asaltar los cielos y que en los setenta de “decadencia de las ilusiones” y unos ochenta de “enterramiento de aquellas ilusiones” se conforma con cargos institucionales.
Pero también figuras como las de Castellet y Aranguren y hechos como los del congreso sobre “Realismo y realidad en la literatura contemporánea”, organizado en Madrid a principios de 1963 por el interés de los servicios de exteriores de Estados Unidos por la inteligencia antifranquista después de la huelga minera de 1962 y del Contubernio de Múnich. O también la de Juan Luis Cebrián, que -apunta Morán- “como intelectual no será nada, pero es un personaje”, y el nacimiento de El País -con el apoyo inicial de la Democracia Cristiana y la contratación como columnistas de José María Gil Robles y Ricardo de la Cierva- en otro capítulo significativo titulado “El País como falso intelectual colectivo”.
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