
Actuación de Jerónimo Granda en una comida organizada por ATLÁNTICA XXII el año pasado en Lata de Zinc (Oviedo). Foto / Iván Martínez.
Con el número 43, que acaba de salir a la calle, ATLÁNTICA XXII cumple siete años y se plantea nuevas vías de financiación para buscar la rentabilidad y con ella la garantía de continuidad de la revista.
Acabar con la aparente contradicción de que un producto con éxito comercial, reconocimiento público y una amplia base social, que se manifiesta en sus ventas y el elevado número de suscriptores, no logre ser rentable, exige abrir varios frentes y estrategias. Una de ellas incidirá sobre la causa fundamental del problema: el boicot de la publicidad institucional.
ATLÁNTICA XXII nunca aspiró a sobrevivir siguiendo las pautas convencionales de los medios de comunicación, que pasan por los ingresos publicitarios. Y muchos menos por la publicidad institucional, cuya existencia, y por supuesto su reparto, pueden ser muy cuestionables. Nuestro modelo se basa en el apoyo de los lectores y de la masa crítica que claramente demanda medios de comunicación distintos, independientes de los poderes y con altas cotas de calidad y profesionalidad.
Pero otra cuestión diferente es asumir con resignación la escandalosa marginación en el reparto de la publicidad institucional. Las cifras hablan por sí mismas y ya fueron adelantadas en el último número de la revista y en su edición digital. De más de cinco millones y medio de euros que repartieron Principado, Junta General, Ayuntamientos y mancomunidades a ATLÁNTICA XXII le correspondieron 1.700 euros de dos anuncios del consistorio ovetense. Los datos son de 2014, los últimos conocidos.
La empresa editora de ATLÁNTICA XXII –Letras Atlánticas, fundada con su dinero por un grupo de profesionales sin ánimo de lucro– no está dispuesta a seguir admitiendo esta injusticia y este déficit democrático, acudiendo a todos los órganos que sea preciso, incluyendo los tribunales de justicia en última instancia.
Pero, al margen de acabar con esa escandalosa marginación y de buscar otras vías de financiación, la revista seguirá apostando por el apoyo popular y el de sus lectores para garantizar su futuro, sin excluir plantearse otros proyectos más ambiciosos. Entre esa masa social que sostiene a la revista destacan especialmente sus suscriptores, que son su vía de ingresos fundamental. Intentaremos que crezcan y les ofertamos a los casi 800 actuales otra vía de apoyo económico.
En siete años la revista no ha acometido subidas de precios, ni en el ejemplar a la venta en quioscos y librerías (5 euros) ni en el de la cuota anual a los suscriptores (30 euros con descuentos en las numerosas ofertas para ellos de la revista: libros, conciertos, comidas, camisetas, el sorteo de una estancia en un hotel…). Y tampoco nos planteamos ahora subida alguna, a pesar de que lógicamente las padecemos continuamente por parte de los proveedores o empresas colaboradoras.
La línea de apoyo que estrena ahora ATLÁNTICA XXII, a partir de este séptimo aniversario, es poner en marcha una cuota voluntaria de 50 euros para los suscriptores. Quien se sume a ella solo tiene que comunicarlo a la revista por teléfono (984 109 610 y 637 259 964), correo electrónico (letrasatlanticas@gmail.com) o correo postal (C/Álvarez Lorenzana 27, 33006 Oviedo).
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