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Atlántica XXII

UGT y el radicalismo extremo de corte totalitario

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UGT y el radicalismo extremo de corte totalitario

Sede de UGT-Asturias en Oviedo. Foto / Iván Martínez.

Sede de UGT-Asturias en Oviedo. Foto / Iván Martínez.

Fernando Romero y Xuan Cándano / Periodistas.

El artículo de la portada del último número de ATLÁNTICA XXII, que llegó con el año 2015, empieza con una metáfora cuando describe que los dirigentes de UGT-Asturias están atrincherados en sus despachos de la planta 12 de la sede del sindicato desde que se saben investigados por la UCO, la unidad de élite de la Guardia Civil que persigue la corrupción.

El vértigo y el miedo acrecientan su aislamiento, pero en realidad la cúpula del sindicato lleva ya tiempo en una especie de búnker, desbordada por sus problemas internos, la crisis de la organización, los casos de corrupción, que no se limitan a Andalucía, y los cambios sociales y políticos que no acaban de asimilar. Como un boxeador sonado o como quien fue rico, temido y poderoso, y no admite su descrédito y su decadencia, el grupo dirigente de UGT-Asturias no parece percatarse de que los tiempos en los que la impunidad y la opacidad caracterizaban la gestión de lo público están pasando a la historia, porque la ciudadanía exige más democracia y más transparencia.

A la publicación de los artículos que se anuncian en la portada de este número de la revista los dirigentes ugetistas no replican con un solo desmentido, sino con la descalificación personal de sus autores y la amenaza de “una cascada de denuncias”.

No es la primera vez. Cuando en septiembre de 2013 ATLÁNTICA XXII dedicó su portada a otros asuntos turbios de UGT-Asturias, sus jefes pidieron denuncias a su servicio jurídico, que las rechazó indicando que las informaciones eran veraces. En vista de ello atacaron por una vía indirecta: denunciaron al director por vía laboral ante la empresa pública informativa en la que trabaja. Un juez le acabó levantando una injusta sanción con una sentencia muy dura contra el sindicato. En el pasado mes de octubre, cuando en la edición digital de la revista publicamos un artículo informando del desvío de dinero de subvenciones públicas del sindicato socialista en Asturias a gastos generales y de personal, también se anunció públicamente una denuncia judicial que nunca se llegó a presentar.

Ahora la amenaza es más enérgica y contundente. La cúpula ugetista reunió el pasado día 2, nada más salir la revista, a las personas aludidas en las informaciones de ATLÁNTICA XXII, instando a presentar esa “cascada de denuncias”. El llamamiento no tuvo mucho éxito. El más firme exigiendo actuaciones judiciales era Eduardo Donaire, el secretario general de la Federación del Metal (MCA). Algunos de los que aparecen aludidos en los reportajes se niegan a sumarse a querella alguna, alegando que las informaciones publicadas son ciertas. En la reunión el secretario general del sindicato, Justo Rodríguez Braga, que mantiene una pésima relación con Donaire, que fue su antecesor, se mostró silencioso y “demudado”, según testigos presenciales.

Posteriormente, ese mismo día, el sector crítico de UGT-Asturias, cada día más visible en varias federaciones y cada vez más enfrentado a Rodríguez Braga y su equipo, celebró otra reunión para plantear una estrategia que acabe con un cambio en la dirección del sindicato y una limpieza a fondo en su actual estructura. Según nuestras informaciones, Rodríguez Braga va a cumplir ese año 31 años como liberado sindical y Donaire 36. Puede que eso lo explique todo.

Sería curioso que tuviéramos que hacer frente a una “cascada de denuncias” cuando en los casi seis años que lleva en la calle esta revista jamás recibió ninguna, a pesar de la gravedad de las informaciones publicadas, siempre investigadas y corroboradas con rigor, precisamente por su delicado contenido. Pero no menos paradójico sería que tuviera que ser gracias a esa “cascada de denuncias” cuando los protagonistas de lo publicado sobre las actividades de UGT-Asturias que investiga la UCO tuvieran que dar detalladas explicaciones de lo que consideran “falsedades”. Así sabríamos cuál es su versión sobre las múltiples actividades que investiga la UCO, incluyendo los sueldos y el patrimonio de los altos dirigentes ugetistas, un secreto oficial pese a las leyes de transparencia que proliferan en España.

El desvarío y la fosilización del actual equipo dirigente de la UGT asturiana, con sus responsables aferrados a sus cargos de liberados de lujo desde hace más de tres décadas, llega incluso al esperpento y al delirio si leemos la nota, pésimamente redactada, con la que el sindicato anuncia “la cascada de denuncias”, a la vez que arremete con insultos y todo tipo de descalificaciones contra quienes firmamos este artículo.

Además de señalar que nos presentamos a nosotros mismos como periodistas, como si fuéramos fontaneros o físicos nucleares con veleidades informativas, en el mejor estilo de los telediarios del franquismo la nota indica que llevamos tiempo “embarcados en una feroz campaña de desprestigio hacia la UGT de Asturias basada en la mentira, la invención y la patraña, inspirados por un radicalismo extremo de corte totalitario que no desea competir en las urnas, sino aniquilar al adversario utilizando cualquier tipo de juego sucio”. A ver si Adolfo Manzano y Alberto Cimadevilla, autores de la tira de cada número de ATLÁNTICA XXII, aprovechan esta joya del género de humor, que buena falta le hace a esta revista, que no da abasto para cubrir corrupción y escándalos.

Dado su aislamiento social, su endogamia y su aparente incapacidad para interpretar el presente, es posible que a los dirigentes ugetistas no les quepa en la cabeza, pero ni los que firmamos este artículo ni nadie en ATLÁNTICA XXII se guía por los prejuicios, la hostilidad hacia personas u organizaciones y mucho menos por el resentimiento o la venganza. Hacer periodismo de investigación, husmear en la corrupción y tener actitudes profesionales críticas no sirve precisamente para sumar amigos y conseguir adhesiones, excepto entre los ciudadanos y los lectores anónimos, que son quienes deben guiar nuestro trabajo diario. Nada tenemos contra UGT ni contra los sindicatos, imprescindibles para la defensa de los derechos de los trabajadores, tan vapuleados. Si nos ocupamos de este sindicato en nuestras informaciones, como de otras muchas organizaciones políticas y sindicales, instituciones y cargos públicos o privados, bancos incluidos, es porque nos dan razones profesionales para ello y contamos con informantes o documentación que lo avala. En muchos casos renunciamos a publicar graves informaciones que tenemos la certeza de que son irrefutables por carecer de esa documentación o esos avales documentales. No es el caso de UGT-Asturias precisamente.

Y que no dude nadie de que, por muchas amenazas y coacciones que tengamos que soportar,  así lo seguiremos haciendo mientras seamos capaces de continuar publicando ATLÁNTICA XXII, un reto difícil que dependerá del éxito de la campaña de financiación popular que acabamos de iniciar. Y por tanto de que la ciudadanía quiera mantener esta revista porque la considere un valor democrático.

Eso sería justamente lo contrario del radicalismo extremo de corte totalitario que tanto preocupa en UGT-Asturias.

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