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El futuro de Bolivia: ¿Aguantará Evo?
El pasado 28 de enero Bolivia celebró por primera vez en su historia elecciones primarias para habilitar a los candidatos de los diferentes partidos para las elecciones presidenciales del próximo octubre. Evo Morales, único candidato por el Movimiento al Socialismo.

Foto tomada de: https://twitter.com/evoespueblo
Leonardo García Díaz | Historiador y especialista en desarrollo
En una región cada vez más escorada a la derecha y con la antigua referencia bolivariana de Venezuela en una crisis que parece de muerte, Bolivia resiste con un presidente indígena a la cabeza del gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS). Sin embargo, Bolivia, el país en el corazón de Sudamérica, aquel desde el que fallidamente el Che quiso comenzar la revolución continental, no escapa a la inestabilidad. La gran pregunta que nadie se atreve a responder es: ¿Aguantará Evo?
Cuando Evo Morales gana las elecciones en 2005, Bolivia está cerca de ser un estado fallido. Tras trece años en el poder y habiendo revalidado la presidencia en 2014 con un 61 % de los votos, el país continúa mejorando prácticamente en todos sus indicadores económicos y de desarrollo. Baste decir que es el país Sudamericano que más crece: en 2018 lo hizo un 4,7%. El PIB del país se ha multiplicado por 4 desde 2005, pasando de 7.695 millones de euros a 33.637 en 2017. Un estudio del Instituto Nacional de Estadística boliviano de abril de 2018 afirmó que la pobreza en Bolivia había alcanzado su mínimo histórico, encontrándose en situación de pobreza el 36,4 % de la población frente al 59,9 % que lo estaba en 2006. De igual modo, el Índice de Desarrollo Humano de Bolivia no ha dejado de mejorar: Elaborado en base a la renta y el nivel sanitario y educativo, Bolivia sigue adelantando puestos en la lista mundial, pasando del 179 en 2005 al 118 en 2017. En lo cualitativo, el gobierno nunca ha dejado de aprobar leyes que aumentan derechos a la ciudadanía, como la Ley de Identidad de Generó de 2016; incluso promulgó una pionera Ley de Derechos de la Madre Tierra (2012). Teniendo en cuenta todo ello, ¿De verdad es posible que peligre la presidencia de Evo? Varios factores diferentes parecen indicar que sí.

El teleférico de la ciudad de La Paz, uno de los símbolos del desarrollo económico boliviano. Tomada de: http://www.la-razon.com
La oposición a Evo se ha ido ampliando en los últimos tiempos. Las élites y buena parte de las capas medias del oriente boliviano siempre han desconfiado de él, pese a que paradójicamente su nivel de renta y consumo no ha dejado de aumentar bajo el gobierno del MAS. Siempre han recelado y despreciado al “ignorante” Evo y su gobierno de “indios”. Sin embargo, en los tres últimos años, el desencanto con el gobierno se ha ampliado. Es llamativo como parte de la izquierda se muestra cada vez más desilusionada con el pragmatismo gubernamental. Las trasformaciones sociales de calado de los primeros años parecen estar siendo dejadas de lado, siendo palpable la ineficacia gubernamental al poner en marcha su propia legislación. El gobierno se encuentra replegado sobre sí mismo, quizás siendo consciente del delicado escenario que se abre ante sí, con unos vecinos cada vez menos amistosos y una oposición más organizada.
Viejas glorias como el expresidente Paz Zamora y el ex vicepresidente Víctor Hugo Cárdenas serán dos de los nueve candidatos en las próximas elecciones presidenciales de octubre del 2019. Sin embargo, se perfilan como secundarios en estos comicios, que casi con total seguridad serán protagonizados por Evo Morales y Carlos Mesa, también vicepresidente del país con Sánchez de Losada. Candidato del Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), este historiador y periodista liberal-progresista fue, paradójicamente, relanzado al escenario público por el propio gobierno boliviano al ser nombrado portavoz de la fallida demanda marítima que Bolivia llevó ante el tribunal de La Haya. Su perfil moderado “clase mediero”, su gran oratoria y bagaje cultural le convierten en, quizás por primera vez desde 2005, un rival al que Evo ha de tener muy en cuenta. Si Evo, como apuntan algunas encuestas, no consigue más del 50% de los votos en la primera vuelta presidencial, tendrá serias dificultades para ganar a Carlos Mesa en una hipotética segunda vuelta, donde este candidato podría aglutinar un amplio voto descontento con el primer presidente indígena de América latina.

El ex vicepresidente Carlos D. Mesa Gisbert. Tomado de : https://carlosdmesa.com/
¿De dónde viene este desgaste del proceso de cambio boliviano? Se puede fijar su punto de arranque en el 21 de febrero de 2016. En tal fecha el gobierno convocó un referéndum para modificar la constitución y así, presidente y vicepresidente, Evo y Álvaro, pudieran presentarse por el MAS a un cuarto mandato. Este referéndum unió a toda la oposición en el No frente a un gobierno que realizó una pésima campaña por el Sí. El escandalo Zapata, un culebrón televisivo fabricado expresamente para dañar la imagen de Evo, irrumpió en campaña. En un rocambolesco episodio, el presidente llegó a reconocer a un hijo inexistente en medio de acusaciones de tráfico de influencias. El Sí a la reforma perdió con un 48,7 % de los votos frente a un 51,3 % del No. Que el caso Zapata eran mucho ruido y pocas nueces, no se supo hasta después de los resultados. En base a lo sucedido el gobierno presentó un recurso al tribunal constitucional boliviano que autorizo a Evo a poder presentarse a un nuevo mandato de acuerdo a la Convención Americana de los Derechos Humanos. Por lo tanto, el gobierno, de facto, anulo un referéndum que el mismo había convocado. “Bolivia dijo no” es un eslogan de calado y que plataformas supuestamente ciudadanas alientan contra el gobierno. De hecho, en su primer congreso nacional estas plataformas declararon a Evo como dictador. Aunque estas plataformas no cuentan con un respaldo popular significativo, la idea de que el gobierno ha obviado el referéndum, es ampliamente compartida por la población y, desde luego, no es algo que genere precisamente simpatía.
A esto se han sumado patinazos como la derrota boliviana frente a Chile en la demanda marítima, por la que Bolivia quería poder negociar con su vecino un acceso al mar con soberanía. La derrota supuso una gran decepción para el pueblo boliviano, dado el ambiente triunfalista que el gobierno había creado de manera totalmente irreal. Igualmente, se han sucedido escándalos de relativamente poca importancia, pero de bastante impacto social: se pueden nombrar la pérdida temporal de los símbolos presidenciales cuando su custodio visitaba un club de alterne o el caso de la detención del diputado borracho y desnudo del Mas en el aeropuerto de Cochabamba. Estos temas, que no pasan de ser anecdóticos, han inundado las redes sociales bolivianas. Y es, precisamente en las redes, donde al gobierno boliviano se le abre un nuevo campo de batalla.

Evo con la medalla y banda presidenciales robados y recuperados en 24 horas en agosto del 2018. Foto tomada de: https://elcomercio.pe/
Una parte de la sociedad boliviana, especialmente en área urbana, se encuentra claramente desencantada con el gobierno. Para ello los datos cada vez pierden más importancia. Se encuentran frente a una realidad que no es lo que debería ser y la culpa de ello, recae sobre el gobierno. Las indudables meteduras de pata y contradicciones de un Gobierno están siendo hábilmente explotadas por la oposición en una continua guerra mediática de baja intensidad. Una guerra donde mercenarios y soldados, a veces involuntarios, ocupan el nuevo campo de batalla del siglo XXI: las redes sociales. Un escenario nuevo en el país (en trece años las conexiones a internet se han multiplicado por cincuenta y cinco, estando actualmente alrededor de los nueve millones y medio) en la que el gobierno pierde día tras día. A Evo se le acusa sistemáticamente de corrupto, narcotraficante o pedófilo, por supuesto sin prueba alguna, en publicaciones que rezuman racismo.

Ejemplo de meme contra el presidente.
En paralelo, se trabaja en crear una percepción compartida de la realidad, una burbuja en la red, basada en hechos anecdóticos, descontextualizados o directamente falsos. Lo anecdótico pasa a ser capital, mientras se crítica la situación del país comparándola con absolutos, absolutos hoy por hoy irrealizables. Sirva como ejemplo el siguiente post, visto en un grupo de noticias públicas de Facebook:
El dato es auténtico y hace referencia a una noticia aparecida por primera vez en la web de BBC Latinoamérica. Sin embargo, cuando nos molestamos en leer la noticia completa, la cosa cambia: “Bolivia tiene una subalimentación alta, pero es el país que más la ha disminuido en los últimos 20 años (….) en la última década, el hambre en este país disminuyó de un 30,3% a un 19,8%.”
Este tipo de posts, de media verdad, de titular y no de contenido, son lo que mejor “funcionan” porque muestran una realidad sonrojarte para un gobierno que se llama socialista: Bolivia es el país con mayor desnutrición de Latinoamérica. Los datos son presentados de una manera descontextualizada respecto a la historia previa del país. Los logros conseguidos en los últimos años palidecen ante tal realidad. Este es uno de los muchos ejemplos que se pueden encontrar de como la red muestra a la ciudadanía una imagen distorsionada respecto a la realidad, de cómo se construye una post verdad. Otro ejemplo es el despilfarro.
Dado el aumento del PIB, la deuda del país en números absolutos es mayor a la del 2005, el índice de endeudamiento del país ha disminuido. En 2005 Bolivia se encontraba con una deuda exterior de un 50% del PIB. Para diciembre del 2017 oficialmente se situaba en un 25%. Sin embargo, existe la percepción general de que se derrocha el dinero, de que se está dilapidando el excedente. Un ejemplo sería la construcción de la Casa del Pueblo; recientemente inaugurada alberga las oficinas de la presidencia, la vicepresidencia y cinco ministerios del Poder Ejecutivo.
La Casa del Pueblo es un relativamente modesto rascacielos de 28 pisos cuyo coste ha sido de unos 30 millones de euros, si bien algunos medios locales aumentan esta cifra hasta unos 37. Más allá de la discusión sobre su simbolismo, estilo y encaje en el antiguo casco paceño, la nueva sede gubernamental levantó polémica por ser un presunto despilfarro. El gobierno, entre otros motivos simbólicos, argumentó que su construcción era necesaria para reunir varias instancias gubernamentales en un mismo edificio, instancia que estaban desperdigadas por el centro paceño. A este respecto, el vicepresidente, Álvaro García Linera declaró: «Lo que estamos haciendo con la Casa del Pueblo, estamos reduciendo la cantidad de alquiler que anualmente pagamos, solo en la ciudad de La Paz la administración pública paga en alquileres 20 millones de dólares por año». La nueva sede sería una necesidad para centralizar. Para la oposición es la casa de Evo, puesto que, según planos en manos de medios opositores, las estancias privadas presidenciales cuentan con sauna, jacuzzi y gimnasio. La prensa opositora y las redes sociales se inundaron denunciando estos supuesto lujos y el despilfarro, incluso un tanto curiosos como el aparecido en el diario boliviano Página 7.
Desde nuestra posición, una polémica así es del todo irrelevante y el despilfarro inexistente. Recordemos que la ciudad de las artes de Valencia costo al erario valenciano unos 1280 millones de euros, 42 veces más de lo que ha costado la casa del pueblo. Sin embargo, esta táctica ha calado. Que un gobierno se gaste en una vajilla para actos protocolarios unos risibles 2100 euros puede ser considerado un derroche en un país con un salario mínimo de 260 euros (En 2005 el salario mínimo era de 42 euros). De nuevo la descontextualización y el olvido de la propia historia del país lleva a conclusiones inadecuadas.
El gobierno boliviano mantiene importantes relaciones económicas con sus vecinos. Es un buen importador de manufacturas y exportador de gas y otras materias primas. Igualmente, países de la Unión Europea, como España, encuentran buenas oportunidades de inversión en el país. Estados Unidos tiene mejores cosas de las que ocuparse ahora mismo. De momento, los ataques externos al gobierno boliviano se han mantenido en mínimos. Esto da una oportunidad de resistencia al proceso de cambio boliviano. ¿Aguantará Evo tras octubre del 2019? Está por verse. En todo caso, si Evo es derrotado esperemos que lo sea debido a sus errores de gobierno y no a mentiras y medias verdades. Lo que funcionó en Brasil no tiene por qué hacerlo en Bolivia.
Un artículo de Leonardo García Díaz. Licenciado en Historia. Master en Estudios Críticos del Desarrollo y en Gestión de organizaciones de cooperación para el desarrollo e intervención social. Residí cinco años en Bolivia.
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