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Atlántica XXII

Por qué funciona mal en Asturies todo lo que depende de Madrid

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Por qué funciona mal en Asturies todo lo que depende de Madrid

No puede ser que nuestra comunidad autónoma, con un millón de habitantes, tenga 6 senadores, y Castilla y León, con 2,5 millones, tenga 39

Ilustración de Antonio Acebal.

Nicolás Bardio | Escritor
@nbardio

Artículo publicado en el número 61 de nuestra edición de papel (marzo de 2019)

¿Por qué Asturies no avanza? ¿Por qué a pesar de gobernar el PSOE durante años en Moncloa y en Asturies no avanza? ¿Por qué cuando el PP (o Foro) lo han hecho tampoco ha avanzado? ¿Por qué en cambio ciudades como Madrid o Barcelona, gobernadas por estos mismos partidos, no han dejado de hacerlo? ¿Por qué Madrid se envenena con el mismo aire tóxico que Xixón y, en cambio, genera muchísimo más empleo? ¿Por qué en lo que se tarda en hacer una variante del Huerna otras comunidades autónomas ya han extendido el AVE y remodelado el cercanías por todas partes? ¿Por qué un pueblo manchego de 80.000 habitantes como Puertollano tiene AVE y Xixón o Uviéu no tienen un cercanías decente? ¿Por qué el aeropuerto de Bilbao tiene más de 40 destinos internacionales y Asturies ninguno? ¿Por qué? ¿Somos imbéciles los asturianos? ¿Nuestros políticos son sustancialmente peores que los de otras comunidades autónomas? ¿Todos ellos? ¿Tenemos menos voluntad? ¿Somos más vagos? ¿Cuál es la verdadera razón?

La política de los sucesivos gobiernos de Asturies, de uno y otro color político, ha sido siempre la de la mendicidad y el lloriqueo. Ir a Madrid a llorar y a quejarse por no tener variante, fondos, AVE, autovías, cercanías, vuelos… Cuando tu única alternativa política para solucionar un problema pasa por mendigar y lloriquear, estás demostrando que dos cosas: una, que no tienes las herramientas para poder afrontar este problema por ti mismo y necesitas a los demás; y otra, aún más grave, que tampoco tienes las herramientas para hacer que los demás (en este caso el Gobierno central) te hagan caso. Es decir, que Asturies no pinta nada y sus gobiernos tampoco en las políticas estatales que se hacen en ella.

EL DIAGNÓSTICO

¿Pero por qué nuestro país no pinta nada en España? Esta razón es de índole estructural y seguirá siendo así gobierne PSOE, PP, Podemos o cualquier otro partido que surja mañana. Y es que el peso de Asturies en el Congreso de los Diputados es de 8 escaños de 350 que hay. Los tres principales partidos de Asturies (PSOE, PP y Podemos) tienen cada uno 2 escaños en Madrid. Como se ve, si mañana Pedro Sánchez lo hiciese tan rematadamente mal en Asturies que los asturianos decidiesen retirarle su confianza, únicamente sólo perdería 2 de los 85 diputados que tiene y seguiría gobernando tranquilamente sin apenas notar el cambio. Asturies no tiene la menor incidencia en la conformación de las mayorías políticas que encumbran a uno u a otro presidente a la Moncloa. Asturies no puede tampoco optar a sacar presupuestos como lo hace Euskadi, donde el PNV sin ser siquiera mayoritario tiene 5 escaños o a conseguir como consiguió el diputado de Nueva Canarias reducciones del 75% en el precio de los billetes de avión (¡que ya quisiésemos los asturianos emigrados!). Perder el 5% de votos en Cataluña, Madrid o Valencia supone un mayor cambio para un partido a nivel estatal que perder el 100% de los votos en Asturies. ¿Qué más se puede hacer salvo mendigar y lloriquear a Madrid? Nada.

En parte esta situación se debe a que Asturies es una comunidad autónoma poco poblada, sí. Pero hay otros dos factores más que entran en juego. En primer lugar, que la sobrerrepresentación que suele aplicarse a los territorios menos poblados (Luxemburgo en el Parlamento Europeo, las alas en la Xunta Xeneral, Wyoming en el Senado de los Estados Unidos…) como mecanismo de protección y compensación, no se aplica a Asturies. En segundo lugar, que Asturies ni siquiera tiene una representación justa por población: así, por ejemplo, si Asturies tiene 1 millón de habitantes y 8 escaños, Castilla y León, con 2,5 millones de habitantes (2,5 veces más población) tiene 31 (casi 4 veces más). O Extremadura, con la misma población que Asturies y un 20% más de escaños (10 en lugar de 8).

Esta situación lleva a paradojas como el hecho de que las cuestiones que dependen del Gobierno autonómico funcionan, en general, muchísimo mejor que aquellas que dependen del Gobierno central; precisamente porque el Gobierno autonómico “se la juega” si lo hace mal y el central no. Un ejemplo lo vemos en la Educación, donde un reciente estudio situó a Asturies por delante de Finlandia en lo que se refiere al papel de la escuela como mecanismo de integración social. Mientras leemos estas buenas noticias en la prensa, vemos cómo el aeropuerto no tiene ya vuelos internacionales, el peaje del Huerna sigue cobrándose a todo el mundo, los jóvenes seguimos teniendo que emigrar para encontrar un trabajo, los Cercanías son más un tren de la bruja que un servicio de transporte merecedor de este nombre y el AVE que ya une la todopoderosa y todomimada Madrid con 24 capitales de provincia aquí ni está ni se le espera.

El Estado central no llega a Asturies porque, sencillamente, Asturies no tiene peso en el Estado central, y frente a esta falta de peso, la única estrategia política que vale y que se ha puesto en marcha ha sido la del lloro y la súplica. La mendicidad política que implícitamente acepta esta subordinación y llora por las migajas que el estado central “tenga a bien” darnos. Porque “nos lo da” ya que políticamente “no es nuestro”. Ésa es la ideología que hay detrás de los gobiernos que se han sucedido durante las últimas décadas.

LA NECESIDAD

Como vemos, la razón por la que Asturies no sólo no avanza sino que no hace más que retroceder, es que estamos fuera del sistema político español. Somos un territorio marginal, no por estar “lejos” de Madrid o por ser pocos; sino, sobre todo, porque el sistema de representación parlamentaria se diseñó para darle mayorías a la derecha sobrerrepresentando la Castilla rural, como reconocen varios estudiosos y partícipes de la Transición. Por eso, la primera tarea es explicar claramente a los asturianos que no habrá progreso, ni desarrollo, ni nada más que la miseria en la que llevamos viviendo las dos últimas décadas mientras que no haya un cambio de la estructura política representativa y competencial del Estado.

O el Estado central se retira y da los fondos y las herramientas a Asturies para gestionar por nosotros mismos este tipo de asuntos; o el Estado central se tiene que reformar por completo para que Asturies tenga una cuota de poder que sea digna merecedora de este nombre (por ejemplo, en un Senado con competencias en el que todas las comunidades autónomas tengan el mismo número de representantes). Pero en todo caso, lo que no puede ser es que una mala gestión del Gobierno central de las competencias en generación de empleo, infraestructuras económicas, transportes, cercanías, aeropuerto… impliquen que el gobierno responsable “se vaya de rositas” porque su mala gestión no tiene repercusiones de cara a su permanencia en el cargo.

Urge entonces un Pacto de país en Asturies entre todas las fuerzas políticas. Tenemos que poner sobre la mesa la necesidad de reformar el sistema electoral español y también la Constitución. No puede ser que una comunidad autónoma de un millón de habitantes tenga 6 senadores y otra de 2,5 millones (Castilla y León) tenga 39. No puede ser, tampoco, que los diputados se ajusten en función de la población a no ser que haya un Senado que sea merecedor de su nombre y que sea una cámara de representación territorial. Tampoco podemos hacer que las inversiones económicas territoriales del estado central sigan pasando por un Congreso de los diputados en los que los asturianos sólo tenemos el 2,28% de los votos y del peso político porque, forzosamente, las decisiones no nos favorecerán a nosotros.

LAS SOLUCIONES

Las soluciones de este necesario pacto de país que necesita Asturies, son tres. Todas ellas buscan incrementar el poder de Asturies bien sea con más competencias para autogobernarnos; bien sean haciendo que Asturies deje de estar al servicio del Estado Central y que este Estado central empiece a estarlo, al menos un poco, también al nuestro:

  • El bicameralismo. Es el modelo americano, un modelo de articulación de competencias que se basa en dos ideas. Por una parte, el Senado representa a todos los territorios por igual –en el caso de España, las comunidades autónomas– y todos deben tener la misma cantidad de senadores independientemente de su población. La segunda idea es que este Senado debe de tener poderes reales y, especialmente, poderes en temas territoriales. Es decir, no es necesario que este Senado opine o vote el Código Penal o el Código Civil (cosas que no tienen en sí nada de territorial), pero sí que es necesario que pueda y deba votar cualquier inversión territorializable como los trenes, las autopistas, los aviones así como cualquier otro tratado internacional o medida que tenga efectos sobre los territorios. Un Congreso de los Diputados elegido en circunscripción única podría ser la contrapartida a un senado en el que cada comunidad autónoma enviase, por ejemplo, 15 senadores que tuviesen amplios poderes en gastos territoriales.
  • El monocameralismo corregido. Esta otra solución se basaría en una única cámara en la que los territorios (las comunidades autónomas) no estén representadas por población, sino de forma corregida. Se trataría aquí de mirar modelos como el Parlamento Europeo, donde un país con 80 millones de población como es Alemania tiene 99 escaños y otro con medio millón como es Luxemburgo tiene 6. Es decir, la idea aquí sería que los más poblados deben tener más escaños pero que, a menos poblado, mayor sobrerrepresentación. Se solucionaría, por ejemplo, repartiendo los escaños por población y asignando un número mínimo muy alto a todas las comunidades autónomas, como podrían ser 15 escaños.
  • Transferir competencias. Otra posibilidad es vaciar de competencias al Estado central (un sistema político que en Asturies funciona mal, a diferencia del autonómico) y hacer que la comunidad autónoma tuviese transferidas tanto las competencias para gestionar todas estas cosas (aeropuertos, vuelos, autovías, peajes, variantes, AVE, cercanías…) como el dinero necesario para poder no sólo mantenerla, sino hacer inversiones en ellas. Así, se podría renegociar un sistema de financiación autonómico que no tuviese en cuenta únicamente la población, sino también otra serie de variables como la despoblación, el paro, la población activa… etc. Variables que pudiesen ser objetivables, fijas y claras de tal forma que la financiación sería automática en función de cómo computasen cada una de esas variables en las estadísticas oficiales del INE.

 

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