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Atlántica XXII

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Autocrítica

Esta es la triste historia de Juan. Juan no había leído a Marx, ni a Gramsci, ni sabía lo que era la curva de Laffer. Un ignorante como tantos, en definitiva

Pepín Fernández | Alternativa Verde por Asturias – EQUO

Juan dejó de estudiar pronto, y comenzó a trabajar en una empresa multiservicio. Una empresa multiservicio o empresa de servicios, es una empresa que contrata mano de obra lo más barata posible y que gracias a sus contactos, su músculo financiero o a otras cosas, consigue que las administraciones públicas y las grandes corporaciones los contraten para hacer todos los trabajos que consideran subalternos. Desde ser recepcionista, a cambiar las bombillas que se funden, pasando por fregar el retrete. La gran corporación cierra un contrato único con la empresa y ésta explota a sus trabajadores y subcontratas para conseguir el máximo beneficio.

Las grandes empresas no hablan de trabajos subalternos, hablan del “core” de la empresa y de externalizar lo que no es el “core”. Si eres un pijo-midundi, dices “Ko-re”, pronunciado a la española. Si eres pijo – megaguay, entonces ya lo puedes decir con acento inglés “coorrr”, con la erre esa de los ingleses.

Esta empresa se llamaba Euten, y tenía muchos de esos contratos. Juan era un poco manitas y muy trabajador, y llegó a encargadillo de la empresa. Curraba sin dolor, siempre dispuesto a que le llamaran a casa e ir a currar si hacía falta, y así se ganaba un sueldo bastante digno, del orden de los 24.000 € brutos al año (la gente que sabe de economía calcula así los sueldos, solo los ignorantes hablamos de lo que se cobra al mes).

Juan tenía una hipoteca, una pareja y unos hijos. Con ese trabajo, su pareja, Rosa, no podía tener un trabajo a tiempo completo porque había que criar los hijos. Así que trabajaba unas horas al mes en una cafetería.

Juan escuchaba la COPE cuando andaba en coche de un sitio para otro y sabía que hay que tener un plan de pensiones privado porque lo público no sirve. Por eso, con gran sacrificio, sacaba 80 € al mes que iban a un plan de pensiones del mismo banco donde tenía la hipoteca, el banco de Torrelavega.

Pagaba por la hipoteca el euríbor + un tanto. El banco le pagaba por su plan de pensiones, después de descontadas las comisiones, el IPC y gracias. Un negocio redondo para el banco. En lugar de amortizar su deuda, Juan les deja el dinero que tanto le cuesta ganar para que especulen con él y le dejen unas migajas. Juan era un buen cliente, demasiado bueno.

El director de la oficina del banco, un chaval joven, recién ascendido, con su corbata y sus gemelos, tiene una parte muy importante de su salario variable. Tiene que tener una cartera de clientes determinada, si no la tiene cobra menos, si continúa tiempo sin tenerla se va al paro. Así que el director de la oficina no quiere que Juan deje de ser cliente, quiere que el banco le siga sacando cuartos y exige a sus jefes que el fondo de inversión sea rentable.

El banco Torrelavega es un gigante mundial y para ello exige lo máximo a sus empleados. El director de la oficina reclama en las reuniones con sus jefes, si quieren que vendan tienen que darles buenos productos para vender. El jefe del director de la sucursal se lo dice a su jefe, que lo dice a su jefe y finalmente consigue que el tema salga en la presentación power point del director de área dentro de la reunión que tienen los diferentes directores de área con la presencia del director de negocio. Total, que al director de negocio que está un poco pillado por los números decide ser arriesgado y pedir más agresividad en los fondos de pensiones porque le están lastrando sus ventas.

Lo hace en una reunión delante de la presidenta del banco que al escucharlo mueve la cabeza afirmativamente.

Ese leve gesto hace que el director de pensiones del banco llegue hecho un basilisco a la reunión de directores de área correspondiente, por lo que los directores de área reclamarán a sus grupos de trabajo llenos de gerentes de cuenta y responsables de cuenta y otra serie de nombres más o menos rimbombantes, que tienen que apretar las cuentas.

Así llegamos hasta Pedro, que es primo carnal de Juan. De pequeños jugaban juntos en la casa de su abuela en el pueblo. Ahora hace años que no se ven. Juan hace muchos años que no vuelve al pueblo y Pedro y Juan no tienen mucho más en común.

Pedro estudió económicas. Consiguió entrar en el banco y ha ascendido, es el número 22 en la escala de mando si contamos desde la presidencia. Es el gestor senior de inversiones tipo C. Tiene un salario dos veces superior al de Juan y luego tiene otra parte de sueldo variable equivalente también dos veces el salario de Juan. Es decir que hay años que gana cuatro veces el salario de Juan.

El problema es que Pedro, que vive en Madrid, se compró un chalé en Galapagar y después decidió apuntarse a la moda de la monogamia sucesiva. O sea, de cambiar de pareja igual que cambiamos de coche.

La hipoteca de la casa era casi tan alta como el salario neto de Juan, pero lo del divorcio con custodia compartida y pago a una inmigrante para que cuide a los críos mientras él está en reuniones interminables, le consume también una pasta.

Vamos que Pedro. si se queda en paro, puede empezar a saber lo que es el hambre literalmente.

Por eso no se puede andar con tonterías. Cuando su jefe le suelta en la reunión que hay que ser más agresivos, está dispuesto a hacer lo que sea para conseguirlo.

Euten era una empresa familiar que acabó en manos de fondos de inversión. La dirige un CEO de buena familia. Un CEO, es decir un Chief Executive Officer, es el jefe máximo, el que manda. Las empresas modernas, sobre todo si están participadas fondos, cambian de CEO igual que Pedro cambia de coche. Cada vez que cambian de CEO le dan al que se va unos millones de euros. El viejo CEO se va a ser CEO a otra empresa y así al cabo de unos años tiene una indecente cantidad de millones de euros por cada proceso de venta de empresa que “lideró”, o por cada vez que le agradecieron los servicios prestados.

Lo de ser CEO es un chollo y una secta. Un chollo porque no tienes que saber nada de la empresa de la que mandas. Tienes que tener un buen reloj, pocos escrúpulos y parecer “campechano”, estilo el mataelefantes que todo el mundo conoce. Y claro, hay que tener la misma mala leche que el mataleefantes si alguien te contradice. Con eso y un cierto manejo del power point, tienes todas las habilidades necesarias para ser CEO.

Y es una secta porque la mayoría de los CEO mantienen relaciones entre sí y una vez que entran en la rueda de la fortuna no salen de ella por muchas empresas que arruinen.

El caso que el CEO de Euten llevaba dos años en el puesto y las cosas no iban tan bien como fuera de desear. El EBITDA no subía lo suficiente y en bolsa las acciones iban a la baja. El EBITDA es algo así como las notas de fin de curso de un estudiante. “¿Qué tal las notas?”, “Bien aprobé todo.” Upss respuesta incorrecta, con eso la bolsa baja. “Bien saqué dos sobresalientes y el resto notables”. Si tus notas del año pasado fueron peores estupendo, si el año pasado tuviste tres sobresalientes, mal, estás bajando las notas y bajarás en bolsa. Imaginemos que dices “Solo suspendí una, que el año pasado había suspendido tres”. Enormes aplausos y subida en bolsa. “Los mercados”, “los inversores” solo quieren que subas y subas de forma infinita, sin pensar dónde estás.

Como lo de los beneficios las empresas lo “maquillan” por temas fiscales, “los mercados” se fijan en el EBITDA, que son los beneficios antes de impuestos y amortizaciones. Un numerajo muy bruto. Tropecientos millones de euros.

Pedro era “los mercados”, la mano invisible del capitalismo neoliberal. Y estaba de un humor de perros, necesitaba su variable para irse de vacaciones y tratar de arreglar las cosas con su pareja actual, no quería pasar del estado monogamia sucesiva al estado no-gamia o estar más solo que la una y le había prometido una escapada a París en el próximo puente que no le tocaba ocuparse de su descendencia.

El CEO de Euten sabía que tenía que hacer algo para mantener su prestigio y que le echaran con un buen pan bajo el brazo. Así que pidió a su staff (o sea a sus machacas) que preparasen un power point chulo y organizó varias reuniones con “inversores” para decirles que debían poner su dinero en Euten, que era la octava maravilla del mundo. Ese día, en la reunión – comida en un lujoso hotel de la capital estaban Pedro y su humor de perros.

Digamos, por resumir, que después de hablar Pedro en la reunión, el CEO de Euten que tenía un apellido con guión, volvió preocupado a la oficina y exigió reducciones de costes. ¿Dónde?, ¿Cómo? ¿Cuánto? Minucias que el apellido con guion no iba a ponerse a pensar. Había que bajar los costes y punto.

En una empresa multiservicios, los costes se llaman Juan.

Juan cada vez tenía menos tiempo para sus hijos, cada vez más tenía que ir a trabajar a horas intempestivas.

Aquel día le había prometido sí o sí a su hijo mayor que lo llevaría él y no el abuelo al fútbol y se quedaría para animarle durante todo el partido. Estaba preparándose, le llaman por teléfono. Juan era el encargado de mantenimiento de Euten en el hospital comarcal. No tenían el contrato completo, solo una parte y tenían que trabajar bien para no perder el contrato y tratar de ampliarlo. El electricista de guardia era un chaval joven sin experiencia, no se rebajan costes contratando gente con experiencia. El chaval estaba asustado y abrumado por la responsabilidad, no sabía que hacer…a Juan no le quedaba más opción que ir él personalmente…JODER…

Cogió el coche. Mientras conducía iba hablando con su padre para que bajara a la calle y recogiera al chiquillo.  El chiquillo iba llorando en el asiento de atrás porque su padre una vez más, no iba a ir a verle al fútbol. Juan le prometió que como fuera iría a ver la segunda parte.

Maldijo los bolardos de la zona peatonal que el ayuntamiento acababa de inaugurar y que le impedían acercarse con el coche a casa de su padre, ya no se acordaba ni que existían. Dejó el coche parado en medio de la nada y echó a correr con el chiquillo en brazos hasta el portal de sus padres. Les dio un beso apresurado a cada uno y se fue corriendo. Era su día de suerte, a pesar de todas las infracciones que estaba haciendo ese día, los municipales no le pillaron.

Llegó al hospital, le montó una bronca monumental al chaval y metió mano al circuito averiado.

El procedimiento que Juan había firmado exigía que verificase que se había desconectado el circuito y se había asegurado y señalizado para que nadie reconectase accidentalmente.

Juan quería a su hijo. Juan tenía prisa. Y la verdad sea dicha, había firmado el procedimiento sin leerlo.

El chaval era inexperto y muy torpe, tenía mucho miedo, no dijo nada cuando vio a Juan trabajar. ¿quién era él para contradecirlo?

El chaval nunca lo olvidará mientras viva. La electricidad no es un juego, mata a decenas de personas cada año. Los accidentes laborales no son un juego. Son 500 muertos cada año en el centro de trabajo.

Juan fue uno más. A pesar de estar en el hospital no pudieron salvarlo, cayó fulminado.

El padre de Juan no olvidará tampoco la llamada. Ni su hijo cuando su abuelo se meó en sus pantalones literalmente delante de él. Hay cosas que no se cuentan, pero que pasan.

Rosa entró en shock, nunca recordó lo que pasó en los siguientes tres días.

La inspección de trabajo de la provincia estaba saturada de casos. Hizo un informe, Juan no había respetado el procedimiento que estaba firmado por él mismo. Ni siquiera se había cambiado de ropa y utilizado los guantes y demás que estaban en su taquilla. Fue una imprudencia por su parte.

La fiscalía tampoco tenía mucha gana de líos, con el informe de la inspección cerró el caso.

Rosa no conocía a nadie que la aconsejara. El jefe de Juan se portó muy bien acompañándola y haciéndose cargo del funeral, aunque “no tuviera ninguna obligación”.

Los padres de Juan eran campesinos conservadores emigrantes a la ciudad. No tenían cultura de reclamar.

Nadie movió nada. Euten siguió.

Pedro se enteró del accidente por el chat de WhatsApp que tenía con su madre y dos de sus hermanos. La hermana se había salido por las burradas que ponían contra los de Podemos en el chat. Ella era la oveja negra, les había salido perroflauta perdida.

Pedro no fue al funeral, estaba muy liado, y nunca le había dado mucha importancia a esas cosas. Solo iba cuando tenía obligación por cosas del trabajo. En el fondo pensó que Juan era un alocado, no le extrañó que acabase así. Se lo contó a su pareja en la escapada romántica que hicieron a París.

Al CEO del apellido con guion lo echaron un año después, se llevó un par de millones de euros para entretener el tiempo hasta que encontrase otra empresa que destruir.

Rosa, aunque al principio no lo creía posible, siguió viviendo.

En las elecciones generales, Rosa fue a votar. Se siente orgullosa de ser mujer y no le gustan los estrambotes fascistas diciendo tonterías. Juan, que era del Madrid, estaba muy enfadado por lo de Cataluña. Así que, juntando ambas cosas, fue a votar a Arrimadas. No es que Arrimadas se presente en su provincia, o que ella no entienda eso, pero en realidad votó por Arrimadas, al candidato de su provincia ni siquiera le pone cara.

El 26 de mayo estaba tremendamente cansada, el día antes curró en la cafetería hasta el cierre. Un maldito baboso borracho la acosó. Por la mañana, aprovechando que los críos estaban con sus suegros se hartó de llorar y de echar de menos a Juan, recordando cuando sus cuerpos se juntaban. Luego le esperaba la casa sin limpiar, la ropa sin recoger, y volver a la cafetería y los críos…y seguir llorando. No se acordó ni de que había que votar ni sabía para qué.

El 27 de mayo, todo el mundo en las redes sociales sabía por qué Rosa se “había desmovilizado”. La culpa era de las madalenas, que por lo visto no estaban bien cocidas. O de la coleta que no estaba bien peinada, o de la sociedad que aún no entendió la emergencia climática. Qué sé yo, la culpa era de todos y de ninguno.

Hay dos finales para este cuento.

En uno Rosa entra en una espiral de problemas y se ve superada por la situación. Los críos se hacen adolescentes incontrolables. Por aquella época, el fascismo ya tenía un 20 % de votos y estaba captando gente en los barrios obreros. Sus hijos se convirtieron en neonazis, en tropas de choque para los que manejan los hilos. Y acabaron mal, uno muerto, el otro en la cárcel.

La otra opción es que en su barrio había gente que no tenía Twitter y curraba en el AMPA del colegio y curraba en la asociación de vecinos. No eran ni rojos, ni verdes, ni morados, o bien eran todo eso.

Tenían un programa de intercambio de libros que permitía a Rosa no pagar casi nada por los libros a comienzo de curso.

El AMPA organizaba excursiones gratuitas que permitían a Rosa descansar ese día, incluso pasado el tiempo darle cierta alegría al cuerpo. También había muchas actividades extraescolares muy baratas y de buena calidad. Y la Asociación de vecinos organizaba actividades los fines de semana

Además, el AMPA organizó una protesta hasta que se mejoraron las condiciones del comedor escolar. Eso supuso que la empresa que lo gestionaba, una multiservicios, tuviera que contratar más personal y cogió a Rosa para trabajar.

Y los fascistas no prosperaron y los hijos de Rosa y Juan no se hicieron neonazis, fueron lo que les dio la gana ser.

Y quizá consiguieron aprender que la revolución se hace con harina, levadura, sal, agua, un horno y tus manos trabajando. La diferencia entre vivir o morir, a veces, es algo muy pequeño, algo tan pequeño como un rato dedicado a construir solidaridad.

Tú construyes el final del cuento.

 

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