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Atlántica XXII

Asturias: Un proyecto común

Opinión

Asturias: Un proyecto común

Una manifestación en Oviedo contra los privilegios sociales. Foto / Mario Rojas.

 

Manuel López | Sendas de Asturias

 

 

En anteriores colaboraciones con Atlántica XXII he sostenido que un pueblo que no se moviliza para defender sus intereses y su identidad está condenado al fracaso y al olvido. Venía esto a colación por la actitud mostrada durante las sucesivas reconversiones, cierres de empresas y regulaciones de plantillas llevadas a cabo en el transcurso de las últimas tres décadas en Asturias. Y es que mientras todo esto estaba ocurriendo, la mayoría de los asturianos mirábamos para otro lado, dejando la solución únicamente en manos de las organizaciones políticas y de los sindicatos. Sólo los directamente afectados en cada momento, y una pequeña minoría, casi siempre los mismos, participaban en las movilizaciones o en los actos de apoyo que coyunturalmente se iban convocando en cada caso. El resultado es de sobra conocido por todos; pueblos abandonados, miles de puestos de trabajo destruidos y una población envejecida, porque los jóvenes se vieron obligados a emigrar para que otros, más ricos que nosotros, sacasen provecho de ellos y de sus conocimientos.

Lo preocupante del caso, es que a pesar del tiempo transcurrido, la situación no ha cambiado, más bien ha empeorado, y puede que empeore aún más con la reconversión del sector energético, la vergonzosa e inmoral prejubilación de los últimos mineros, el cierre de Alcoa, la situación de Arcelor… si los políticos y sindicatos siguen actuando de la misma forma y nosotros se lo permitimos.

Sería una irresponsabilidad por nuestra parte, seguir permitiendo que esta situación se mantenga indefinidamente, dejando en manos de los políticos y gestores mediocres la solución a nuestros problemas, cuando ya dieron sobradas muestras de su incapacidad y falta de rigor para solucionarlos, anteponiendo los votos partidistas a los intereses generales de los ciudadanos.

Para ellos lo fácil es seguir hablando de ayudas y de fondos de compensación por el cierre de las industrias para destinarlos a abrir museos y ocurrencias por el estilo, o anunciar grandes proyectos, que nunca llegan a materializarse “por culpa de otros”. Cuando la realidad es que ni siquiera son capaces de dar utilidad al gran número de despilfarros repartidos por Asturias como monumentos a su incapacidad y desmesura. Con el agravante de que además tienen la soberbia de no escuchar ni tomar en consideración las propuestas que algunos colectivos venimos presentando, en parte, para arreglar sus desaguisados.

Como ciudadanos conscientes de la situación, no podemos seguir dejándonos engañar, más bien conformándonos, con esos “cantos de sirena” de políticos irresponsables que nos dicen lo que queremos oír, llegando incluso a convencernos de que tenemos derecho a todo “porque nos lo merecemos”, sin pensar si es cierto o no y sin entrar a valorar las consecuencias que acarrean sus decisiones.

Es cierto que estamos muy cómodos en este sistema que sólo nos habla de derechos y no de los deberes y obligaciones que deberíamos asumir para mantenerlos, porque eso restaría votos, y total como “disparan con pólvora ajena”… Pero, aunque en realidad todos somos conscientes que la situación es preocupante y que tarde o temprano todo puede irse al traste, seguimos adoptando la táctica del avestruz guardando la cabeza bajo el ala.

Nos dicen que tenemos derecho a la sanidad, a la educación, a las prestaciones sociales y otras muchas cosas más, pero no nos dicen qué tendríamos que hacer para garantizarlas en el futuro. Cuestión preocupante teniendo en cuenta que vivimos en una Comunidad sin jóvenes y sin trabajo, con una ratio  de poco más de un trabajador por cada pensionista, y en el que la suma de pensionistas y parados supera en 36.389 a  los trabajadores en activo. Por eso creo, que si somos conscientes de la situación en la que nos encontramos y de lo que puede ocurrir en un futuro inmediato, ya va siendo hora que salgamos de nuestra comodidad y trabajemos por un proyecto, que además de garantizar la pervivencia de los servicios básicos, sea realista e ilusionante para el conjunto de la ciudadanía porque no dependemos de los votos.

Para alcanzar ese objetivo no basta con movilizarnos de forma individual y esporádica, sino que debemos hacerlo de forma colectiva y permanente, y por un proyecto planificado y compartido lo más ampliamente posible y en el que participemos todos. También tenemos que movilizarnos para que los políticos sean permeables a nuestras propuestas y no sigan haciendo política “a golpe de ocurrencia”, en función de  intereses personales y de las minorías o grupos de presión que les rodean, casi siempre los mismos.

Movilizarnos para que no sigan legislando y tomando decisiones sobre la caza y la pesca sin contar con los cazadores y pescadores; del campo sin los campesinos y ganaderos; del monte sin sus propietarios y las empresas del sector; de la sanidad sin los sanitarios; de la educación sin los enseñantes; del futuro de las térmicas sin los trabajadores, y así sucesivamente, porque toda imposición suele estar abocada al fracaso.

Movilizarse como sociedad no significa estar permanentemente de manifestación y con enfrentamientos, sino todo lo contrario, significa tomar conciencia de nuestra situación para buscar alternativas y soluciones a los problemas, antes de que se produzcan. Se trata en definitiva de hablar y recuperar la ilusión, que tanta falta nos hace. Hablar del futuro del campo, de las infraestructuras, de la extracción de minerales, de las comunicaciones, de I+D, de la Universidad, de la reconversión energética, del retorno de los jóvenes, de los pequeños productores, del aprovechamiento del monte, del turismo, del medioambiente, de los espacios abandonados, de las alternativas a los despilfarros y de todo aquello que, además de crear riqueza, nos ayude a recuperar la ilusión y la esperanza en el futuro; porque lo que tenemos no nos vale.

 

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