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Atlántica XXII

Opinión

No somos

Una mujer en una manifestación por la República. Foto de Adolfo Luján en Foter.com

 

 

Mario José Diego Rodríguez | sindicalista jubilado

No voy a perder tiempo hablando de los tejes y manejes que se traen el microcosmo político y su séquito para saber quién pacta con quién o quién gobierna con quién; no solo porque los principales interesados se encargan de ello hasta la saciedad, sino también, porque lo único que está en juego en esa comedia es el futuro de los propios actores. Mi suegra califica todo lo que está ocurriendo desde que acabó el último ciclo electoral de “política trapera”, pido perdón en su nombre a los traperos, que tan bien que mal, intentan ganar honestamente algunos céntimos vendiendo en el rastro lo recuperado en los contenedores.

Lo que está sucediendo, es la demostración práctica de la utilidad real de una papeleta en una urna. Aun a sabiendas de que, quien ganó las elecciones apenas representa el 22% del censo electoral, todos los partidos, san excepción, desfilan en los medios de comunicación para explicarnos lo que los españoles quisieron decir con sus votos; cada uno, naturalmente, llevando el agua a su molino.

Las elecciones son una oportunidad que la democracia burguesa nos proporciona para expresar y poner de manifiesto nuestros problemas y reivindicaciones, no obstante, todas las conquistas sociales a favor de la clase trabajadora, no se han obtenido ni conservado mediante una papeleta, pero sí mediante tenaces y constantes luchas.

Según la prensa económica, este año sería el noveno de la supuesta recuperación económica. Si hablamos del incremento importantísimo de los dividendos repartidos a escala mundial, por las principales empresas cotizadas en bolsa –244.700 millones de dólares (215.336 millones de euros) en el primer trimestre 2018 y 241.210 (212.265) en el cuarto– efectivamente la burguesía ha salido de la crisis si es que algún día la ha padecido; en lo que no cabe ninguna duda es que nos la han hecho padecer sin ningún reparo.

En 6 meses dicha burguesía ganó 427.601 millones de euros, 45.000 euros menos que el presupuesto 2019 para España. El capital ha sabido protegerse de los estragos ocasionados por la crisis financiera, e incluso, ha prosperado económicamente intensificando la sobreexplotación del conjunto de la clase trabajadora. La multiplicación de los Eres afectando a todos los sectores, reducción de plantillas, contratos basura, precariedad laboral y 8,5 millones en el umbral de la pobreza son las consecuencias de dicha sobreexplotación.

Sea cual sea la situación económica y se califique como se califique, ya sea de “recesión”, de “crac financiero” o de “recuperación económica”, para los economistas burgueses, el deterioro social ocasionado en las clases populares, es “lo propio de nuestro siglo”, o dicho de otra manera “es lo que toca”, sobre todo, lo que nos toca; sus amos saben cuidarlos para que continúen contándonos memeces. Por eso, pretender que podemos cambiar la sociedad votando, es un mero deseo, y más aún cuando vemos, año tras año, esfumarse las conquistas sociales obtenidas en tiempos de bonanza.

No son los que hoy están en el candelero disputándose sobre lo que supuestamente “los” españoles han expresado o no en las urnas quienes realmente gobernarán, gobierne quien gobierne. En nuestra sociedad los verdaderos gobernantes son las grandes empresas y multinacionales, esas mismas que deciden si cierran o trasladan sus empresas, si congelan o disminuyen los salarios o quienes deciden cuando nos jubilamos sin necesitar el aval de ningún jefe de Estado o parlamento.

Cuando la clase trabajadora duda de lo que su fuerza colectiva podría proporcionarle, inexorablemente son los valores de la sociedad burguesa, coreados por sus voceros mediáticos, quienes se imponen. No obstante, la clase trabajadora sigue siendo la única que podrá poner un término a esta sociedad demente impuesta por la búsqueda insaciable del dividendo.

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