40 años después de la muerte de Gaspar García Laviana, la situación de Nicaragua ha cambiado notablemente. Héctor M. Cruz, doctor en ciencias políticas y director de programas latinoamericanos para CET Academic Programs en Washington DC, nos explica cómo ha evolucionado el sandinismo en el país y cual es la situación política actual de Nicaragua.

Ciudadanos de Masaya, Nicaragua, se protegen de las balas de francotiradores en una de los cientos de barricadas construidas para defenderse de los ataques de paramilitares y policías del gobierno. Foto / Javier Bauluz.
Héctor M. Cruz Feliciano | Doctor en ciencias políticas
@hemcruz
Veinte años después de la revolución cubana, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) fue el único otro movimiento del siglo 20 capaz de conquistar el poder en América Latina por la fuerza de las armas. Cuba fue fuente de inspiración, pero como buenos discípulos los nicaragüenses también aprendieron de los errores. Tras derrocar a Somoza, los sandinistas eliminaron la pena de muerte, establecieron una economía mixta en lugar de una estatal, y le dieron la bienvenida a l@s cristian@s en el proyecto de construir el hombre nuevo. La gesta guerrillera del cura asturiano Gaspar García Laviana durante la insurrección popular da muestra de esto último. Atendiendo a una interpretación marxista del evangelio, el sandinismo proclamaba la consigna de que: «entre cristianismo y revolución no existe contradicción»
No había transcurrido mucho tiempo desde el triunfo, cuando los empresarios y la Iglesia empezaron a tener serias diferencias con los revolucionarios. Era la época de la guerra fría, y aunque el FSLN proclamaba una economía mixta, la intención era establecer un modelo socialista, cosa que no era bien vista por los empresarios. Las expropiaciones no se hicieron esperar.
La jerarquía eclesiástica por su parte resentía que el nuevo gobierno expresara simpatía por la teología de la liberación: un cristianismo revolucionario que desafiaba el espíritu conservador del catolicismo. El Vaticano sentía que el gobierno estaba usurpando el rol de la Iglesia como guía de los creyentes, y como tal, se volvió también enemigo del estado nicaragüense.
De tal manera que durante los ochenta tanto empresarios como Iglesia hicieron causa común contra el sandinismo. La Iglesia no apoyó directamente la guerra contrarrevolucionaria impulsada por los estadounidenses, pero tampoco la denunció abiertamente porque simpatizaba con la idea de que los sandinistas salieran del poder. Los empresarios sí apoyaron la intervención de los EEUU y la contrarrevolución.
Adquiriendo una imagen quijotesca ante a la opinión pública internacional, el FSLN se convirtió para muchos en ejemplo de partido de izquierda, por los programas de redistribución, por su discurso, por su antiimperialismo. A pesar de ello, tras una década en el poder, los sandinistas perdieron las elecciones en 1990. La razón principal fue que el pueblo no quería más guerra y todos sabían que la salida de los sandinistas era necesaria para detener la agresión estadounidense.
Desde la oposición y tras varios intentos de volver al poder, el líder sandinista Daniel Ortega acertadamente percibió que el pueblo le temía al fantasma de la guerra. Así, el FSLN, que aún en la oposición seguía siendo el partido más grande de Nicaragua, comenzó a hacer pactos con otros actores políticos, con los empresarios y con la Iglesia. Volviendo a ser «amigo» de todos y prometiendo una «Nicaragua de paz», el sandinismo logra regresar al poder en el 2006.
Desde la presidencia, Ortega reestableció la educación y la salud gratuitas, estableció un fondo de microcréditos, y distribuyó tierras. Aunque estas medidas contribuyeron a disminuir la pobreza, en ningún caso trastocaron la desigualdad imperante en el país. Por otro lado, Ortega otorgó privilegios a empresarios e inversores, logrando que los millonarios vieran sus riquezas aumentar a niveles sin precedente. Para ganar el favor de la Iglesia, criminalizó el aborto terapéutico y declaró héroe nacional a uno de sus enemigos históricos: el cardenal Miguel Obando y Bravo.
El discurso -por ser la gran fortaleza mística del FSLN- era de izquierda, pero la práctica, cada vez lo era menos. Al comienzo la proximidad con los enemigos del pasado fue estratégica. Sin embargo, ésta empezó a profundizarse cada vez más, y fue dejando de ser una concesión temporal para convertirse en un modus operandi orientado a mantener el poder a costa de los principios revolucionarios. A partir de aquí cabe distinguir el sandinismo tradicional de lo que hoy se denomina como orteguismo, o el modelo caudillista que invoca los símbolos y la retórica sandinista para promover un proyecto autoritario que limita seriamente la incidencia popular en la gestión, articulación e implementación de políticas públicas.
La censura y el afán de control social para proteger el modelo orteguista se hicieron cada vez más comunes en el gobierno, a la vez que el poder se iba concentrando en un círculo de hierro alrededor de Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo. Dicho afán de control llegó a su punto de ebullición en la represión desencadenada contra manifestantes que protestaban la reforma de la seguridad social el 19 de abril de 2018. Desde entonces cientos de personas han muerto producto de la violencia política, dando pie a un ambiente de persecución gubernamental similar al que animara a los sandinistas contra Somoza varias décadas atrás.
Marginando a combatientes históricos que como el cura Gaspar lucharon por una nueva Nicaragua con democracia y justicia social, en Ortega y Murillo quedó de lado la aspiración al cambio revolucionario, para abrazar como prioridad la dominación del estado y su perpetuación en el poder. La propaganda oficial del gobierno busca proyectar una imagen de normalidad diciendo que todo está “abierto y funcionando” como de costumbre. Sin embargo, la sangre de cientos derramada en abril aún sigue fresca en la memoria de vecinos, amigos y familiares, esperando la ocasión de aglutinar en una fuerza de cambio los mismos ideales que nutrieron aquella gesta victoriosa de hace ya casi cuarenta años. Un nuevo proceso de transformación se encuentra en marcha.
Os recordamos que también podéis seguirnos en:
Facebook: facebook.com/AtlanticaXXII/
Twitter: twitter.com/AtlanticaXXII
Telegram: t.me/atlanticaxxii
Instagram: instagram.com/atlanticaxxii
Y suscribiros a la edición en papel a través del teléfono (637259964 o 984109610) o el correo (letrasatlanticas@gmail.com)
You must be logged in to post a comment Login