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Atlántica XXII

«No luchamos por una sociedad donde la mujer tenga que prostituirse»

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«No luchamos por una sociedad donde la mujer tenga que prostituirse»

 

Martine Billard,en Gijón, durante la folixa organizada por Podemos el Día de Asturias, donde participó en una mesa redonda.

Artículo publicado en el número 59 de Atlántica XXII (noviembre de 2018)

Marta Rodríguez | Texto

Iván G. Fernández | Foto

 

Martine Billard (Boulogne-Billancourt, 1952) quiere cambiar el mundo. Y lo intenta desde un rabioso optimismo con su militancia en la plataforma Francia Insumisa. Y antes, a través de su labor como diputada por la Asamblea Nacional francesa y su participación en movimientos de ecologismo y feministas. Conversamos con esta histórica activista a paso por Gijón, invitada a un debate en el Día de Asturias.

-Asturias se enfrenta a la descarbonización que pretende el Gobierno de Sánchez, que incluso ha creado un Ministerio de Transición Energética. Francia Insumisa propone abandonar los combustible fósiles, rechaza la energía nuclear y apuesta por las renovables. ¿Cómo serían viables esas opciones?
-Sí, son dos temas. No hay otra solución que acabar con el carbón, porque si no, acabamos con la vida del planeta. Tenemos que vivir muchos años más aquí y dejarlo habitable para nuestros descendientes. Hemos de ser capaces de resolver el reto de la protección del planeta y de la biodiversidad. Hay que atacar el desastre ecológico y aplicar medidas rápidas. Ya hemos visto este verano de calor y cada vez más. O hacemos lo necesario para atajarlo o vamos hacia el desastre total.

-¿Y la energía nuclear?
-Muchos países la están reduciendo, como China. Francia es el único que la defiende. Posee un lobby nuclear muy fuerte. Pero la gente está preocupada porque no se sabe qué hacer con los residuos nucleares, cada vez hay más y no hay lugares para almacenarlos. Por eso se piensa en espacios bajo tierra. Es nuestro desafío como fuerza política mostrar que es posible salir de la nuclear. La asociación Negawatt, integrada por expertos en energía, construyó un esquema con soluciones. No es una utopía.

-El ecofeminismo ve conexiones entre la ideología explotadora del capitalismo y la dominación tanto de la Naturaleza como de las mujeres. ¿Lo comparte?
-Es cierto que se da una conexión entre el sistema económico actual y los empleos precarios, mal pagados, a jornada parcial, que son ocupados por mujeres. También se agrava por la deslocalización de la industria fuera de Europa, donde las normas ambientales son más laxas y la mano de obra más barata. Los trabajos que quedan para las mujeres se encuentran en la hostelería, supermercados y el cuidado de niños y ancianos, todos con peores condiciones.

-Sin embargo, los movimientos de reivindicación de derechos para las mujeres viven un momento álgido, con el 8M, el #MeToo . ¿Sirven para algo o son solo ruido mediático que se desinflará?
-Son muy importantes. En Francia, las agresiones en el metro o en la calle son habituales. Estos movimientos sirven para decirles a los hombres que no somos un objeto. ¡Estamos celosas de las españolas, porque no hubo manifestaciones francesas tan importantes como aquí! A ver qué sucede el 25 de noviembre. Creo que en España hay alguna cosa que mejorar en la regulación, pero en líneas generales, no mucho. Lo que falla es la aplicación de las leyes.

«Estamos celosas de las españolas por las manifestaciones feministas»

-Dentro de los problemas de la aplicación de normativa, se encuadra el tema de los «vientres de alquiler», permitidos en unos países y en otros no. En septiembre de 2018, alrededor de 300 colectivos españoles pidieron la prohibición de la gestación subrogada en todo el mundo.
-Francia Insumisa no es partidaria de mercantilizar el vientre de una mujer.

-¿Y si no se cobrara por ello?
-Bueno, pero la realidad es que se cobra. Y ceden sus vientres las mujeres pobres. Es otro tipo de explotación de los países pobres. Luego surgen los problemas cuando los progenitores legales allí vuelven con los bebés acá. No se puede hacer mercadeo del cuerpo de la mujer.

-¿Entonces qué me dice de la prostitución? También en septiembre se creó en España un sindicato de trabajadoras sexuales, OTRAS, con gran polémica.
-Ya existe un sindicato francés similar desde hace diez años. Pero en Francia Insumisa estamos en contra de aceptar la prostitución como un trabajo. Es explotación femenina y no luchamos por una sociedad en que la mujer tenga que prostituirse para sobrevivir. Claro que hay casos en que es una libre elección, pero para la inmensa mayoría de las prostitutas no es un deseo, es una imposición.

-Ese es solo uno de los debates internos del feminismo, al que critican no poseer una voz unificada.
-Hoy día existe más cuestionamiento de todo que en el año 68. Pero no va a ser posible una posición unitaria en temas de tanto calado. Hay debates muy diversos también sobre otros asuntos, como feminismo y racismo, porque se achaca a las mujeres blancas y occidentales la capitalización del movimiento; o el tema del velo. En Francia, este se autoriza en las calles si no tapa el rostro. Pero yo vengo de una generación que luchaba contra la imposición de la Iglesia, que reivindicaba el poder vestirse como se quisiera. En la religión, las primeras víctimas son las mujeres siempre; en todas las religiones. Es una regresión que la mujer tenga que aceptar los imperativos religiosos. En Francia, actualmente han surgido corrientes integristas, se da una vuelta a valores tradicionales que quieren imponer a la mujer su visión.

-Con respecto a la inmigración, otro de los temas candentes, ¿está Europa desbordada o son necesarios los inmigrantes para mantener un sistema cuya población está muy envejecida?
-En Francia no hay problema de envejecimiento de la población. Es uno de los pocos países de la Unión Europea que no lo sufre. Somos un país de acogida de inmigrantes desde hace más de un siglo: italianos, polacos, portugueses, españoles, argelinos… Somos un pueblo muy mezclado. Muchas guerras provocan que la gente huya de su país. Ya lo hemos vivido con los refugiados políticos de América Latina. En esa época, la gente se solidarizó. Ahora las migraciones más importantes proceden de África con destino a la Unión Europea, donde la vida es mejor.

-¿Y cuales son las consecuencias?
-Tratan de salir de sus países los que tienen más energía, más formación, es decir, el sector más dinámico de su sociedad y eso es un desastre para ellos, porque impide que progresen allí. Pero además, Occidente sigue apoyando a dictadores corruptos. Somos responsables de buena parte de lo que está ocurriendo. No podemos decirles que no es nuestro problema. Tenemos que acoger a los que ya están aquí, no vas a dejar que se mueran en el Mediterráneo, y apoyar a esos países en su desarrollo.

-¿Con qué medidas impulsaría ese desarrollo?
-Se deben terminar los acuerdos injustos con los países de África que les obligan a suprimir los derechos de aduana de los países europeos. Así, nuestros precios son más bajos y ellos no pueden competir. Abogamos por un proteccionismo solidario que les permita desarrollar su propia producción, porque si no, nunca van a poder avanzar. Pero también que la ayuda que se les facilite vaya a proyectos, no a los gobiernos, porque el dinero desaparece y no se aplica a la gente que lo necesita.

-Esto nos lleva al choque, si lo hay, entre los ideales políticos y su aplicación práctica. Usted fue diputada por la Asamblea Nacional francesa. Cuando se accede al poder, ¿los principios elevados caen antes las posibilidades reales de llevarlos a cabo?
-Si no has reflexionado antes, cómo lo vas a planificar, vas a tener dificultades. No puedes lanzar discursos y luego hacer lo contrario. Si es solo ideológico, será un fracaso. Pero si realizas un análisis preciso, no tienes ese problema y puedes hacer cosas. Hay cuestiones solo de voluntad política.

-¿Y de cara al futuro, qué panorama vislumbra?
-Miro con optimismo al futuro. La sociedad se moviliza. El 8 de septiembre, más de 100.000 personas se manifestaron en Francia por el clima. Nunca había ocurrido algo igual. La gente se da cuenta de que estamos en peligro, de lo que pasa con el medio ambiente, la salud. Existen muchos movimientos locales demandando calidad en la comida de las escuelas, contra los químicos en los cultivos, etc. Cuando la gente tiene la impresión de que puede hacer cosas, se moviliza. Es más consciente que los gobiernos y por eso hay que ser optimistas. Con la movilización popular podemos conseguir cosas, actuar a tiempo.

 

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