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Atlántica XXII

Ecofeminismo y chalecos amarillos

Opinión

Ecofeminismo y chalecos amarillos

Manifestación del movimiento Chalecos Amarillos.

Eva del Fresno | Trabajadora social y candidata de Alternativa verde por Asturies – EQUO a las elecciones autonómicas

@evadelfresno

La primera norma que tiene que seguir la transición ecológica es que debe ser justa. No sólo nos enfrentamos a una crisis climática y medioambiental si no también a una crisis democrática y social. El movimiento de los chalecos amarillos ha irrumpido con mucha fuerza, con mucha motivación, y ojalá que le quede un largo camino por delante y sea el germen para algo más. La ciudadanía debe organizarse para protegerse, para asegurar sus derechos y pelear por la calidad de vida de sus hijos e hijas. La ecología política puede canalizar esa fuerza, pero no puede sustituir a la masa social, si no hay masa crítica no hay fuerza que dirija el cambio con parámetros de justicia e igualdad. Es necesario que esa implicación ciudadana se sostenga en el tiempo y sea consciente y proactiva. La respuesta en Francia ha sido reactiva, en ocasiones violenta, lo que parece un aspecto a mejorar, pero no resta valor al potencial que hay detrás.

Cuestiones como el cambio climático, la contaminación, la sostenibilidad, o la soberanía energética y alimentaria, van a tener cada vez una mayor impacto en nuestro día a día y en
el tipo de vida que llevamos. El conflicto de intereses sobre el que se basa nuestra sociedad, que es (sigue siendo) jerárquica y desigual en función de variables como la clase o el sexo, tenderá a agravarse en la medida en que los reajustes que tengamos que hacer sean más o menos traumáticos. La única solución para evitar la crispación y la fractura social es que el pueblo lidere ese proceso. Liderar implica anticiparse a los problemas para llegar a soluciones que no sean impuestas desde arriba sino consensuadas desde abajo. Ese esfuerzo organizativo de reflexión conjunta y de trabajo colaborativo es fundamental para que lo que prime en el futuro sea el interés de la mayoría y no el de las élites, y también para que no dejemos a nadie atrás y los grupos más vulnerables en vez de recibir un mayor impacto sean protegidos.

Una transición ecológica justa es a la vez equitativa y solidaria. Debe asumir las consecuencias del cambio en mayor medida, quien esté en mejor posición para ello. El grado de exigencias y de adaptación debe ser proporcional al nivel de vida, partiendo de la base de que hablamos de un proceso universal que afectará a todo el mundo, pero debe afectarnos en medida distinta para evitar el sufrimiento innecesario o incluso la pérdida de vidas humanas. De lo contrario pasará como tantas veces a lo largo de la historia ante situaciones de escasez de recursos, lo que en ciencias sociales se conoce como el efecto Mateo “al que tiene se le dará y al que no tiene aún lo que tiene le será quitado“. En este caso resulta aún más injusto porque un nivel de vida más alto está relacionando con una mayor contribución directa o indirecta a la crisis ecológica, y con haberse beneficiado más hasta ahora de todo el proceso desencadenante.

Una mujer durante una manifestación.

Como sociedad el reto está en ser capaces de actuar de manera planificada y con anticipación suficiente para asumir consensos y respetar valores. Y sobre todo algo muy
importante que nos compete a las entidades ecologistas y que no estamos haciendo bien, ni desde el ámbito político ni desde el asociativo; hay que transmitirle a la gente que los
problemas ecológicos son reales y son nuestros problemas, serán el eje de las políticas gubernamentales de las próximas décadas. No es suficiente movilizarse ante una ley
injusta, el camino es una carrera de fondo que requiere participación y presencia, y que resulta ilusionante porque sentará las bases del nuevo modelo de sociedad durante mucho
tiempo. Las manifestaciones de mañana serán más efectivas o incluso no serán necesarias si empezamos a movernos hoy.

La ciudadanía es la que debe protagonizar sus propias movilizaciones, sin depender de siglas políticas. Pero no significa que el ecologismo pueda ser políticamente neutro. La transición ecológica para ser justa además de equitativa y solidaria, debe ser crítica con el sistema que nos ha conducido hasta este punto. Si tratamos de evitar la crítica lo que haremos será reproducir por inercia la desigualdad tradicional. Por ejemplo, si no tenemos en cuenta el feminismo y no aplicamos una perspectiva de género a la transición ecológica, acabará aumentando la feminización de la pobreza y paralelamente la violencia machista. Otro ejemplo, si no tenemos en cuenta la perspectiva de clase, podemos acabar imponiendo un impuesto que quiebre la precaria economía de la población previamente desplazada a la periferia urbana. Que es justamente lo que ha pasado en Francia. La conciencia crítica es indispensable en el ecologismo y debe servirnos para construir una alternativa de futuro ética a todos los niveles y sostenible a largo plazo. El papel de los partidos verdes es el de agente facilitador y herramienta al servicio de la ciudadanía para llevar a las instituciones la defensa de su nuestro bienestar presente y futuro.

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