Tres propuestas disparatadas para combatir el éxodo de la tierrina
Foto: Pablo Lorenzana
Al platu vendrás
@ALPLATU
Dijo el expresidente del Principado Vicente Álvarez Areces (Tini, para los colegas) que no existe la emigración de los jóvenes en Asturias, que todo era una “leyenda urbana”. Y nosotros estamos de acuerdo. Porque Tini no se equivocó, solo avanzó el futuro. En unos 20 años no emigrarán asturianos de la región. En unos 20 años ya estaremos todos fuera.
Y es que sí, los asturianos emigramos. Mucho. ¿Y cuál es el motivo? ¿Por qué nos marchamos del paraíso? Una palabra: trabajo. O mejor dicho, la ausencia de él. Aunque según nuestros políticos existe, debe ser que está escondido, porque la gente no lo encuentra. Y lo que sí se encuentran son cierres: cierran las minas, cierran empresas, cierran tiendas. Si cerrar fuera deporte olímpico, Asturias sería Usain Bolt. Si todas las colas del INEM en la región se fundieran en una, el último de esa fila podría desayunar chocolate con churros en el barrio madrileño de Malasaña. Aquí, si dices tres veces “Se alquila” frente a un cristal no se aparece Candyman, no. Simplemente, estás recorriendo los pasillos del centro comercial del Calatrava.
Por eso la pregunta no es si la gente emigra o por qué. Hasta un tonto, no un ex presidente del Principado, sabe las respuestas. La verdadera pregunta es: ¿podremos volver? ¿Hay dinero para reparar ese tejido industrial que supondría miles de nuevos puestos de trabajo? Según cifras de Industria, los planes del carbón dejaron en Asturias una lluvia de 25.000 millones de euros. Pero en lugar de usarlos en crear una alternativa a la minería, nuestros políticos decidieron gastarlos en “startups” tan necesarias como el Museo de la Tonada de Mieres, la Casa del Urogallo en Tarna o el Museo de los Quesos de Morcín. Y así, hasta 43 edificios construidos con dinero público y en estado de abandono. Ah, bueno… y falta la paguina vitalicia de Villa. No David. De José Ángel Fernández. Pero rompemos una lanza por Villa, porque a pesar de lo que se dice, él no es un ladrón. Él es un prestidigitador, una especie de Tamariz asturiano que en vez de hacer aparecer conejos de la chistera hizo desaparecer fondos mineros de la región. No lo llames delito, llámalo magia.
Si va a ser que al final los asturianos realmente emigramos porque queremos. Porque Asturias no está tan mal, coño. De hecho, los indicadores económicos solo nos sitúan a la cola de la recuperación poscrisis. Somos la autonomía que menos ha crecido. Hemos perdido un 6% de la población. Tenemos un 5% menos de puestos de trabajo que hace 40 años. Somos la comunidad con la natalidad más baja de España. También la más envejecida. Y la proporción entre trabajadores activos y jubilados representa la más desfavorable del país. Esto es, existen más personas que pasan el fin de semana jugando al tute que al Fornite. La gente ya no va al Aquasella, va al Imserso. Pero tranquilos, no todo son malas noticias. ¡Hay sidra y oricios!
Y además, por si las cosas no mejoran, los de Al Platu Vendrás tenemos una solución para evitar el éxodo de la tierrina. Bueno, una no… ¡tenemos tres!
Primera: construcción de un parque temático: El Parque Asturásico. Así, toda la región se convertirá en un espacio turístico dónde los asturianos vestiremos montera picona y madreñes, bailaremos el pericote y tocaremos la gaita. A lo largo del recorrido te encontrarás con gente cocinando fabada, gente cocinando cachopo, gente cocinando casadielles. Y no faltarán por supuesto las piscinas de arroz con leche y gente escanciando sidra, mucha gente. Incluso habrá duchas de sidra. Bidés de sidra. Ah, y tiro al queso. Peleas de urogallos. Carreras de asturcones. Todo un sinfín de juegos que los turistas podrán disfrutar mientras dicen aquello de: “¡Qué bien se come aquí! ¡Y barato!”.
Segunda: apertura del mayor parque acuático del mundo en los “milmillonarios” túneles de la Variante de Pajares. Si no vamos a tener nunca el tren, ¡amorticemos ese gasto! Solo tenemos que comprar unos cuantos flotadores y empezar a cobrar la entrada. Los túneles y el agua, a través de las filtraciones, ya están pagados.
Tercera: convirtiendo Asturias, de manera oficial, en una gran scape room de la que es casi imposible escapar. Sin vuelos desde Ranón, sin AVE asturiano y con el sangrante peaje del Huerna por carretera, salir de la tierrina se antoja una proeza de leyenda. De leyenda urbana, concretamente.
Es verdad, son tres ideas de mierda. ¡Pero ojo!, cualquiera de ellas es tan buena como la casa del urogallo en Tarna.
Terminamos con un mensaje optimista: en el siglo XVIII, el economista Thomas Malthus sostenía que la sobrepoblación acabaría con la raza humana y terminaríamos devorando a los niños. Tranquilos, en Asturias no sucederá eso. Porque aquí, antes empanar a los guajes y rellenarlos de jamón y queso, la gran mayoría emigrarán a tierras lejanas. O sea, igual que ahora. Pero somos tan grandones que no lo llamaremos emigración. Lo llamaremos RECONQUISTA.
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