Cascos contra todo
Elecciones anticipadas en Asturias: ¿Puede Cascos ganar perdiendo?
José Ramón Patterson / Periodista. No recuerdan exactamente sus palabras, pero hay testigos que aseguran haber oído el pasado 3 de junio a Natalio Grueso, director de la Fundación Niemeyer de Avilés, que al día siguiente daría un golpe de Estado. El anuncio cobraría sentido 24 horas después, cuando, en una operación auspiciada por el presidente del Gobierno en funciones, Vicente Álvarez Areces, el patronato de la Fundación redujo el peso del Principado para aumentar el de las empresas e instituciones privadas. La decisión, según dijo Grueso, convertía al Niemeyer en «una entidad absolutamente privada», lo que implicaba sustraerla al control del futuro Gobierno de Francisco Álvarez-Cascos.
La trascendencia de aquel acuerdo, que tuvo un escaso eco en todos los medios, no se calibraría sin embargo hasta meses después, al convertirse el centro cultural avilesino en uno de los caballos de batalla de Álvarez-Cascos y la oposición. Fue también el primero de una serie de graves desencuentros parlamentarios que Álvarez-Cascos atribuye a una alianza contra natura del PSOE y el PP para impedirle gobernar. En el imaginario del presidente y sus seguidores, es esa supuesta entente lo que les llevó a rechazar los presupuestos, provocando la convocatoria anticipada de elecciones a siete meses de iniciarse la legislatura, un hecho insólito hasta ahora.
Como hitos singulares de esa presunta conjura, Foro señala el apoyo del PSOE al PP para elegir a Fernando Goñi presidente de la Junta General y la ley que limita las competencias del Gobierno sobre el sector público regional, aprobada por el PSOE, el PP e IU después de que el Ejecutivo redujese en 11,3 millones de euros la subvención a la RTPA, abocándola al cierre. Reducir a cero el coste de la radio y la televisión autonómicas, que Álvarez-Cascos considera «un gasto prescindible», ha sido una de las obsesiones del presidente y el asunto sobre el que más se ha debatido en el Parlamento.
Políticos y juristas consultados por esta revista coinciden en que el asunto de la RTPA tiene semejanzas con la guerra digital que desató Álvarez-Cascos en 1997 con un decreto que favorecía a la plataforma vía Digital, propiedad de Telefónica, frente a su competidora, Canal Satélite, participada por Prisa, la empresa editora del diario El País. Aquel decreto fue anulado tiempo después por el Tribunal Supremo, que en 2003, además, condenó al Estado a pagar a Canal Satélite 26 millones de euros por violar el derecho comunitario. Para pasmo de todo el mundo, las millonarias pérdidas de ambas plataformas llevarían años más tarde a la absorción de vía Digital por Sogecable.
Según los juristas, la mayor similitud de la guerra digital con el acoso a la RTPA está en «la vulneración con pleno conocimiento de la legalidad». «El Gobierno –señalan– no solo incumple la ley, sino que, cuando la oposición le obliga a rectificar mediante otra ley aprobada por la Junta General, utiliza una argucia como es el procedimiento de lesividad, que deja la decisión final en manos de los jueces, para seguir incumpliéndola hasta que se produzca el fallo».
«Se trata de una barbaridad jurídica –dicen–, y es muy probable que el juez que decida sobre este asunto acabe reconviniendo al Gobierno». Detrás de la artimaña ven la mano del viceconsejero de Sector Público, Luis de la Vallina, abogado del Estado desde 1996, el mismo que, al parecer, convenció a Álvarez-Cascos para convocar, en contra de la opinión del consejero de Cultura, la reunión de la Fundación Niemeyer de septiembre que acabó suspendiéndose por incomparecencia de la mayoría de los patronos. «Han puesto a todo el mundo en contra por las formas, pero tienen razón. Lo del Niemeyer es un dispendio intolerable, un auténtico latrocinio, pero lo han hecho muy mal», señala un consejero del anterior Gobierno socialista que prefiere omitir su nombre.
«No había otra salida», proclama un miembro del Ejecutivo sobre el adelanto de las elecciones. «Es obvio que el PSOE y el PP iban a seguir bloqueando todas nuestras decisiones de calado. Lo de los presupuestos solo fue la gota que colmó el vaso». Y piensa que este partido que los foristas bautizaron como «PPSOE» tiene una prioridad: ocultar la corrupción.
¿Prueba viciada?
Para la oposición el único responsable del adelanto de las elecciones es el propio Álvarez-Cascos. «Es la constatación de su fracaso», dice el portavoz del grupo parlamentario socialista, Fernando Lastra, quien piensa que éste es «uno de los momentos más penosos de la democracia». «Es un engreído, un gobernante autoritario y alocado. Sabiendo que con 16 diputados de 45 no se puede gobernar, es increíble que no haya querido negociar con nadie. Fracasa por pasividad. Parece que todo le da igual». Lo peor, apostilla, es que «hemos perdido el tiempo. Hay que pasar página cuanto antes».
«Cascos ha actuado irresponsablemente», expresa tajante el coordinador regional de Izquierda Unida, Jesús Iglesias. Desde su punto de vista, la vuelta a la política del que fue el número dos del PP «ha sido un experimento lamentable». «Si algo ha caracterizado este periodo –indica– han sido la lucha de la derecha por la marca y una confrontación institucional sin precedentes entre el Ejecutivo y el Legislativo. Propuestas para Asturias no hemos visto ninguna. La ausencia de ideas ha sido total». Para Iglesias, es incomprensible que alguien que llegó a acuerdos con el PNV cuando estuvo en el Gobierno central no haya podido pactar ahora con el PP. «Ni lo intentó», dice.
El presidente del Parlamento asturiano y secretario regional del PP, Fernando Goñi, es de la misma opinión. «El Partido Popular estaba abierto al diálogo, y lo dejamos patente ya el 22 de mayo», afirma. «Si no hubo un acuerdo entre el PP y Foro fue por una decisión personal y una operación política de Cascos. Puedo asegurar que había parlamentarios de Foro y miembros del Gobierno que aceptaban los planteamientos del PP para que el proyecto de presupuestos para 2012 se ajustara a la realidad, y ha sido el presidente del Principado el único responsable de que no se aprobaran».
Uno de los fundadores de Foro, el abogado Gonzalo Botas, que dejó la formación desencantado, asegura que Álvarez-Cascos actúa como un jugador de ajedrez. «Cascos no improvisa nunca. Lo tiene todo muy meditado». Incluso el adelanto electoral. Según Botas, la partida se ha desarrollado tal como la planeó, es decir, que fuese el PP el que se acercase a Foro y no al revés. Para lograrlo diseñó una estrategia encaminada a que el PP y el PSOE coincidiesen en las votaciones, utilizándolo como la prueba de una inexistente pinza, sostiene. «Es lo que llamamos en Derecho una prueba viciada: poner trampas al delincuente», explicaba en una entrevista con La Voz de Asturias. «El PP picó y se lo puso a tiro».
Lo cierto es que, desde que se produjo su traumática salida del partido que ayudó a refundar, entre Álvarez-Cascos y el PP no ha habido cauces de interlocución. «Cascos aprecia y respeta a muy pocas personas», aseguran un antiguo correligionario, «y entre ellas no están Ovidio Sánchez [el ya ex presidente del PP en Asturias] ni Fernando Goñi o la hasta ahora portavoz del grupo parlamentario, Isabel Pérez-Espinosa». Prueba de su desprecio por esta última es que en la presentación de las listas de Foro se refirió a ella como la candidata «improvisada». Incluso evitó nombrarla.
La decepción de los engatusados
Que tanto en el Gobierno como en Foro es Álvarez-Cascos quien toma todas las decisiones es una obviedad. «No se hace nada sin su aprobación», aseguran en su entorno. Y sus órdenes se cumplen a rajatabla, como demuestra, por ejemplo, el que ningún consejero se haya saltado la prohibición de hacer declaraciones a La Nueva España. «Conociendo su temperamento impulsivo, nadie osa contradecirle. No quiere gente leal sino fiel». El caso de Mercedes Fernández, Cherines, es significativo. Considerada una de sus fieles, dio sin embargo un paso atrás cuando el ex vicepresidente creó Foro. Él lo interpretó como una traición y la eliminó de su lista de amigos. Curiosamente, será con Cherines con quien se mida en las elecciones del 25 de marzo; y, como nueva presidenta regional del PP, también tendría que negociar con ella un hipotético acuerdo de Gobierno.
Lo que espera Álvarez-Cascos de estas elecciones es una incógnita. Lo saben él y, quizá, alguna persona de su círculo íntimo. El presidente es hermético sobre sus intenciones, hasta el extremo de que muy poca gente conocía el 30 de enero –«se cuentan con los dedos de la oreja», bromea un colaborador cercano– que esa misma tarde anunciaría la disolución de la Junta General. De hecho, días antes del anuncio se reunió con un escogido grupo de personas a las que no comentó la posibilidad del adelanto, aunque algunos de los que acudieron lo esperaban. Fernando Goñi, que se los cruzó cuando volvía a su despacho, comentaría al día siguiente que «tenían cara de alivio».
El adelanto ha sido una decepción para muchos de los que se subieron al carro de Foro, después de dejar el PP, animados por las promesas de cambios. «Como otros muchos, yo también caí en el señuelo. Me engatusó», lamenta un alto cargo del Gobierno. «Creí sinceramente que Cascos tenía un proyecto para Asturias, pero no era verdad; no ha hecho nada salvo enfadar a la gente. Funciona a impulsos y se obceca con nimiedades hasta la paranoia. Da la sensación de que todo le da igual, y que tampoco le importa abandonar en la cuneta a muchas personas que dejaron sus trabajos para echarle una mano en este proyecto».
Críticas políticas y desafecciones personales al margen, lo cierto es que las elecciones serán el revulsivo que no fueron las de mayo, al menos para el PSOE y el PP, que han hecho una profunda renovación de sus listas. ¿Una victoria de Álvarez-Cascos? «El yihadista que se inmola en una mezquita piensa que gana, pero pierde hasta la vida», ironiza Jesús Iglesias. Sobre el resultado, nadie se atreve a hacer un pronóstico más allá de augurar que no habrá mayorías absolutas. No obstante, hay quien sostiene que, como la banca en la ruleta, Álvarez-Cascos ganará incluso perdiendo: si el resultado es parecido, aunque consiga más diputados el PSOE, la pelota volverá al alero del PP; si el PP remonta y supera a Foro, Álvarez-Cascos será con sus ex compañeros todo lo generoso que no han sido con él. «Y no te olvides de algo importante: iría a casa tan contento», remata uno de sus colaboradores.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº19, MARZO DE 2012

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