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Atlántica XXII

Albert Camus, el primer indignado

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Albert Camus, el primer indignado

Albert Camus en 1957, año en que recibió el Premio Nobel de Literatura.

Albert Camus en 1957, año en que recibió el Premio Nobel de Literatura.

Se cumplen cien años del nacimiento del escritor francés Albert Camus, Premio Nobel de Literatura en 1957. De extracción humilde y pacifismo militante, su obra, compuesta por novelas, teatro, ensayos y artículos periodísticos, de un estilo severo que causa admiración, se mantuvo siempre en estricto equilibrio moral, incluso en tiempos especialmente convulsos, lo que le valió en vida no pocos malentendidos. Por Luis Feás Costilla / Periodista.

Si se repasa su biografía -hay dos excelentes y canónicas, las de Herbert R. Lottman y Olivier Todd-, lo que más llama la atención es que Albert Camus planificó toda su obra desde un primer momento. Nacido en la ciudad argelina de Mondovi el 7 de noviembre de 1913 y trasladado al año siguiente a un suburbio de la capital, Argel, tras la muerte de su padre en la I Guerra Mundial, ya a los veinticinco años había desarrollado la estrategia que utilizaría siempre, como en un todo coherente. Sobre un tema dado, escribiría simultáneamente tres textos de tres géneros diferentes, una novela, una obra de teatro y un ensayo, que debían ser publicados, en la medida de lo posible, al mismo tiempo. En 1938 el primer tema sería el absurdo, que daría lugar a la novela El extranjero, el drama Calígula y el ensayo El mito de Sísifo.

Sísifo dichoso

Entre 1941 y 1942 en Orán, antes de que se publicara la primera serie, que le proporcionaría éxito inmediato, desarrolló una segunda, formada por la novela La peste, la obra de teatro El malentendido y un ensayo sobre la rebeldía que no se publicaría hasta una década más tarde. En el verano de 1947, amplió aún más esta relación de series, que consistiría en una primera dedicada al absurdo (El extranjero, Calígula, El malentendido y El mito de Sísifo), una segunda dedicada a la rebelión (La peste y apéndices, El hombre rebelde y el drama Kaliayev, que luego titularía Los justos, comenzado entonces), una tercera dedicada a “L’amour déchiré” (Le bûcher, De l’amour y Le séduisant) y una última denominada “Création corrigée ou Le système”, sobre los campos de concentración y compuesta por una “gran novela + gran meditación + obra no representable”. Más tarde, al revisar su diario para publicarlo, Camus insertaría una nueva serie entre la segunda y la tercera, integrada por Le jugement (posiblemente La caída) y El primer hombre, dando la sensación de haberla previsto ya entonces, cuando no era cierto. En cualquier caso, hay que resaltar que casi todas las obras de Camus estaban ya previstas en 1947, cuando aún no tenía treinta y cuatro años. Solo las dos últimas series no pudieron llevarse a cabo, debido a su muerte prematura en enero de 1960, en un estúpido accidente de coche. La tuberculosis que le persiguió desde niño no consiguió acabar con él.

Albert Camus en 1930, cuando era portero de un equipo de fútbol en Argel (en el centro con gorra).

Albert Camus en 1930, cuando era portero de un equipo de fútbol en Argel (en el centro con gorra).

Todavía en 1950 haría una última división de su obra en tres bloques, bautizados con nombres griegos: I. El mito de Sísifo (absurdo), II. El mito de Prometeo (rebeldía) y III. El mito de Némesis, la diosa de la mesura, origen de un ensayo no empezado que trataría sobre el cristianismo y el helenismo, su tema de diplomatura, en el que desde su ateísmo se manifestaría más próximo al pensar mediterráneo pero también más cercano al catolicismo que al protestantismo. Sus esfuerzos por “edificar un lenguaje y dar vida a los mitos” le llevarían a tratar en primer lugar el tema del absurdo, encarnado en Sísifo, condenado por los dioses a cargar eternamente una pesada roca hasta la cima de una montaña sin culminar nunca su tarea, en un continuo recomenzar. Las conclusiones que extrae huyen del nihilismo y son esperanzadoras: que la vida no tenga sentido no quiere decir que no merezca la pena de ser vivida con dignidad y orgullo. Comienza diciendo que no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, el suicidio, y acaba imaginándose “a Sísifo dichoso”. El suicidio daría enseguida paso a la reflexión sobre el asesinato, individual y de Estado, para determinar que “asesinato y rebelión son contradictorios”. En su literatura establece que debemos atrevernos a decir “no” para no ser “ni víctimas ni verdugos”, conforme al título de una de sus series de artículos más conocida, publicada en 1946 en el parisino Combat, el periódico de la liberación contra el nazismo, del que se convirtió en el más prestigioso editorialista y colaborador.

Causas perdidas

Como señala Lottman, Camus descubriría que, casi siempre, sus aliados naturales eran hombres y mujeres de la izquierda libertaria, anarquistas, sindicalistas revolucionarios y objetores de conciencia. De hecho, la mayor parte de sus intervenciones públicas en la capital francesa fueron para librarles de las consecuencias de su toma de postura. A ellos, cuya rebeldía estaba inspirada en aspiraciones individuales, no en la doctrina marxista, y que renegaban de los campos de concentración nazis tanto como de las ejecuciones estalinistas, está dedicado su involuntariamente polémico ensayo El hombre rebelde, publicado finalmente en 1951. Camus se muestra en este libro partidario del “pensamiento de mediodía”, de la “filosofía de los límites”, pues “la rebelión no aspira sino a lo relativo”, ya que toda pretensión de absoluto es totalitaria. Su declarado anti-estalinismo contó con la inmediata adhesión de conservadores y anticomunistas de toda laya, algo que él mismo se encargó de atajar. Sin embargo, no pudo evitar la sonada ruptura, inesperada para Camus, con su amigo el filósofo marxista Jean-Paul Sartre, entonces aún más célebre que él, padre del existencialismo, quien desde su revista Les Temps Modernes le acusó de no tener en cuenta la lucha de clases, criticó la “pomposidad que le caracteriza” y puso en duda su competencia filosófica. Esta ruptura subrayó la soledad de Camus como pensador, que se acentuó con su  posición equidistante en el cada vez más enconado conflicto colonial de Argelia, donde todavía vivía su madre, analfabeta.

Albert Camus en el estudio de Picasso junto a amigos como Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, con los que luego rompería.

Albert Camus en el estudio de Picasso junto a amigos como Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, con los que luego rompería.

Defensor de causas perdidas, Camus hizo suya la de los republicanos españoles en el exilio, a los que apoyó en cuantos actos y movilizaciones realizaron en aquellos años. Incluso llegó a rechazar públicamente, con toda su estatura moral, la admisión del Gobierno franquista en la UNESCO. El interés del escritor francés por España estaba relacionado con la ascendencia menorquina de su madre, a la que veneraba, hasta el punto de que él mismo se reconocía como en parte español. El propio apellido Camus también podría tener origen español, aunque su padre procedía de una familia de emigrantes alsacianos. Sus reflexiones al respecto comenzaron en Argel hacia 1936, cuando ingresó clandestinamente en el Partido Comunista y formó el grupo Théâtre du Travail junto a algunos compañeros. Su primera obra original fue Révolte dans les Asturies, sobre la Revolución de 1934, localizada en Oviedo y escrita colectivamente por cuatro personas, basándose en un número especial sobre los sucesos publicado por el diario Le Monde. De los cuatro actos, Camus escribió una buena parte, especialmente las escenas I y II del acto I y I, II y III del acto II, así como las indicaciones de puesta en escena. La obra no se pudo representar por prohibición del Ayuntamiento de Argel y decidieron publicarla, con una breve introducción de Camus en la que hablaba por primera vez de “el absurdo”. Unos meses después, era expulsado del partido por desoír las consignas que le impedían relacionarse con los nacionalistas argelinos. Los obstáculos que Camus siempre opuso a todo tipo de autoritarismo fueron por tanto personalmente vividos primero.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 29, NOVIEMBRE DE 2013

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