
Publicado en el número 59 de ATLÁNTICA XXII (noviembre de 2018).
Maxi Rodríguez | Actor
(ÉL, vestido como un pincelín -corbata a cuadros, traje y maletín- en el aeropuerto de Santiago del Monte; ELLA, al otro lado del teléfono, en una oficina de Gran Vía.)
ELLA.-¿Diga?
ÉL.-Hola, soy Fueyo, el de la empresa asturiana.
ELLA.-Ah, sí. Dígame. Le estamos esperando.
ÉL.-Igual me retraso un poco, ¿sabe?
ELLA.-Vaya. ¿Algún problema con el vuelo?
ÉL.-Es que estoy dudando si ir vía Lisboa…
ELLA.-¿Perdón?
ÉL.-…O pillar un chárter a Canarias para ahorrar pasta.
ELLA.-¿Cómo dice?
Pausa. ÉL pasea nervioso meneando el celular.
ÉL.-¿Manolo estará por ahí, ho?
ELLA.-No, lo siento. El señor López aún no se encuentra.
ÉL.-Pues cuando llegue, dígale que por los 558 euros que me cobran los de Iberia por ir y volver de Asturias a Madrid…
ELLA.-¿Sí?
ÉL.-¡Le invito a él una semana a Tenerife para cerrar tranquilamente el tema!
ELLA.-¿Tenerife?
ÉL.-Alojamiento y desayuno. Y con lo que sobre, ¡nos vamos de putas!
ELLA.-¡Oiga!
ÉL.-¡Chisst, usted coménteselo! (Sotto voce.) En confianza, ya me entiende. Que no se preocupe, que yo ahorro dinero, en serio.
ELLA.-Pero…
ÉL-O si no, dígale que le pase a usted el tema, señorita.
ELLA.-¿A mí?
ÉL.-Sí. (Insinuante.) ¿Conoce usted la Capadocia?
ELLA.-¿Perdón?
ÉL.–(A saco.) ¡La invito a un circuito turístico por Turquía! ¿Cómo lo ve?
ELLA.-¿A mí? ¿Usted?
ÉL.-¡Ojo, y gano dinero, eh!
(Pausa. ELLA abre los ojos como platos; ÉL deja caer el maletín en el suelo.)
ELLA.-Oiga, ¿se está usted quedando conmigo?
ÉL.-¿Yo? No, señorita, por favor. Solo trato de llegar a tiempo a la reunión.
ELLA.-Disculpe, pero no entiendo…
ÉL.-¡Ni yo, hija, ni yo! (Suspira.) Aquí es más probable que nos devore la avispa asiática o los plumeros de la pampa a que haya vuelos regulares a Madrid con precios razonables.
ELLA.-¡Qué cosas! ¿No?
ÉL.-Tenemos los vuelos a Madrid más caros de toda España. Se me va de las manos, guapa.
ELLA.-Vaya. ¿Y por carretera?
ÉL.-Dos peajes, cielo, echa cuentas. Y no veas cómo nos vacilan con el del Huerna. (Intrigante.) De los buses ni te cuento. (Relata, mirando al techo) Mi coche averiado y, si no fuera porque tengo que desplazarme con todo el material, ahora mismo me haría un blablacar.
ELLA.-Pero… ¿Usted vendrá o no?
ÉL.–(Mesándose los cabellos.) Estoy en ello, corazón.
ELLA.-¿Prefiere venir en un tren rápido?
(ÉL se troncha, ELLA se desconcierta.)
ÉL.-¡Jajaja, me parto! ¡Es que me parto!
ELLA.-¿Por?
ÉL.-Perdón. No es usted, es el oxímoron.
ELLA.-¿Có…cómo?
ÉL.-Aquí lo de “tren rápido” como que no.
ELLA.-Pero, vamos a ver, ¿tampoco tienen tren?
ÉL.-Sí, cielo. Te cuento. (Resopla.) Casi seis horas para llegar a Gijón en un convoy sospechoso en el que se tarda menos de Madrid a León que de León a Gijón. Pero, además, te traen culo atrás ¡jajajaja!
ELLA.-¿Está usted de coña?
ÉL.-¡Que no, mujer! Bueno, y si viera cómo está aquí el transporte de cercanías… (Vuelve a resoplar) FEVE, mismamente, 7 descarrilamientos en 10 meses. ¡Esto ye la puta su madre!
ELLA.-¡Oiga! (Escandalizada.) ¿Có…cómo dice?
(ÉL rompe a sudar, da una patada al maletín y se deja caer abatido frente a un mostrador de Iberia.)
ÉL.-Perdone, señorita. (Compungido.) Dígale a Manolo que le ha llamado Fueyo. Sí, el capullo que arrastra el maletín en esta tierra de obras fallidas y soterramientos, el viajante perdido en el túnel del tiempo…
ELLA.-Oiga… (Enojada.) ¿Usted ha bebido?
ÉL.-¡Que no, coño, se lo juro por mi FADE!
ELLA.-¿Por quién?
ÉL.-No se preocupe, yo me entiendo. (Se quita la corbata y la lanza a un cenicero.) Dígale a Manolo que si Whilly Loman hubiera sido asturiano no llegaba ni al final del primer acto.
ELLA.-¿Quién? (Intranquila.) Debería usted dejar de beber.
ÉL.-Dígale que aquí la Alta Velocidad es algo tan frustrante y tan lejano como “El sueño americano”. (Gimotea.) Las aerolíneas nos abandonan, nuestros políticos se descojonan y nosotros deambulamos resignados como héroes trágicos.
ELLA.–(Conmovida.) Deje de beber, en serio, no le hace ningún bien.
ÉL.-Dígale usted que a Fueyo se le hincharon los güevos.
ELLA.-(A punto del llanto.) Ay, qué lástima de hombre.
ÉL.-¡Chiissst! ¡Que no es por no pagar! (Grandón.) ¡Es que vivimos aislados pero sin los descuentos del ciudadano insular!
ELLA.-Ande, vaya a dormirla, de verdad.
ÉL.-Dígale que he dado mi vida por “Paraíso del cachopo S.L” y que le llevaba una oferta con queso casín y compota de manzana que se iba a cagar.
ELLA.-(Entre lágrimas.) Qué lástima de hombre, de verdad.
ÉL.-¿Pero conoces la Capadocia o no? (Pausa.) ¡Oye, ho! ¡Oiga! ¿Oiga? (Dolido.) Hostia, colgó.
(Años después, el viajante se murió. A su entierro apenas pudo acudir gente de afuera. El aeropuerto de Asturias desvió muchos vuelos por culpa de la niebla; y debido a una intensa nevada, se interrumpió el tráfico ferroviario y por carretera, al permanecer cerrado el túnel del Huerna, que une Asturias con la meseta. TELÓN.)
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