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Atlántica XXII

El espejo ultra de Salvini

Afondando

El espejo ultra de Salvini

Esta artículo pertenece al número 60 de ATLÁNTICA XXII.

El país que fue referente de la izquierda europea occidental cumple seis meses gobernado por una coalición nacional-populista. Medio año de fomento del odio con ataques a los inmigrantes, las minorías y las libertades

Steven Forti | Historiador

@StevenForti

 

También España tiene ahora su extrema derecha. Con el ingreso de Vox en el Parlamento de Andalucía cambia radicalmente el panorama político. Y no será un susto pasajero: el partido de Santiago Abascal ha venido para quedarse. Nos daremos cuenta de ello en las elecciones de finales de mayo cuando es altamente probable que Vox obtenga representación en todos los niveles: municipal, autonómico y europeo. Y lo mismo pasará a nivel estatal una vez que se celebren las generales. Dentro de nada tendremos en el Congreso a un partido que muchos daban por muerto tras los fracasos electorales de los últimos años. Y, no lo descarten, si el pacto entre las tres derechas tira adelante, en algún ministerio.

¿Excesivo pesimismo? ¿Nada más que una pesadilla? Me temo que no. Basta con ver lo que está pasando allende los Pirineos donde la ola negra está arrasando y ha llegado también en los gobiernos de algunos países. Trump, Orbán, Bolsonaro, Salvini, Strache… sin contar con los avances electorales de formaciones de extrema derecha en Francia, Bélgica, Holanda, Suecia, Dinamarca, Noruega y un largo etcétera.

El caso italiano es sintomático. Un país que fue el referente de la izquierda de la Europa occidental acaba gobernado por una coalición nacional-populista. Sin embargo, no nos olvidemos que Italia siempre ha sido un laboratorio y que ha adelantado algunas tendencias: en los años Veinte con el fascismo de Mussolini o en los años Noventa con el telepopulismo de Berlusconi. Ahora que han pasado más de seis meses de la formación del nuevo ejecutivo es útil poner algo de perspectiva y ver qué se ha hecho y cómo ha cambiado en el país.

CIERRE DE FRONTERAS, SEGURIDAD Y VALORES TRADICIONALES

Si es cierto que el presidente es formalmente Giuseppe Conte, un jurista sin carisma y experiencia política, los hombres fuertes del ejecutivo son los dos vicepresidentes: el secretario de la Liga y ministro del Interior, Matteo Salvini, y el líder del Movimiento 5 Estrellas (M5E) y ministro de Desarrollo Económico, Trabajo y Políticas Sociales, Luigi Di Maio. La Liga y el M5E tienen a sus espaldas una historia distinta, un electorado diferente y en sus programas se encuentran propuestas que discrepan mucho. La coalición se tiene en pie gracias a un “contrato de gobierno” en que dicen haber llegado a una serie de compromisos para hacer realidad el que llaman el “gobierno del cambio”.

Como suele pasar, las cosas son más complejas. Las promesas electorales de ambos son claramente irrealizables y los programas irreconciliables. Así, desde el primer día, más allá de la entente cordiale que intentan mostrar delante de las cámaras, entre las dos formaciones se ha librado una batalla manifiesta para la conquista de la hegemonía en un contexto de transformación del sistema político. Y el que la está ganando es sin lugar a dudas Salvini, convertido en el verdadero líder del ejecutivo: la Liga obtuvo el 17% en las elecciones de marzo y ahora todos los sondeos le otorgan alrededor del 36%, mientras que el M5E bajaría del 32 al 28%.

El consenso de que dispone el ejecutivo es aún enorme, aunque los resultados sean prácticamente nulos. Si se intenta mirar en su totalidad a la actividad del gobierno, nos damos cuenta de que la mayoría de las medidas aplicadas miran a la derecha o, directamente, a la extrema derecha. Excluido el tan cacareado Decreto Dignidad, que aporta aunque sólo limitadamente algunas mejoras en el mundo del trabajo, lo demás es lo que hizo o pudo haber hecho el último gobierno Berlusconi en su vertiente más derechista, lo que está haciendo Trump y lo que hará próximamente Bolsonaro.

En primer lugar, destaca el tema de la seguridad y de la lucha contra las minorías –inmigrantes, gitanos, colectivos LGTBIQ, etc.– acompañado de la defensa de los valores tradicionales. Así, tras haber atacado duramente a las ONG y cerrado los puertos al estilo de Orbán, el gobierno ha aprobado el llamado Decreto Seguridad que muchos juristas consideran anticonstitucional. Como para otras medidas que han levantado un alud de críticas, se han silenciado las oposiciones rechazando cualquier debate parlamentario y propuesta de enmienda.

El decreto prevee el cierre del sistema de acogida a los migrantes gestionada por los ayuntamientos que había sido un éxito como demuestra el caso del pueblo de Riace en Calabria, la abolición del permiso humanitario, el aumento de los tiempos de detención en los CIE, la limitación para la obtención de la ciudadanía italiana, la expulsión de extranjeros condenados por determinados delitos y la pérdida de la ciudadanía italiana para los condenados por terrorismo. Además, permite a la policía la utilización de las pistolas eléctricas (taser) y amplía lo que se considera la legítima defensa, disparando la venta de armas: no es casualidad que la Asociación Nacional del Rifle (NRA) estadounidense apoye en las redes y, muy probablemente, financie también a la Liga, como algunas investigaciones periodísticas han puesto de relieve.

Por otro lado, se han quitado ayudas a los hijos nacidos en países extracomunitarios y los fondos para los hijos de las víctimas de feminicidios. Al mismo tiempo, se está desarrollando una campaña en contra del aborto y los derechos de los colectivos LGTBIQ, junto a una retórica en defensa de la familia tradicional y los valores católicos. Todavía no se han aprobado leyes en este sentido, pero se trabaja en ellas sobre todo desde el ministerio de la Familia y la Discapacidad en manos de un integrista radical, el liguista Lorenzo Fontana.

BURDA PROPAGANDA

En segundo lugar, se defiende la bajada de los impuestos según el modelo de la flat tax (impuesto plano al 15%) que favorece a los más ricos e impide la redistribución de la riqueza. Su realización dependerá de cómo quedará el que se ha bautizado propagandísticamente “presupuesto del pueblo”, rechazado por las instituciones europeas. Lo mismo dígase de las otras dos medidas estrella contenidas en los presupuestos: la reforma de las pensiones y la ampliación del subsidio de desempleo que los grillini llaman equivocadamente renta de ciudadanía. El conflicto con Bruselas ha supuesto en poco meses la pérdida de más de 1.500 millones de euros por el pago de intereses a causa del aumento de la prima de riesgo italiana que se repercute en la enorme deuda pública del país, equivalente al 132% del PIB.

En realidad, en el presupuesto hay mucho ruido y pocas nueces. Se alardea de estas supuestas grandes medidas de cara a la galería y pensando en las Europeas de mayo. El gobierno está en una campaña electoral permanente y todo es retórica y burda propaganda. Al estilo de Trump, se ha decidido fomentar la rabia de parte de la ciudadanía canalizándola hacia supuestos enemigos: los migrantes, los gitanos y, ça va sans dire, la Unión Europea, responsable, según Salvini de todos los males.

Las continuas declaraciones del líder liguista –y también de los 5 Estrellas– han favorecido que una ola de xenofobia y racismo se haya adueñado del país: cada día se tiene noticia de ataques contra migrantes y extranjeros en toda la península.

En esto las redes sociales han jugado un papel clave: aconsejado por un equipo coordinado por Luca Morisi que utiliza de una forma posiblemente ilegal los datos de los usuarios, Salvini utiliza compulsivamente Facebook y Twitter llegando a millones de italianos. A la propaganda sobre su acción de gobierno mezcla los ataques a personas que le critican, el victimismo (cuando se le ataca) y unos post o tuits sobre su vida cotidiana para mostrarse “uno del pueblo”. No se olvide que estamos hablando del ministro del Interior que, difundiendo los nombres de algunos ciudadanos, está poniendo en riesgo su vida. Llegó a hacerlo también con tres chicas menores de edad que participaban en una huelga estudiantil: en su perfil oficial de Facebook aparecieron millares de comentarios machistas y racistas que nadie borró. ¿Os imagináis a Fernando Marlaska haciendo algo similar? Se le pediría la dimisión al cabo de un minuto. Salvini se ríe y se vanagloria de todo esto, siguiendo el eslogan mussoliniano “muchos enemigos, muchos honor”.

AMENAZAS A LA PRENSA

A todo esto, cabe añadir una serie de declaraciones, que aún no se han convertido en leyes o medidas concretas, que ponen en duda el cambio climático o la obligatoriedad de las vacunas. Además, los ataques a la prensa libre son constantes: los líderes del M5E han tachado a los periodistas de “putas” y “chacales” y han amenazado amordazar a la prensa al estilo de la Hungría de Orbán. Al mismo tiempo, están copando con hombres de confianza y de dudosa profesionalidad a los organismos públicos: como presidente de la RAI, la radiotelevisión pública, han puesto a Marcello Foa, cercano a Steve Bannon y al nacional-bolchevique ruso Alexander Dugin. Y podríamos seguir.

Los daños que está haciendo el dúo Salvini-Di Maio son enormes. A nivel de políticas prácticas, de momento, no han podido cambiar aún al país, pero las consecuencias las vemos en cómo está cambiando la sociedad. El odio hacia el diferente se respira por doquier, basta con pasearse por las calles o pisar los bares. El resurgimiento del nacionalismo es un hecho, así como la voluntad de arrasar con cualquier consenso que se había creado en el pasado y que se había conseguido salvaguardar también durante las dos décadas de Berlusconi. Para reconstruir esto, unos valores democráticos y abiertos al fin y al cabo, se tardarán años, quizás generaciones.

No creo que esto es fascismo, pero se le parece mucho. Y sobre todo actúa de una forma muy parecida a cómo los fascismos se adueñaron de los países europeos en la época de entreguerras. Tengámoslo en cuenta porque tampoco España es inmune al clima de nuestro tiempo. La ola negra ha superado los Pirineos. Y lo que pasa en el resto del Viejo Continente ahora puede pasar también aquí. El resultado de Vox en Andalucía es un primer aviso.

 

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