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AZSA y el mercurio: denuncias o trabajas

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AZSA y el mercurio: denuncias o trabajas

Los contaminados en Asturiana de Zinc, protestando ante la sede del Sespa en Oviedo. Foto / Mario Rojas.

Los contaminados en Asturiana de Zinc, protestando ante la sede del Sespa en Oviedo. Foto / Mario Rojas.

Un grupo de trabajadores contaminados por mercurio en la factoría de Asturiana de Zinc (AZSA) en Castrillón se acaba de reincorporar al trabajo 16 meses después del accidente, al llegar a un acuerdo con la empresa. El acuerdo consistió en la retirada de las denuncias judiciales presentadas por los trabajadores a cambio de mantener el puesto de trabajo.

Los afectados por la contaminación del temido metal pesado pertenecen a la empresa auxiliar IMSA. En principio se reincorporaron a sus labores 10 trabajadores, pero se espera que en breve lo hagan más.

En su número 30, aparecido el pasado mes de enero, la periodista Patricia del Gallo elaboró un reportaje para ATLÁNTICA XXII sobre la contaminación por mercurio, detallando casos en varias zonas de España. Reproducimos a continuación ese reportaje.

OCULTISMO Y ESCAPISMO EN SANIDAD PESE A LOS MUCHOS CASOS DE CONTAMINACIÓN

Mercurio en las entrañas

La intoxicación por mercurio hace un año en Asturiana de Zinc y las secuelas en los trabajadores afectados sacaron a la luz un problema minimizado y silenciado desde las Administraciones: el de las graves consecuencias que producen en nuestro cuerpo sustancias como el mercurio, usado hoy en día en multitud de productos y procesos industriales. Las autoridades sanitarias no quieren ni oír hablar del este metal y se niegan sistemáticamente a reconocer sus efectos en las personas. Y a éstas solo les quedan los tribunales donde se acumulan cientos de denuncias. Desde quienes trabajaban en centrales eléctricas o cementeras a los que consumieron grandes dosis de pez espada. Incluso quienes llevan el veneno incrustado en sus dientes.

Patricia del Gallo / Periodista.

Cuando Lewis Carrol escribió Alicia en el país de las maravillas, el único personaje que no salió de su mente fue el del sombrero loco. Los veía todos los días por las calles de Londres. A finales del siglo XIX los fabricantes de sombreros de Gran Bretaña utilizaban los vapores de mercurio como antiséptico para evitar que las valiosas pieles que empleaban se estropeasen por hongos a causa de la humedad. Con el tiempo todos resultaban intoxicados por mercurio, que era absorbido por la piel y los pulmones, lo que entre otros efectos les provocaba irritabilidad, hiperactividad o pérdida de memoria, incluso a algunos les desquiciaba.

Amalgamas dentales y vacunas

Es lo que dos siglos después le ocurriría a Servando Pérez. Profesor de Ciencias de la Educación de la Universidad de Santiago, empezó a notar cómo en sus clases “perdía el hilo, no me acordaba de lo que acababa de explicar, a veces ni de la pregunta que me había hecho un alumno”. Fue uno de los numerosos efectos que provocaron en él las amalgamas dentales que le habían implantado en 1998. Después de años de médicos y análisis consiguió en 2007 convertirse en uno de los primeros españoles a los que la sanidad pública les reconoció hidrargirismo (intoxicación crónica por mercurio), lo que le ha supuesto una incapacidad permanente total. Gracias a los tribunales, que le dieron la razón, pasó de ser un profesor brillante y un gran deportista, a un hombre al que le tiemblan las manos, le cuesta hablar, sufre diariamente mareos y jaquecas y todo por algo que hubiera sido fácilmente evitable. Entonces, como ahora, no entendía cómo el mercurio, considera por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como uno de los diez grupos de productos químicos con mayores repercusiones en la salud pública, se sigue usando no solo en las amalgamas dentales, como las que él le colocaron, sino en procesos químicos en distintas fábricas españolas, de reciclaje, en plantas incineradoras o crematorios e incluso en pilas, interruptores, bombillas de bajo consumo, blanqueadores de la piel y hasta en vacunas.

Servando Pérez en Avilés. Foto / Mara Villamuza.

Servando Pérez en Avilés. Foto / Mara Villamuza.

Numerosas madres con hijos pequeños hoy autistas que nacieron sanos denuncian que esa enfermedad apareció en ellos tras administrarles vacunas que usaban como conservante tiomersal, que contiene etil-mercurio. Una denuncia apoyada por algunos médicos y científicos que piensan, efectivamente, que el mercurio puede causar alteraciones neurológicas severas a edades tempranas. La OMS en cambio señala en este caso que “no hay razón para modificar por motivos de seguridad las actuales prácticas de vacunación con vacunas que contienen tiomersal, ya que los supuestos riesgos que pueda entrañar su uso no se han demostrado”.

Según el estudio más ambicioso hecho en España, en 2011, que analizaba la sangre del cordón umbilical de 2.000 mujeres de Valencia, Sabadell, Guipúzcoa y Asturias, más de la mitad de los niños de esas poblaciones nacía con niveles de mercurio en sangre por encima de lo admisible. En el Principado el porcentaje subía al 75%. El estudio, coordinado por el Consorcio de Investigación Biomédica de Epidemiología y Salud Pública, aseguró que las concentraciones detectadas en los niños duplicaban a las de las personas que vivían alrededor de la zona cero tras el 11-M.

A pesar de ello, desde la Administración se siguió llamando a la calma ya que “no se ha observado, de momento, que los niveles de mercurio se asocien a efectos graves de inmediato en los niños”, señaló ya entonces. El estudio concluyó con una recomendación a las embarazadas: que redujeran el consumo de pez espada o emperador, especies con mayor contenido de mercurio. “Para la población adulta, ningún problema”.

Pero lo cierto es que en los últimos años han proliferado los colectivos y asociaciones como la que creó Servando, Mercuriados, que claman porque la Administración reconozca a las personas intoxicadas por mercurio y que Sanidad les costee los tratamientos. Y por supuesto que se deje de usar.

Represalias a médicos

Muchos intereses económicos dicen los afectados están detrás del uso de mercurio en distintos ámbitos y a eso achacan la actitud de las Administraciones. Ponen un ejemplo. Varios de los médicos que han reconocido la intoxicación por mercurio como causa de una enfermedad han sido despedidos o relegados de sus cargos en distintos hospitales del país. Uno de ellos en Asturias. Salvador Hernández Batuecas se convirtió hasta 2010 en la esperanza y el alivio de muchos vecinos del barrio ovetense de El Cristo. A su consulta llegaban muchos enfermos crónicos. Después de años de estudiar sus casos, llegó a la conclusión de que la mayor parte de las afecciones de sus pacientes -fibromialgia, fatiga crónica, sensibilidad química múltiple…- eran ocasionadas por factores ambientales. Fue más allá y localizó una calle en la que se concentraban la mayoría de los casos. En su prolongación había una planta de captación y tratamiento de aguas. Tras comentar el caso con Sanidad, Batuecas fue cesado de un día para otro según sus pacientes, que iniciaron una recogida de firmas. Actualmente hace sustituciones en distintos Centros de Salud del Principado.

El incidente en Asturiana de Zinc hizo más visible el problema de la contaminación por mercurio, que suele pasar desapercibido. Foto / Mara Villamuza.

El incidente en Asturiana de Zinc hizo más visible el problema de la contaminación por mercurio, que suele pasar desapercibido. Foto / Mara Villamuza.

En el Hospital Clínic de Barcelona un grupo de médicos que reconocían la relación entre las dolencias de sus pacientes y la presencia de amalgamas fueron destituidos de sus funciones. Otros como Joaquim Fernández Solà, un referente en el ámbito de la sensibilidad química múltiple y coordinador de la Unidad Multidisciplinar de Fatiga Crónica del Hospital Clínic de Barcelona, atendió a muchos pacientes hasta 2008. Entonces se cerró la Unidad. “La única razón que se nos dio desde la dirección médica de nuestro centro es que no podíamos seguir atendiendo a pacientes que padecían alguna hipersensibilidad química o ambiental porque no teníamos un programa específico para ello. La indicación parece ser que procedía de la Generalitat de Catalunya y nos debimos atener a ella porque somos un hospital público”, dice Solà.

Por ello a los enfermos, a día de hoy, solo les quedan los tribunales. Entre las demandas que llevan en el bufete madrileño de Francisco Almodóvar se encuentra la de varios trabajadores de una clínica dental de Valencia afectados por mercurio después de colocar y retirar durante años amalgamas dentales sin un protocolo adecuado. “Los informes de los expertos son demoledores y apuntan a una relación causa-efecto directa”, explica el letrado. “El problema es que éstos provienen siempre de toxicólogos independientes porque los públicos no quieren hacerlos y los jueces no tienen en cuenta los que aportamos como parte interesada”. También llevan el caso de un hombre afectado por mercurio tras comer durante años dos latas de atún al día. En ese proceso, dice, será muy difícil demostrar la conexión entre las secuelas y el consumo. Lo mismo les ha ocurrido a tres pescadores andaluces que han llevado su caso a los tribunales. Durante años se alimentaron en grandes cantidades de pez espada, considerado uno de los que más mercurio tiene.

Demostrar que los innumerables síntomas que uno padece son fruto del mercurio es tan difícil que la mayoría de los enfermos opta por pedir que se les reconozca una incapacidad por fibromialgia o fatiga crónica, dos de los efectos más comunes, pero nunca vinculándolos con el mercurio. El problema, según este abogado, es que “así nunca se multa o se penaliza a la empresa donde trabajaba el enfermo o, en el caso de las amalgamas, a quien se las colocó”. Pero hay alguna batalla ganada. En 2003 el Tribunal Superior de Granada le reconocía a un trabajador de Jaén que había prestado durante años sus servicios en varias empresas de generación de energía una incapacidad permanente absoluta por enfermedad profesional. La sentencia dice textualmente: “El paciente presenta hidrargirismo o intoxicación por mercurio”. Pero en este, como en muchos otros casos, las empresas salen al paso sin ningún tipo de condena o sanción económica.

Una ruleta rusa

La Administración tiene miedo, asegura Almodóvar, “de que le lluevan las solicitudes de incapacidades. Por ello todo son pegas”. Tanto los diagnósticos como los tratamientos no entran dentro del catálogo de prestaciones de la Seguridad Social. Es la pescadilla que se muerde la cola y en la que muchos enfermos están como pelotas de ping-pong, pasando de un especialista a otro, sin que, en la mayoría de los casos, les sepan decir qué les pasa, e incluso les tomen por locos. Algunos han tenido que pasar por psiquiatría, para demostrar que no tenían ningún problema mental.

En 2008 varias asociaciones, además de Mercuriados, iniciaron una demanda contra el Ministerio de Sanidad y Consumo por haber usado etil-mercurio en sus programas de vacunación así como a los laboratorios responsables de su fabricación y también como responsable de la utilización permisiva de amalgamas dentales. A finales de 2012 la Audiencia Nacional dictó sentencia a favor del Ministerio. Pero no ocurre así en el resto del mundo. En Alemania 1.500 afectados se unieron en una macrodemanda contra la casa productora de las amalgamas, que desde entonces, y para evitar las consecuencias, decidió retirarlas del mercado. Estados como California o Colorado obligan a los dentistas a advertir a los pacientes de sus potenciales peligros. En Suecia, Japón o Canadá están prohibidas. En España, “¿para qué, si no está probado que las amalgamas son tóxicas? Resulta más dañino para el organismo comer determinados pescados que contienen mercurio”. Lo dice el vicepresidente del Consejo General de Colegios de Odontólogos, el doctor Juan Antonio López, que va más allá y achaca a “intereses comerciales” (incluso habla de una moda) el aluvión de críticas. La OMS estima en un 1% la posibilidad de sufrir reacciones adversas a los “empastes plateados”. Y es que la intoxicación depende del propio organismo, de cómo tolere el mercurio, de las defensas… “Es entonces como tener una ruleta rusa en la boca”, dice Servando.

El pasado mes de octubre representantes de 140 países firmaron el primer acuerdo internacional para controlar la contaminación por mercurio al considerarlo uno de los problemas ambientales y de salud pública más importantes del planeta. El objetivo, limitar la fabricación, exportación e importación de productos que contengan niveles peligrosos de mercurio a partir del año 2020. El convenio entrará en vigor cuando al menos 50 de los países firmantes haya presentado su ratificación. Por ahora, solo lo ha hecho EEUU.

Las protestas no han podido impedir que algunos de los trabajadores vuelvan a sus puestos, a pesar del peligro evidente. Foto / Mara Villamuza.

Las movilizaciones no han podido impedir que algunos de los trabajadores de AZSA vuelvan a sus puestos, a pesar del riesgo evidente. Foto / Mara Villamuza.

AZSA, el último accidente

El último y más grave accidente laboral con mercurio que se recuerda en Europa ocurrió hace un año en Asturiana de Zinc (AZSA), en San Juan de Nieva. 47 trabajadores de la subcontrata IMSA resultaron intoxicados. Sin embargo las autoridades sanitarias cifran en un centenar los afectados, ya que muchos otros operarios acudieron a los centros sanitarios sin vincular sus dolencias a su trabajo en la fábrica.

Se abrió una investigación y el Instituto Asturiano de Prevención de Riesgos Laborales concluyó que “en AZSA parece existir un riesgo de exposición a mercurio insuficientemente controlado” y “una cascada de incumplimientos en materia de seguridad que, de haberse observado, hubieran evitado las consecuencias que se produjeron”. Además reprocha a IMSA “omisión de medidas de seguridad, que agravaron las consecuencias”. AZSA fue sancionada con 500.000 euros. El caso está en un juzgado de Avilés y provocó que cinco de los trabajadores afectados se mantuvieran en huelga de hambre en un campamento frente a la fábrica de San Juan de Nieva durante trece días del pasado mes de noviembre.

Las autoridades sanitarias reconocen que los numerosos problemas de salud que padecen los trabajadores, diarreas, pérdidas de memoria, insomnio, jaquecas, temblores, pérdida de visión o caída de piezas dentales, pueden deberse al mercurio, pero como los niveles del metal en sus cuerpos han bajado se niegan a establecer conexiones directas. Incluso a algunos les han derivado a salud mental. Dicen que no hay “pruebas objetivas del daño”. Así que a muchos les han dado el alta, pero, dado su estado, nadie les quiere contratar, aseguran. Tampoco se les suministran los quelantes (sustancias que eliminan del cuerpo los metales pesados) o, en contados casos, se los han dado meses después de la intoxicación.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 30, ENERO DE 2014

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