
Cecilia Bartoli tras una de sus actuaciones/ Foto Wikimedia
Fernando Romero/Periodista
Cecilia Bartoli estuvo en Oviedo para presentar su Mission, en su cruzada personal por recuperar del olvido a los otros maestros del barroco. Primero fue Antonio Caldara y ahora Agostino Steffani. Cecilia, romana y mezzosoprano, es algo más que una diva, como demostró el sábado en el Auditorio de Oviedo. Es una investigadora, una amante del barroco y de la tradición cultural europea pese a ser, en ocasiones, una incomprendida en el rígido y engominado mundo de la ópera, por los intolerantes y los ortodoxos de siempre.
Oviedo, Asturias, se entregó a Cecilia y Cecilia se entregó a Oviedo y al arte. No iba sola, le acompañaba Diego Fasolis, director de I Baroccchisti, y a la vez el hombre que interpretaba la clave con maestría, delicadeza y nervio. Y el nervio se expresó como es menester en una música llena de emoción, ritmo y solemnidad. Generosidad expresiva como la de Michele Pasotti, con sus acordes perfectos y el delicioso sonido casi medieval de su laud, o esos poderosos y también delicados y virtuosos vientos de la trompa de Thibaud Robinne, el fagot de Giulia Genini y los oboes de Astri Knöchlein y de Susanne Grützmacher.
Barroco puro, en esencia, recogiendo todavía el poso de la música popular, que tanto aportó a la música posterior y a la cortesana, investigada a conciencia, interpretada con modestia y sencillez pero también con la grandiosidad de la pena solemne de los predecesores de Händel. Capacidad de Bartoli de saber ocupar su puesto, uno más en la orquesta, dejando para el momento adecuado su virtuosismo, que le sobra pero no derrocha porque puede en la artista romana más el rigor de la investigadora que la vanidad de la diva. Disfrutamos en Oviedo con Cecilia, en un auditorio a rebosar, en donde el silencio era música y respeto y sensibilidad. Emocionante Bartoli que nos despidió con su demoledor Lasci La Spina, cogli la rosa de Händel. Todo un privilegio para una pequeña ciudad provinciana que, en lo musical, está a la altura de las grandes ciudades europeas.
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