Afondando
Carolina del Olmo: “Pasamos de la sumisión al otro extremo, el individualismo”

Carolina del Olmo. Foto / David Fernández / DIAGONAL.
Carolina del Olmo es filósofa, traductora y directora de Cultura del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Tras publicar ensayos sobre estudios urbanos y crítica literaria, ha centrado sus investigaciones en la maternidad, el análisis de los discursos expertos sobre la crianza y los efectos de la disolución del tejido social sobre las prácticas maternales. En 2013 publicó «¿Dónde está mi tribu? Maternidad y crianza en una sociedad individualista», un ensayo que ya va por su sexta edición y que ha vuelto a ponerse de actualidad a raíz de las declaraciones de Anna Gabriel, diputada de la CUP, sobre su apoyo a la crianza en colectividad.
“Lo sorprendente de la reacción que ha suscitado estas declaraciones en muchos padres es que realmente creen que son ellos los que fundamentalmente crían, cuando entre el colegio, los abuelos, las actividades extraescolares… no suelen pasar más de una hora y media al día con ellos”, dice del Olmo mientras empezamos la entrevista.
Patricia Simón / Periodista.
Usted defiende la necesidad de crear una narrativa de lo común que tenga en cuenta la vulnerabilidad en lugar de la “insensatez de percibir como lo normativo la condición pasajera de ser jóvenes, sanos y adultos” ¿Por qué ha tardado tanto en tiempo en abrirse camino este discurso de la vulnerabilidad?
Buena parte se explica por la estructura patriarcal por la que son las mujeres las que cuidan y los hombres los que hablan y los que marcan la agenda de lo que se habla. Pero cuando esa estructura tan férrea empieza a romperse y las mujeres empiezan a hacer otras cosas, lo que triunfa es adaptarse al molde del hombre, que no cuida. Entonces, las mujeres seguimos cuidando pero sin que lo parezca, o dejamos de cuidar.
Toda nuestra tradición filosófica, ética, antropológica y, en definitiva, nuestra sociedad está construida tomando como base el BBVA (blanco, burgués, varón, adulto). En los años ochenta surge la ética de los cuidados, pero no es hasta bastante después que algunas mujeres empiezan a reflexionar sobre lo que se están perdiendo, sobre quién va a cuidar si todo el mundo necesita cuidados, sobre cómo vamos a organizar esto socialmente, sobre la vulnerabilidad que nos envuelve a todos.
Una emancipación de la mujer que se ha hecho sin alcanzar una corresponsabilidad real de las tareas con los hombres, por lo que se han terminado subcontratando y transnacionalizando los cuidados, trayendo a mujeres de países pobres para que cuiden a nuestros niños y ancianos. ¿Es posible una crianza y relaciones de cuidados respetuosas y amorosas dentro del marco neoliberal?
No lo sé, porque en realidad nunca se han dado. Las relaciones de cuidados siempre han estado mediatizadas por una jerarquía muy fuerte, de ahí parte del rechazo de los movimientos feministas porque lo vinculan con el sacrificio y la esclavitud. ¿Cómo podemos abordar la interdependencia sin que eso entrañe relaciones jerárquicas? Ése es el reto de la modernidad, construir estructuras colectivas que no anulen al individuo y que permitan cuidados mutuos. De una tradición basada en la sumisión hemos pasado al otro extremo, el del individualismo. El marco neoliberal aporta la perspectiva del individuo, de los derechos que no había antes, pero hay que aprender a combinarlo con lo colectivo.
Efectivamente, la tarea de los cuidados sigue recayendo fundamentalmente en las mujeres, pero también es cierto que ha habido un cambio enorme por la cantidad de hombres que son corresponsables. ¿Por qué no lo estamos visibilizando lo suficiente?
Efectivamente es un cambio muy radical, importante y útil para mostrar cosas que, cuando las hacemos las mujeres, nos convertimos en sospechosas de estar imbuidas de cierta opresión patriarcal. Si yo renuncio a mi vida de fiestera nocturna o a mi vida laboral porque elijo cuidar, puede interpretarse que estoy retrocediendo en lo que se entendió como liberación de la mujer. Es verdad que es complicado porque ¿hasta qué punto no estoy dejándome comer el coco de que cuidar es lo que las mujeres siempre hemos hecho? Pero cuando un hombre elige cuidar, se sale de ese esquema de evaluación y aporta conceptos muy valiosos para que se los reapropien las mujeres. Obviamente no es que sea más importante porque lo hagan ellos, sino que aporta una perspectiva distinta.
Tampoco se habla más de este gran cambio por el rechazo del movimiento feminista más mainstream, trasnochado. Siempre que sale la experta en igualdad de Comisiones Obreras o del Instituto de la Mujer, el discurso es muy lastimero: “Las mujeres siguen dedicando dos horas más de media que los hombres en el trabajo en casa…”.
Es verdad y hay que seguir avanzando, pero es que estamos viviendo un cambio tan brutal que es muy importante que se visibilice. En 1983, según datos del Instituto Nacional de Estadística, el número de hombres que atendía de noche a los bebés era cero, los que los llevaban al pediatra también cero. Los hombres solo cuidaban a la hora de jugar o en los traslados al colegio.
Cuidados y realización
En este sentido, usted invita a cuestionarnos si la sumisión de cuidar a otra persona no puede tener cosas buenas. Ésta es una de las vertientes más controvertidas para el feminismo clásico. ¿Cree que hay muchas mujeres jóvenes feministas que han decidido criar y cuidar que se sienten juzgadas?
Creo que las más jóvenes están más liberadas de ese dogma feminista viejuno. Pero entre las de mi generación, sí que muchas nos hemos sentido huérfanas porque no encajábamos en el feminismo más visible, más anticuado. Pero incluso el que aborda la crisis y la cadena transnacional de los cuidados sigue percibiéndolos con un cierto deje de carga. Es hora de desempolvar estas interpretaciones y plantearnos por qué no pueden ser los cuidados un ámbito de realización.
Y de incluir el peso de los cuidados en la brecha salarial entre hombres y mujeres, ¿no?
Efectivamente. Cuando se habla de brecha salarial, solo se distingue entre hombres y mujeres. Pero las mujeres que no tienen cargas familiares no arrastran esta brecha tan distinta. Por tanto, esa brecha se explica, entre otros factores, por la carga de los cuidados. Pero que las mujeres sean las que cuiden mayoritariamente, ¿es fruto de la opresión, de que no han podido elegir? Es verdad que venimos de una tradición en la que el cuidado era una imposición, pero el contexto ha cambiado y también puede ser elección y fuente de realización.
Cuenta que a estas alturas le extraña que tenga que seguir explicando que el trabajo asalariado, per se, es malo.
Sí, y me sorprende mucho porque no es precisamente una novedad, ya lo dijo Marx. ¿Cuándo hemos pasado de considerar el trabajo asalariado una opresión a concebirlo como fuente de realización? Otra cosa es la independencia económica, eso sí.
Recuerdo haber leído a una feminista estandarizada decir que siempre se cuestionaba qué hay de liberalizador en trabajar como cajera en un supermercado, cuando también lo era. Sentí rabia porque justo se acababa de publicar que había cajeras que usaban pañales para que no se les escapara el pis mientras esperaban que su supervisor pusiera una sustituta para que ellas pudieran ir al baño.
Se sabe que muchos supermercados cambian, a menudo, a las cajeras de barrio y pueblo para que no hagan migas con los clientes y les pasen cosas sin cobrar a los que no tienen un duro. El ámbito laboral está tan estropeado, es tan ficticio que el empleo puede ser un lugar de cosas buenas, que no entiendo cómo se puede fingir que lo que hay es lo que ves desde un despacho de la universidad.
Salario esclavizador
Ahora que parte del discurso de los cuidados está en instituciones como los Ayuntamientos del cambio, ¿cuáles deberían ser las medidas más urgentes para favorecer la crianza en condiciones dignas?
A corto plazo, lo más urgente es una baja parental más larga. En este sentido está teniendo mucho éxito la idea de los permisos para los padres iguales e intransferibles. Soy partidaria porque no hay derecho a que yo tenga 16 semanas y mi pareja, totalmente implicado en la crianza, solo dos. Los hombres deberían tener el mismo derecho a cuidar de sus hijos, y es una medida que propicia que se impliquen y rompan la dinámica de que las mujeres seamos las principales cuidadoras.
Pero a la vez me indigna ver cómo todos los partidos –salvo Ciudadanos– apoyan esta propuesta cuando las mujeres llevamos tantos años pidiendo la ampliación de la baja a los 6 meses para que vaya en consonancia con la exigencia de la Organización Mundial de la Salud del periodo mínimo recomendable de lactancia. Y siempre se nos ha dicho que no había dinero. Pero, sin embargo, ahora sí lo hay cuando es una medida mucho más costosa. Y tiene este apoyo porque tiene el sello del sector feminista viejuno, que hace muy bien de lobby, y que siempre se ha opuesto a la ampliación de la baja maternal porque iba a ampliar la brecha de cuidados entre hombres y mujeres.
Uno de los primeros documentos que lanzó Podemos sobre la reorganización de los cuidados, en el que convivían miradas feministas más jóvenes con otras más tradicionales, seguía considerándolos una ocupación de segunda. Por eso se sigue hablando de abrir más guarderías, pero no de financiar el cuidado en casa. La ley de la dependencia de Zapatero fue muy criticada –con razón– porque, al no crearse suficientes plazas para sus beneficiarios, se suplieron con una paguilla para los cuidadores. Pero si una persona no quiere deshacerse de su hermano, de sus padres, y cuidarlos ella, tiene derecho. Y no debería abandonárseles institucionalmente porque entonces estaremos segregando económicamente entre los que sí pueden permitírselo y los que no, que tendrían que enviarlos a una residencia.
Por supuesto, también es necesario refinanciar la educación y sanidad públicas, la ley de la dependencia… Hay que abrirse a nuevos modelos sin miedo.
Sobre todo, porque está claro que el actual modelo es fallido.
Es un desastre. Siempre se alude a que estos planteamientos van a aumentar la brecha de género, cuando está hecha un asco desde hace mucho tiempo y no se explica solo por los cuidados. Hay muchas críticas feministas a la renta básica porque entienden que va a fomentar que muchas mujeres se dediquen a cuidar. Una vez que tienes la independencia económica, si eliges cuidar es tu decisión.
En Capitalismo canalla, César Rendueles, su pareja, explica que el Reino de España tuvo que suprimir las tierras comunales en sus colonias porque el salario no era un incentivo suficiente para que las personas se quedaran trabajando como obreros, cuando tenían de dónde sacar sus propios recursos. ¿Quizás es que seguimos sin plantearnos que el salario no es un incentivo suficiente para todo el mundo?
Así es. Una vez avanzados los procesos emancipadores, las mujeres no somos imbéciles. No necesitamos un montón de dispositivos y normas para ir por la autopista de un único sentido de la independencia, porque, en cuanto nos descuidemos, vamos a ir a la casa a fregar y aguantar a un cretino de marido.
Creerse que hace falta el dispositivo esclavizador del salario para mantenernos donde tenemos que estar es tener un bajo concepto de las capacidades de las mujeres y de lo que se ha avanzado en la liberación.
¿Qué le parecen las acciones políticas de Carolina Bescansa o de la eurodiputada Licia Ronzulli de llevar sus bebés al Parlamento?
Si te lo puedes permitir, estupendo de principio a fin. Es fundamental dejar de fingir que todos somos adultos, sanos, autónomos, sin hijos que enferman ni padres ancianos.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 45, JULIO DE 2016

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