
Paulino Lorences en su chigre de Malleza. Foto / Fotográfica Oviedo.
INSTITUTO ASTURIANO DEL CHIGRE (y III)
Texto: José Alberto Álvarez.
A diferencia de los bares anodinos que tanto proliferan, si hay algo verdaderamente relevante en un chigre es el chigrero. Y Paulino Lorences, con su peculiar personalidad, rompe todos los cánones. Criado en París y exgerente del restaurante El Son de Indiano, ha apostando ahora por renovar la esencia de la vida social rural asturiana, también en su pueblo de Malleza (Salas): el Bar-Tienda.
El Chigrín de Malleza está embutido armónicamente en una casa casi de juguete, de solo 14 metros de planta, que fue en el pasado la corte del pollín, y ahora se ha convertido en una mezcla de café bohemio y bar-tienda. Debe de ser el chigre más pequeño del mundo.
Recibidos los clientes con un cartel que reza “ Se permite la entrada a perros y madrileños” , en alusión a un restaurante de Llanes que prohibía el acceso a unos y a otros, el interior del establecimiento recuerda a un autentico bazar: ferretería, recuerdos, pilas, cacharros, alimentación y hasta preservativos, porque, “en el mundo rural también se hace el amor”, recuerda Paulino. Aquí hay todo lo necesario para sobrevivir sin una gran superficie cerca.
Y aún hay sitio para la parte social del establecimiento, que son dos mesas que Paulino denomina chillout y una barra de madera de hórreo con un cartel que indica: “L’ambigu, pub rural”. Afuera, el futbolín y una soleada terraza, todo a escala del resto de la tasca.
Quesos del país, chosco y demás embutidos se mezclan con pastel de ortigas y otras delicias que Paulino cocina para picar, regados con vinos, cerveza, licores y muchas anécdotas en esta extrovertida tasca de escasos metros cuadrados llena de mimo y personalidad, que dan vida y cohesión social a esta aldea salense.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 48, ENERO DE 2017
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